“Vengo por mis cosas” le decía la cordura infame dentro su mente mientras sus labios deletreaban nota a nota: “Vengo por ti”
La mujer escuchó, abrió sus ojos aun más, su cara no podía expresar fielmente su sorpresa, se petrificó, mientras su boca comenzaba a balbucear fue interrumpida por el índice de su contraparte posándose en sus labios:
-Dime sin palabras-dijo arrojando toda incertidumbre por un mar de audaz destemplanza.
Una mano fue tomada por otra y ambas arrastradas con vehemencia hacia el interior del departamento, al tiempo que por fuerzas indomables la puerta cerró y nada más fue dicho.
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