Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

lunes, 4 de abril de 2011

Días normales


En algún lugar del mundo, en un colegio de una ciudad, parados como estatuas yacían filas interminables de uniformados mirando al frente, contemplando la eterna calvicie de su mal hallado líder, preparándose en ese momento para dar un indeseable discurso sobre los comienzos. Entre la formación, una falange de bromas y pellizcos, basuras en el pelo y risas inexplicables, se reproducía incesantemente, con eficacia y disciplina propia del estudiante.
Los guardianes del orden ladraron en sucesiones y habiendo apaleado hasta el mismo silencio, reinaba una geometría absoluta de caras al frente, oídos ávidos a susurros provenientes de quien valiente combatiente propiciara el siguiente mordaz comentario. En el frente la corbata luchaba por parecer bien puesta mientras el pecho inflado auspiciaba el largo sermón:
-Buenos días estudiantes
Los perros emitieron las necesarias correcciones
-“Buenos días señor director” corearon drásticamente.
El hombre aclaró su garganta intentando ocultar su orgullo y satisfacción. Continuó:
-“Les damos la bienvenida a un nuevo año escolar……………………………………………………….
…¡y espero que se comporten! –dijo sonriendo- en mis tiempos no tenía un director simpático como ustedes”
El cuadro geométrico del patio se torno en una imagen blanco y negro petrificada, cada uno en alto vuelo imaginaba, ubicando al amorío ansiado o al enemigo de antaño, buscando besos o pensando en métodos de asesinato.
De pronto una niña se reía. Su amiga, delante de ella pensaba: “¿de verdad te pareció chistoso?” la gravedad del asunto subyacía las mentes de las damas en su fila, los hombres a su lado la miraban, unos con desprecio, otros engatusados por su risa. Nadie sabía que el motivo era el resto de comida enmarañado en el interminable cabello de la amiga delante de ella.
En otra columna viajaba entre dedos una obra de arte post-moderno relatando con humor la naturaleza del guardián asignado. Llegó la nota a un poco diestro elemento y en el traspaso escapó de la mano, flotando en el frio aire. Su captura era en ese momento la tarea más importante del universo.
El receptor prendió fuego en niveles exorbitantes, sus brazos se tornaron en rayos, sus ojos en los de un tigre, sus piernas las de un lince, desenvainó su palma y en un grito draconiano atacó el papel, asestando un roce fallido en el borde tangencial, este giró y siguió su curso hacia el condenado suelo, el soldado detrás veía ya la tortura mientras el guardián se aproximaba, la ilustre pintura alcanzó finalmente su destino y una enorme explosión destruyó toda esperanza de salvación. Ambos héroes retomaron formación y con espaldas erguidas se preparaban para lo peor, mientras un negro zapato ocultaba parcialmente el delator papiro.
En el regimiento juvenil un oportuno soldado comenzó a llorar, efecto del poderoso insulto que una experta oradora le infligió, había apelado a su fealdad y poco decoro en carácter con un austero “tonto feo”-la atención fue derivada por un momento, suficiente para redimir el boceto fresco.
De la corbata quedaba una mera bandera flameante sobre la camisa del acalorado funcionario, concluyó vociferando “quedan en recreo” y la orquesta armoniosa cambió ritmo por un caos previsible, toda la ecuación cuadró cuando las jaurías disiparon y bandadas rotaron en un vals de gritos exaltados.

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