Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Llamas(III)



El fuego ardía sobre la ciudad cuando tú me viste, tu reíste aun cuando desfallecía y la cruz caía, tú que te escondes y me das pavor, tu averno no me da miedo, solo tu terror. Aun cuando montaban la luna sobre la mezquita y los cruzados perdían sus rostros, amontonados sobre las carretas, tu a nosotros podías salvar ¡por favor, dime que es todo una treta!
¿Dónde estás?
¡Tú que peleas por tu feudo, por tu patria, por tu sueños, tú que tragas cerveza, tú que eres el Estado, traedme tus pobres, tus ricos y tus hambrientos, porque vamos a recobrar tierra santa!
¡Dios lo quiere!
Afuera del templo de Salomón la sangre llega hasta las rodillas, si el espectáculo de horror de los muertos no alcanza la mirada, la sangre de la que los victoriosos están cubiertos será terror suficiente para humanidad dejada. Suerte que la humanidad está ausente… Todos aquí son ahora esbirros del señor. Así, felices y llorando de gozo nuestra gente marchó a la tumba de nuestro Salvador, para honrarlo y pagarle nuestra deuda de gratitud
Habiendo asesinado a los infieles he ganado la inmortalidad, ya no hay amargura ni pesambre, de ahora en más es todo el camino hacia el paraíso. Pero como no se va tan fácil la costumbre, y en boca de cristiano abunda el hambre, hubo que limpiar el  piso, con fuego y carne hicimos un guiso.
Ahora retorno a Francia, decrepito y honrado, encuentro a mi país mancillado. El demonio ingles toma la tierra con sus arqueros cobardes ¡Mi patria cambiada, Dios ha abandonado! Una niña veo que hace alardes, De santa gracia que dios le habla, se llama Juana y promete luz entre la niebla.
Victoria y victoria, parecía sonreír por vez primera ¡cuánto que equivocaba! como todo acababa, con ella en el fuego quemada, como una bruja cualquiera ¡que negro se ve el cielo! con el fin de toda una era.

lunes, 21 de febrero de 2011

Contrapunto (II)

Los ancestros me contaron una historia, estimo que era una linda historia, sobre unificarse bajo las estrellas. No recuerdo ni una palabra, una lástima, sería una buena historia para los clientes y las fiestas.
Dicen algunos que me viene bien el oficio, nunca han visto alguien tan exiguamente exaltado cuando azota sus esclavos. Si he de ser honesto nunca he sentido fascinación hacia el coliseo, si acudo es solo para ver al cesar. Admito aun así, que mi fortuna deriva en perspicacia y maestría de administración. Yo no creo en la suerte, si me anda bien ha de ser por mis ofrendas en el templo, indudablemente gracias a ellas, hace poco ha llegado noticia de alegre ocasión: Oportunidad para un viaje a las provincias.
Mi amigo Creso se dedica a la cartografía, me visitó hoy a mi pedido, sin embargo no ha podido aclarar mi duda. A mi pregunta sobre qué hay en Egipto respondió con sorpresa, como si se tratase de un cuestionamiento insólito. “Yo conozco los límites del imperio” me dijo, con su índice aun apuntando en el mapa el lugar que habría de explorar.
De ello han sido varios días y un temple soñoliento parece haberse apoderado de mí. Ver a los esclavos, sus rostros de tristeza, su mirada miserable hacia la tierra, su silencio y la manera en que miran el sol esporádicamente, como si comprovaran que todavía está allí, esa esperanza repulsiva despierta la ira en la mayoría de los ciudadanos. En mi nunca lo ha hecho, pero últimamente se apodera de mi un ansia por descanso que los faraones, creo, no sabrán satisfacer. Con este juicio he adquirido un nuevo entretenimiento: La talla en madera
Las figuras fluyen al tiempo del cuchillo de manera tan hermosa, contempló una armonía entre mi mano y él, ha comenzado a formar parte de ella misma y me encuentro cargando madera hasta a las peleas de mis propias adquisiciones. Hace poco tallé una figura del Cesar, no me gustó. Hoy hay pelea y aprovecharé de tallar otra, he perdido la cuenta, pero debe ser la décima.
La sangra salpica en la arena y mi corona está casi lista. Los laureles harán la definición más precisa al gran hombre que veo, la capa necesita pintura… un rojo vivo para darle majestuosidad, aquella sangre que desperdician en los leones bien podría hacer de esta mi obra maestra. Sin oportunidad para recogerla, tuve que sacrificar un cordero y usarlo en lugar de ofrendarlo a los dioses. Ellos comprenderán mi urgencia.
Soñaba con entregarle al Cesar su estatuilla cuando me despertaron visiones de fuego y derrumbe. Gritos y sollozos desde todas las esquinas consagraron lo que era meramente una pesadilla como la tragedia que en verdad ocurría.  Comencé a marearme despejando la salida, obstruida por la sólida roca de mi altar derrocado. Caí al piso con borrosa visión y lo último que recuerdo fue un negro levantándome y el cielo rojo humeante que se alejaba a la distancia… no había ningún sol ahí, debe haber sido fuera de Roma.

domingo, 20 de febrero de 2011

Elogio(I)

Había hace mucho, mucho tiempo, un lugar donde el sol brillaba siempre y los hombres no morían. En este lugar todos hablaban la misma lengua, nadie padecía enfermedad, nadie conocía un cementerio, todos tenían el mismo oficio y el mismo rostro, el rostro del sol invernal.
Un día una pareja encontró en la entrada de la ciudad, desnudo y riendo, a un bebe extraño. Lo acogieron, y sin demora se dieron cuenta de un defecto grave: el bebe era mudo
La gente confundida, no supo qué hacer, había otros pueblos, pero no solían intercambiar historias con ellos. En esa ignorancia pasaron tres años completos en los que el bebe fue criado como una planta. Tres años hasta que un comerciante ambulante pasó por aquel lugar y habló sobre gente que podría ayudarle.
Los padres embarcaron un viaje. Visitaron Grecia, Egipto, Mesopotamia, lo llevaron a médicos, chamanes y músicos, a templos y cementerios, hasta que finalmente se dieron por vencidos. Habían sido doce años de duro viaje, el bebe tenía ahora quince años de eterno silencio y un día, sin hacer ni un ruido, repentinamente desapareció, desvaneciéndose en plena vista de los hombres.
Los hombres le dieron un funeral, su madre lloraba, su padre aguantaba el sufrimiento con una postura patética. Ambos pensaban, nadie decía, en el consuelo que eso traía, aquel tipo que jamás conocieron había desaparecido llevándose un pedazo de alma que siempre le había pertenecido, pero que hasta entonces ellos creían, se había  perdido en el tiempo.
Pasaron los años y la gente se fue olvidando. Compraban pan, comían, se vestían bonito para ocasiones especiales, trabajaban, compraban un poco más. En esta rutina infinita se perdió por fin, el bebe que alguna vez hubiera nacido sin voz.
La población creció. Hubo que plantar más, que trabajar más por la tierra, que mandar a los antiguos habitantes a regiones sin explorar y los nuevos a cargo de lo conocido. Hijos de hijos de grandes cadenas vivían en la casa de barro que alguna vez engendró al olvidado, cuando un día, el sol bajo, y la luna se posó sobre sus cabezas. Todo el mundo estaba atónito. Nadie había visto jamás la oscuridad ni comprendía que ocurría, en ese momento sublime de rostros boquiabiertos apareció, sin previo aviso, un anciano en la casa.
El hombre se acerco lentamente a la madera apilada y en un gesto único, abrió su palma y la llevo hacia el cielo. El techo de la casa desapareció y dejo desnuda las estrellas. Luego, habiendo tomado la luz, se llevo la palma a los labios, donde exhalo con los ojos cerrados, finalmente su mano bajo y de rodillas toco la madera, que prendió en fuego y esplendor, era la primera luz de la noche.
Los hombres se acercaron a ver, el anciano se puso de pie ralentizado por la edad y al abrir su boca, desaparecieron los cuatro muros de barro que sostenían el hogar. Todos los hombres podían ver ahora a aquel hombre que por primera vez, emitía una tonada.
Comenzó su historia con una balada sabia y solemne: les hablo de su vida y sus dificultades, como de niño había aprendido otro idioma que nunca nadie supo escuchar, como nunca había entendido su propia familia y dedicando su vida, había aprendido al fin a cantar en el lenguaje de sus padres. Era aquel bebe que todos creyeron mudo, que entonaba ahora como un pájaro en una primavera sin sol.
En aquel idioma enseñó las nuevas palabras que de niño inventó. Desde ese momento creó la justicia, la libertad, la mentira, la verdad, la gracia y la belleza, el odio y la fealdad. Desde entonces se supo la palabra felicidad, y en ese mismo momento, el pueblo se vio condenado. Que en aquel día las alas del destino llegaron con la enfermedad y el sufrimiento. Todos los hombres eran ahora mudos, todos los hombres eran ahora mortales, todos podían ahora cantar bajo el dominio de la noche y la luna, y llorar y reír en la sombra de un fugaz sol sereno.

viernes, 18 de febrero de 2011

Ideas para la Fraternidad, Igualdad y Libertad (sólo aburridos)


Hay una palabra un tanto compleja: La palabra hombre. Figura un significante, representa la maldad de la cultura, simboliza algo que nadie puede designar o conceptualizar. El sufrimiento del humano.
El humano a lo largo de la historia se ha enfrentado, como el animal, con el problema de la supervivencia. La supervivencia representa la meta primaria de todo ser vivo que necesita energía y así el hambre surge, el hambre que, en un ser racional, toma la forma de la necesidad por el conocimiento, por la filosofía, la ciencia. En la afrenta de un mundo cruel, un mundo donde la muerte está presente en cada esquina. Surge el sufrimiento, y de él las conductas que, en hambre, nos llevan a los instintos violentos. La violencia es nada más que la necesidad, y así surge la política y la moral, el hombre que necesita un gobierno, un código y un propósito. El hombre nunca ha vivido solo, pero cuando el problema del sufrimiento nos lleva a actuar en contra de la moral, y es que en el orden, en la frontera, en la moral misma se encuentra la guerra, la necesidad de un gobierno de la razón opuesta a la locura surge como una opresión. El odio nace, el odio del conde de Montecristo, que jura venganza cuando Dios parece haberlo abandonado, el odio de alguien que aferrándose a su sufrimiento escribe en la pared de su celda “Dios me hará justicia” y es que la luz de la razón intenta iluminar lo oscuro de la vida, la búsqueda por respuestas que quizás nunca lleguen a nosotros.
La mitología y la religión nacen como una divinización del hombre en búsqueda. José Arcadio Buendía, de cien años de soledad, tiene un hijo, y su hijo otro, y a lo largo de las eras los nombres permanecen iguales, la trascendencia de José Arcadio en la búsqueda de un orden superior, la necesidad del conocimiento en un infierno feroz. Dante en el infierno necesita de Virgilio para que le muestre, le esclarezca un orden. La filosofía no la inventaron los griegos, la filosofía nace del sufrimiento humano, que es la prisión de la carne, el lamento del alma, y así las religiones orientales más antiguas tienen un espíritu de política y moral, de filosofía y ciencia.
Es el espacio del vacío, la duda, el terror que nos inspira un mundo que muy bien puede ser antagónico que trae el cuestionamiento por los grandes problemas. La creencia y la esperanza en un motivo donde Dios está jugando a las escondidas, donde la ausencia gobierna. La duda nace de la incertidumbre, y hay que cuidar en ella que el escepticismo sea uno de la búsqueda por la vida, no del nihilismo que viene por la frustración del dolor.
¿Qué significa vivir?
“Conócete a ti mismo” decía Montaigne. “Todo hombre lleva la forma entera de la condición humana” con esta certeza, la certeza de que todo hombre puede vivir la vida toma forma con la interpretación y sensación de los hechos. “En la Historia no hay hechos, hay interpretaciones” dice Nietzsche. La vida es también, la construcción de puentes y ciudades en el alma, la vivencia de experiencias que interpreten un motivo trascendente, un sentido, es esto que posibilita la vida y con ella, la felicidad.
Todo el sistema capitalista está basado en una errónea concepción de valor sobre escasez ¿Y la vida? ¿Vale? Si el ser humano se ve a sí mismo por estándares estrictamente científicos, no somos más que materia ordenada accidentalmente de una cierta forma. Algunos arguyen que por todas las coincidencias y sucesos para que un particular ser humano nazca, la vida es preciosa. No es que haya habido bajas probabilidades de un ser humano naciendo, es que todo, todo lo que hay tiene bajas probabilidades si consideras los posibles, pero nuestra mente nos deja concebir apenas un ínfimo porcentaje de esos posibles. La perspectiva de las personas puede volverse extremadamente peligrosa, la estupidez del hombre radica en creer que es capaz de alcanzar una razón moralmente buena, cuando a menudo su deseo lo lleva hacia un suicidio, ye sea del cuerpo, o de la razón crítica. Si hay una razón buena, ella sería como el epoché de Husserl, algo completamente inalcanzable por un ser humano apto para vivir en sociedad. Determinar el valor de algo sobre construcciones y pseudo-perspectivas lleva al sufrimiento. Hay numerosos ejemplos de lo que “la escasez” de la materia en términos económicos ha hecho del hombre: la conquista de las Américas, con la exterminación de 30-70 millones de indios, el holocausto, la guerra fría, pareciera que la historia nos lleva a un punto donde el poder de la civilización concluirá con una extinción inevitable. Si se asocia el cielo con el paraíso, debe ser porque en la tierra, ya no hay ninguna esperanza.
Los estragos de la historia no se ven a través de un cuadro. Es dolorosamente claro que algo ha ido mal entre el barro y el paraíso, para que saliera dentro del hombre la serpiente. Cada tiempo tiene su queja y su manzana, a menudo los ángeles son aliados de los dragones.
Cualquiera que estudie la edad media sabrá que fue un periodo muy lejos de la inercia y quietud estática que se le atribuye. No obstante, esta época, donde se gestan las naciones europeas y los grandes imperios, tiene manifiesto por protagonista a un hombre teocéntrico, que tropieza y converge sus respuestas y sentencias en Dios. A pesar de esto no es pacífico, al contrario, es ignominiosamente funesto, sale a la guerra desde su propia creencia divina, sin percatarse de la subjetividad cartesiana incipiente en su ser.
Cuando el hombre va desde Dios a la conquista y consigue finalmente, en victoria, el descubrimiento de América, los grandes descubrimientos geográficos, el renacimiento, decide poner la razón en el centro. Se trata de darse cuenta que en el mundo hay el mundo, porque la religión cegadora-que no es la única que hay- insulta al mundo y al ser humano reduciéndolo a Dios. En esta nueva visión del hombre, curioso y aventurero, comienza el  elogio a las ideas platónicas por algún tiempo, el endiosamiento progresivo de la razón, hasta que finalmente las dos guerras mundiales derrumban el acaecer estrepitoso de cualquier huella de esperanza que en la memoria quedara ¿En qué andamos ahora? El imperio hegemónico estadounidense y el capitalismo moderno son una consecuencia directa de la edad media y las guerras. Actualmente se trata de encarnar la materia, es decir, hemos ido de Dios a la razón, que falló catastróficamente en conseguir la igualdad, la libertad o la fraternidad, y abordamos entonces, el ascenso de un gobierno déspota, donde el dinero y la materia conmueven todo sollozo y penuria con la fortuna inescrupulosa del apremio.
Marx tiene mucho que ver con todo esto. Es que la rebelión del proletariado urbano se descarga y ahoga justamente en Dios y la razón, que han tomado forma en el protestantismo, en el actual movimiento new-age y la ciencia, desarrollándose de manera armoniosa con la dictadura del dólar. Dios ya no es el Dios de los pobres, ahora es un Dios del futuro, un Dios que al pueblo promete pero en su promesa está el trabajo, la esperanza no del cielo, sino del paraíso en la tierra que es la acumulación de riqueza. Esto se puede ver simplemente prendiendo la tele, y es que con cada anuncio se revela en forma palmaria la sociedad de la novedad, del último programa, la última modelo, el último partido que renuevan y agrandan constantemente el cielo.
La burguesía de los sistemas de producción en Estados Unidos sigue marginando como la revolución industrial. Si no se ve como en Oliver Twist, es porque Oliver twist ya no vive dentro, vive a miles de kilómetros en África, aplastado en una manera tan solemne, que este descontrol de los mecanismos liberales ha llegado a levantar un muro físico de frio acero en la frontera con México. Este muro siempre existió, es el muro de la apatía, a través del cual un estado bélico avanza la historia creando constantemente guerras, expandiendo su espacio vital bajo disfraces, como lo es el de la tecnología, o el célebre intento justiciero de Bush en medio oriente.  Muy propio que de sus mismos labios saliera la palabra “cruzada”.
La ciencia por otro lado crece en la actualización del conocimiento. El estudio de la realidad material extiende el conocimiento y la acumulación de este. Tener muchos diplomas significa en última instancia, tener la palabra del capitalismo, que ahora en vez de confesionarios usa médicos y psicoanalistas. El diván es el nuevo lugar donde, como advirtió Foucault, se apoderan de nuestra subjetividad y la arrojan hacia el lugar más cómodo; pues si los problemas persistieran, si nos viéramos atormentados en la insondable introversión sentiríamos un sufrimiento que no puede ser liberado por los medios comunes de la cultura de masas. No puede uno librarse de la angustia por la muerte con los medios de masas, simplemente no está allí. De esta manera es que el opio del pueblo es hoy nada menos que el opio mismo, el opio, el alcohol, la marihuana y todas las formas de drogadicción, que permiten huir del lamento existencial, ontológico y humano de los humillados y ofendidos.
La ciencia es, por supuesto, mucho más que esto. Recordemos la voluntad de los grandes científicos, porque la ciencia es, al igual que todo lo demás, lo que nosotros hagamos de ella.
En la búsqueda de la verdad se presupone que hay una Verdad, una Verdad inmutable, no de la experiencia o la percepción, de algo más profundo. Aquí comienza el debate entre filósofos, entre “a priori” y “a posteriori” y como puede la conciencia y el ser adquirir el conocimiento.
Es de este amor a las preguntas (filo=amor, sofia=saber, pero el saber es, en esencia, preguntar) que nacen cuestionamientos completamente disparatados como ¿qué es lo real?
¿Qué es la naturaleza? ¿Es esta metrópoli de humo y carbón afuera de mi casa, naturaleza? ¿Y si no lo es, significa eso que vivimos fuera de ella? En Grecia Pitágoras creía que la matemática era el orden absoluto abstracto del universo, y que el numero poseía una divinidad que radicaba en su capacidad para explicar todo y todas las cosas.  Gabriele Veneziano, un joven físico buscando una ecuación para explicar la fuerza atómica fuerte se cruzo con una ecuación de doscientos años del matemático suizo Leonhard Eoler, accidentalmente descubrió la teoría de las cuerdas. Esta capacidad de la matemática para encontrar orden en el caos absoluto del universo es la que parece entregar consuelo a un sujeto que se siente atacado por el caos. Pero así mismo la subjetividad del sujeto determina toda su capacidad sensorial. Edmund Husserl sugirió un epoché (cesación de juicio) como forma de alcanzar una conciencia pura o trascendental, pero en verdad, aunque esto fuera posible, hay muchos aspectos de la realidad física que son mejor comprendidos a través de una conciencia humana, somos, después de todos, habitantes en cuanto estamos habituados a funcionar. El mismo lenguaje de la pregunta “¿Qué es lo que hay?” Determina una manera estricta de método. “Del polvo al polvo” escribió un cristiano, y es así como las escuelas epistemológicas se debaten eternamente en el problema alegremente, sin considerar en absoluto la circularidad de lo objetivo, que probar la existencia de Dios con el espíritu, o probar la materialidad de las cosas con el tacto, es realmente otra expresión más de lo patético que es el insignificante ser humano. La duda científica, la objetividad, se alcanza dentro de la subjetividad de los hombres, es el creer, ver, saber y dudar de todo lo anterior que permite el conocimiento. La intuición es a menudo opuesta a la realidad, y es que la realidad misma es determinada por los símbolos y las creencias. Lo real y la realidad de Lacan son una abstracción de una conciencia que nunca podrá ser alcanzada y que francamente, no nos merecemos.
Un excelente científico es Galileo Galilei. La intuición de un hombre le dice que un objeto pesado cae más lento que uno liviano, pero empíricamente desde la torre de pizza Galileo lanzo dos bolas de distintos pesos, mientras escépticos y enojados teóricos veían su dogma estrellarse contra el piso.
¿Existe un cuadrado? Ciertamente no hay ninguno en la naturaleza. Sin embargo dentro de mi mente la idea esencial de un tetraedro permite extraer, aun mas ideas, como el triangulo rectángulo y el teorema de Pitágoras. Los números tienen relaciones entre si, a pesar de su existencia absolutamente metafísica. Las palabras designan cosas que cada uno entiende de acuerdo a lo que ha aprehendido en su vida, palabras como justicia, amor, Dios, ideas esenciales, pero si los sentidos no pueden recibir conceptos universales, si los principios no pueden extraerse de los particulares, ¿Quién crea un cuadrado? No tengo la menor idea como se creó la idea de cuadrado, pero lo que sí puedo afirmar con cierta seguridad es que para que un niño cree la concepción de justicia en su mente, debe haber una experiencia, debe de lo empírico asociar lo trascendental, en aquello que se denomina “alma” que  es el molde, el contenedor de lo anti-natural. Uno se convence a si mismo que el sacrifico distingue hombres de oro de hombres de bronce, a la naturaleza no le hace ninguna diferencia. Hay que tratar el humano con el humano.

Ahora bien, este ser-ahí, este hombre de la intencionalidad de la conciencia husserliana que vive en un mundo con las cosas, vive queriendo petróleo y por eso invade Irak, necesita de la conciencia cartesiana idealista para trascender sus circunstancias y encontrar la crítica. “El hombre es lo que hace con lo que han hecho de él”, pero para hacer algo con eso que han hecho de él debe inevitablemente entregar al reino la posibilidad un proyecto, y este proyecto nace de la subjetividad de la conciencia.
Es por eso que el sujeto cómodo del capitalismo postmoderno es uno decididamente extrovertido y en el cual el pensamiento crítico solo puede ser expresado a través de lo científicamente correcto. Solo puede pensar mientras su pensamiento sea objetivo, en otras palabras es un ser pensado por la cultura de masas, es un ser devorado por la técnica, de absoluta certeza metafísica. Este hombre responde a “pienso, luego existo” con “¿qué me importa?”, es un hombre que sabe que existe y para el cual pensar supone una ventaja mercantil. Dilema: Es un ser que eventualmente, montado en el caballo de la técnica, invadirá y quemará la tierra como quemó Troya. En negro humo ese carbón silencioso sacudirá todo rastro humano como una pulga, y no habrá nadie, para contar ni saber, que la plaga y la guerra la hizo un hombre que piensa.
El rol de esta exactitud de la certeza embustera de cual pendemos es el mismo que tenía la aristocracia griega. El de la clase espiritualmente elevada que nombra la verdad. Nietzsche tiene culpa en esto, pues abandonar los valores (que no son cristianos, son humanos) es suponer que el mundo caótico injusto tiene que ser modificado por el poder, y el poder es justamente lo que controla la información en esta era de la “Mediocracia”. La razón instrumental de los medios de comunicación cambia a los sujetos, ya lo dijo Hegel en 1807 “La verdad es el delirio báquico en el que cada miembro se entrega a la embriaguez”
Baco es Dionisio, dios del vino, de la perdida de la propia persona para entregarse a las ruedas interminables del placer. Así ocurre que, voluntariamente, permitimos que el poder destruya la subjetividad de nuestra conciencia en las vías de la verdad, que es embriaguez, y efectivamente, en Chile somos todos alcohólicos. En EE.UU la masiva drogadicción se disfraza con los valores de familia. Cuando el sujeto se encuentra tan suprimido por la estructura, necesita de la locura para vivir dentro de ella.
El control es lo que impide que el ser humano se manifieste de manera autentica, especialmente en Latinoamérica. Sartre dice que el ser se hace a cada momento, es decir, la dialéctica del ser humano, el intercambio, que posibilita la identidad es una creación caótica, en tanto libre, que reniega el pasado y se convierte en algo distinto de lo que es, porque es algo distinto de lo que quiere ser. Es una libertad condicionada por la condición de la nada y la nada es el ser humano.
Esta identidad es una cosa completamente europea y romántica. En la civilización neo-multi-colonial del ser inauténtico chileno, con toda la ceremonia del ocultamiento, no hay ninguna nación, ni ningún interés por el cambio. El cambio es algo que proviene de ver más allá de la realidad cotidiana, de saber que no sabemos. Incluso la carencia de creaciones nacionales actuales es descendencia del ocultamiento que se ha dado a las obras de Neruda, Gabriela Mistral, la familia Parra, etc. En Chile y en Latinoamérica hay una centralidad económica y burocrática en las capitales que permite ignorar la pobreza y condenar el resto del país a la miseria. Santiago es Nueva York en Chile, Santiago es Chile, por tanto Chile es Nueva York y somos todos jaguares.
Por dar un ejemplo cercano, Buenos aires, una ciudad de riquísima cultura también marcada por el neo-colonialismo. Buenos Aires es una ciudad que trató en el siglo pasado ser Europa, es una ciudad de la “Civilización y barbarie” libro que escribió Sarmiento mientras estaba exiliado en Chile. La barbarie es la guerrilla latinoamericana, los gestos indigenistas, los caudillos, los toquis, todo aquello que se rebela furiosamente contra el orden desde la simplicidad originaria. Lautaro no necesitaba leer a Platón y extraer motivos para matar españoles, pero curiosamente, hoy pensar en términos europeos es revolucionario, porque constituye un acto subversivo contra el orden máximo de la inmediatez y pretende la voluntad de poder. Querer ser un país propio es querer industria propia, música propia, literatura propia, filosofía propia, es un trabajo colosal e ingenuo que desaparece bajo el nombre de idealista e inmaduro. Un nacionalismo violento es malo, y justamente se vive en América un nacionalismo tremendamente violento, que es el de Estados Unidos.  “América” ha significa, en palabras de nuestros presidentes, como dijo Lagos “los americanos”, los estadounidenses.
Sartre escribe en el prologo de Los condenados de la tierra que el humanismo europeo es racista, puesto que no ha podido hacerse hombre sino fabricando esclavos y monstruos. Viene a poner en el centro de la historia el sujeto de la colonia que se libera por la acción violenta, dice también, que cuando el colonizado a matado al colonizador, se ha convertido en un ser humano, en un ser-para sí. No ha ocurrido nada como lo previsto y lamentablemente vemos un nuevo tipo de sujeto histórico: El hombre globalizado
En tanto no está ubicado en ningún espacio (ni en ningún tiempo, dentro de su propia mente al menos) el hombre globalizado depende de la riqueza exclusivamente para debatirse y definirse entre las categorías de estadounidense, europeo, latinoamericano o africano. Asiáticos no hay, ser asiático arriesga un entendimiento supremo de otras regiones del humano que nadie trata cuando quiere perderse a sí mismo. Si yo vivo en el espacio de una comuna de clase alta donde hay rascacielos y malls, soy estadounidense, en un palacio colonial antiguo, soy europeo, debajo de un rio, soy africano.
Este perderse a si mismo globalizado no es el festín Dionisiaco nietzscheano, ese sujeto que se pierde en la locura vuelve eventualmente a la persona. Este hombre del mundo, en cambio, quiere vivir absolutamente ausente, porque el camino de la inexistencia le garantiza la conquista absoluta de la esencia. Es un salto olímpico sobre “existencia precede a esencia” que termina en una definición zoológica del hombre, lo reduce a lo que come, lo que usa y lo que hace para hacerse de comida, su profesión (no su vocación). La sociopatía generalizada es síntoma de la locura que viene por el conflicto del hombre con la razón instrumental. El hombre cree haber ganado y en el agrio sabor de la riqueza muerta se arroja a la desidia.
El pensamiento filosófico no garantiza la felicidad del hombre. De acuerdo con que la felicidad parece, al menos, una meta aceptable. Para ella el amor y el sentido de la vida son necesarios. Deben existir preguntas irresueltas, debe haber un reconocimiento honesto y crudo de las dificultades de la vida, que se alcanza no solo a través del pensamiento filosófico, pero requiere de una voluntad esencialmente humana, que es la voluntad de enfrentar la ignominia sabiendo que, ante todos los resultados, vamos a morir. Solo ante un problema uno puede resolver algo. Un ente inmortal no tiene sentido de la vida, un ente inmortal se dedica al entretenimiento de la repetición y la carencia. Nunca puede llegar a estar lleno, su vida es tan vida como la muerte porque la eternidad se encarga de borrar todo rastro de pasión o sentimiento. El ser humano, un ser imperfecto, determina con sus carencias la escasez del mundo que perfectamente puede darle abundancia. Lo hace porque como dice Heidegger: “El ser humano ha olvidado al ser, para consagrarse al dominio de los entes.”
Es esta condición de carencia que el hombre se lanza al mundo inventando una serie de opuestos binarios que le permiten comprenderse en él. Quizás uno de los más problemáticos opuestos ha sido el de la civilización contra la barbarie. La civilización occidental es la expresión máxima del hombre que se dedica al dominio de los entes, y, como los entes no inspiran nada, ni merecen un trato igualitario, se crea la guerra como medio de dominación. La guerra aparece en la historia como un mal necesario, naciendo desde la razón instrumental. La guerra da origen al odio, pero rara vez se hace por el odio. El odio es la huella de la derrota, los sueños rotos, amores traicionados, personas violentadas. La guerra sale desde el desprecio. El desprecio es el saltar por la vida que pone la felicidad en la meta, no en el camino. “tu meta no importa”, es el opuesto al afecto, es el conquistar la Galia, hacer una cruzada por Jerusalén, la tierra prometida es inventar un paraíso porque no se puede luchar con la angustia de saber que no lo hay.
En el capital, a propósito de la acumulación de capital originaria, Marx señala que la riqueza se del europeo proviene del robo sistemático de América. Agrego que la guerra es, en síntesis, una verdad del poder que desde la inmanencia alcanza la trascendencia a través de la tortura, el asesinato, la dominación y todas las atrocidades que la diosa razón ha puesto junto a la naturaleza humana. Significa ocultar la muerte con la muerte. El aplastado, el pobre y el huérfano es un humano que al morir pierde su sufrimiento, que era lo único que le daba su condición humana y al perder esta miseria se convierte en un objeto, un cadáver del cual se extrae la impresión maléfica de la permanencia que da el poder.
Esto pasa también en un grado con los noticiarios amarillistas. Comer el cereal de cada mañana con un café, mientras se presencia la tragedia. “35 muertos” es justamente transformar el humano en un numero, una cosa contable y la muerte en un espectáculo que, en cuanto ajeno, es placer, pues no ocurre aquí y ahora, ocurre porque el bus se dio vuelta, porque hay guerra, porque hay hambre, porque fumaba, porque conducía borracho, pero no, todos ellos y ellas murieron porque son humanos. La muerte no es algo racional.
Por otro lado está la fraternidad. El amor es la expresión última de la vida en la muerte que opaca el ocaso. Un doctor que acompaña a su paciente hasta que muere, que lo conoce, que sufre con su fin, recibe de él el aliento de la vida que posibilita escapar de la soledad. Amar a una persona es querer transmitirle, heredarle, entregarle la vida y es por eso que un hombre del capitalismo materialista, alguien que ama el dinero, que ama su rifle, no puede amar a otro ser humano porque la materia no vive y así finalmente, ese hombre va a morir solo, maravillado y convencido aun de su capacidad para postergar la muerte como un tramite burocrático.
En la utopía de la fraternidad somos todos hermanos. Que seamos todos hermanos significa que como ya se ha dicho y como nadie piensa ni hace, hay que amar al prójimo, dría yo, incluso más de lo que se ama a sí mismo. Odiarse a sí mismo no es una excusa para odiar el mundo o las circunstancias, hay que saber equilibrar materia y conciencia. De Fausto: “Vi veri universum vivus vici” “Por el poder de la verdad, yo, mientras vivo, he conquistado el universo” Ese conquistar el universo no es el Fausto omnisapiente, ni el Mefistófeles nazi inmortal, es el humano que juzga haber pasado el aliento de la vida a los seres que más ama.
Pero ¿por qué amar? ¿Por qué me debe importar el ser humano? La razón al servicio del cambio de la realidad puede oponerse al sufrimiento, como ocurrió en la revolución francesa, asumir el peor de los mundos posibles, sirve porque “hay que hacer la ignominia más ignominiosa pensándola, haciéndola conocer” sin embargo a menudo la justicia requiere el asesinato y el oprobio ¿sirve amar entonces?
La única certeza con la que el hombre naturalmente convive es el sufrimiento. El sujeto determina el objeto en Kant se traduce en Marx a que la realidad determina al sujeto como la condición de su sufrimiento. Este “yo y mis circunstancias” concluye finalmente con el existencialismo en El sujeto que determina la condición de su libertad.
El punto entonces, es evitar el sufrimiento. El sujeto determina las condiciones de su posibilidad mediante la aspiración inagotable por la felicidad. Pero, ya que aspiración inagotable va irremediablemente a sucumbir a las limitaciones de la posibilidad, el sujeto se debe entregar a la dimensión extraterrenal de la felicidad. En otras palabras, la libertad sirve en cuanto la use para cambiar la realidad, que es una mezcla entre el entendimiento, como la juzgo, y como se presenta ante mí. Puedo alterarla de algunas formas y en otras, lamentablemente no.
Cuando digo extraterrenal me refiero a que hay que redirigir aquello que causa el sufrimiento (más adelante) hacia la dimensión alterable dentro de nuestra mente. El inconsciente en el psicoanálisis angustia al ser humano, hace de él un neurótico porque es completamente ininteligible, indescifrable, incognoscible, forma parte de ese vacío con el cual no queremos tener nada que ver. Un formalismo Kantiano en el arte, una libertad subjetiva es la del artista que altera la realidad de acuerdo a su sufrimiento. Altera la realidad impalpable, la pinta, pinta algo distinto a lo que hay y de esta manera, alcanza un planto extraterrenal, un “mundo mejor de lo posible” En este sentido, el arte puede cegar al hombre. Hay que poner en el arte lo inalterable por la crítica, la crítica se presta al servicio de la revolución para salir de las realidades sufrientes mas encarnadas. Por ejemplo: El proletariado trabaja la materia, la burguesía capitalista lo humilla y lo ofende, porque lo usa para la acumulación de capital. Esta materia que el proletariado trabaja no es su materia, es la materia de alguien más, por lo que se ve diariamente aplastado por la condición de posibilidad de la materia que no golpea y extirpa todo plano trascendental en él. Siempre tiene que haber alguien que trabaje la materia, el arte puede sacarlo de la inmediatez sufriente, pero el aplastamiento constitucional dado por la dominación del capital, eso, es una realidad ignominiosa.
Ahora, una revolución violenta marxista tampoco es la solución, eso es caer en el materialismo absoluto. Primero, porque es violenta, segundo, porque supone que el mundo entero tiene el mismo sufrimiento del proletariado urbano, tercero, porque concluye la historia con la dictadura comunista y la historia nunca, nunca concluye. No hay un “eterno retorno”  o un “fin de la historia”. Las persistencias de la guerra y la miseria son parte de una aspiración mal llevada que impide un mundo donde el amor haya finalmente arraigado para, sino acabar, al menos apaciguar el sufrimiento terrible del ser humano.
En Hegel y Fukuyama se alcanza un fin de la historia porque el apoderamiento racional de la totalidad de la realidad es el apoderamiento del sujeto, o sea, Hegel ve una realidad cómoda, con la cual puede vivir, porque a diferencia de en Kant, donde hay un Noúmeno incognoscible la burguesía del iluminismo se apodero de la cosa en sí, la cosa en si es definida por el poder, Hegel llama a Napoleón “El espíritu absoluto acabado”, “todo lo racional es real, todo lo real es racional” es la expresión de un sujeto de poder que define la sustancia, el sujeto es la sustancia porque el sujeto define la sustancia y la sustancia, la historia, define al sujeto, pero esto deja por completo la posibilidad de cualquier revolución, es la filosofía de alguien indispuesto a cambiar las injusticias del mundo y que, en esta cobardía del “espíritu absoluto acabado” se convence a sí mismo con la fórmula del iluminismo. La historia la hacen los hombres y los hombres son libres. El sujeto absoluto hegeliano no es Robespierre, porque Robespierre se enoja, Robespierre se enfurece, manda a matar gente ¿eso es una historia racional? No, eso es la razón que nuevamente le gana al vacio del hombre, una razón iluminista que ha venido a ser reemplazada en la post-modernidad por la razón instrumental.
Solo los inmortales viven en el eterno retorno, ergo la rutina es el teatro de la inmortalidad, pues evita cualquier condición de posibilidad desconocida, o al menos intenta hacerlo. Así, de pequeños, se nos lleva al colegio para que aprendamos de acuerdo a estándares educativos creados en la revolución industrial. Se nos pone en cursos por año, como por fecha de manufacturación.
En efecto, hay un lugar incognoscible para la razón, se trata del inconsciente del psicoanálisis. Freud dice que preguntarse por el sentido de la vida es un acto de neurosis. Darse cuenta del vacío(incognoscible) y el absurdo (la muerte) potencia el momento por sobre la posibilidad, está bien, es un acto de la dramática existencia humana, pero ser un neurótico no es malo ni incorrecto, es un dolor, el dolor es una respuesta evolutiva y en el momento que juzgamos que la vida vale la pena para ser vivida, entramos en el oxímoron más bello: Un instante eterno, que la vida no es otra cosa sino una serie de hermosos, majestuosos, tristes y funestos instantes eternos.
La oposición razón y locura podría bien llamarse razón y pasión. La pasión es eros y thanatos, esa pasión que, creo yo, nace del sufrimiento y genera más sufrimiento, esa Medea que mata a sus hijos, esa Andrómeda que trágicamente se sacrifica. Las mujeres a lo largo de la historia han tenido un rol especial en el arte dramático y los mitos, en Shakespeare los personajes más heroicos son mujeres porque justamente, es algo muy femenino lo necesario para romper el círculo de la tragedia, se necesita estar fuera de lo razonable, fuera de esa razón que lleva al hombre a hacer la guerra fríamente. Aristóteles dice que las mujeres son una versión incompleta de los hombres, del mismo modo define tragedia como el mal que le ocurre a los hombres buenos. Aristóteles razonaba en una época distinta, lo cual aun así no es excusa para no entender que todo el mal viene del sufrimiento, que un castigo justo es castigo que no ve suficiente, que a lo largo de toda la vida de los despreciables hay un rio sangriento de sufrimiento. En este sentido la historia es necesaria, “la historia es un paisaje en ruinas” dice Walter Benjamin. Efectivamente, es perentorio comprender que es un paisaje en ruinas y que necesitamos, como Teseo, de la red de Ariadna para recordarnos constantemente que somos una especie marcada por el sufrimiento, para quizá, en algún momento, salir del laberinto.
El yo es una construcción que, en tanto idealista, permite la construcción de escenarios posibles que trascienden la realidad sufriente. Por eso hay que amar. El amor es la manera de evitar el sufrimiento, es un egoísmo bien llevado, no me debe importar el ser humano porque me lo dijo Dios, me debe importar porque mi felicidad depende de ello.




Hacia una Fraternidad Universal o una “Humanidad”

Ustedes advertirán que “Comunidad Internacional” es un oxímoron grosero. En realidad hablar del amor entre judíos, budistas, cristianos o islámicos es una tarea asombrosamente simple comparada con desarrollar una cultura mundial del respeto. La filosofía de Marx, de Rousseau, tipos geniales que tratan esperanzadamente al hombre, requiere de una masa de sujetos fundamentalmente decentes. La burguesía tiene que ganar en todas partes y en todos lados el proletariado tiene que empezar una revolución. Esto es absurdo, y así, duramente, la historia se encargó de terminar la vida de un bastante confundido Che Guevara, que quería en Bolivia hacer lo que los espartanos hicieron en Termopilas.
El ser humano es fundamentalmente decente, el problema es que no hay seres humanos en ninguna parte, así como no hay moral que valga. Una fraternidad universal no es la elevación espiritual de la moral hacia el corazón de los hombres, es simplemente que la gente reconozca que ese tipo que está en vereda del frente es también, gente.
Hay personas y las personas quieren, respetan, aprecian, pero solo al círculo que la cercanía les permite. Las personas quieren que su pueblo respire, que sea libre, un ejemplo muy evidente de lo poco que importa el vecino es José Miguel Carrera, que en exilio se dedicó a hacer una guerra sangrienta en Argentina pensando en recursos para la independencia.
Otro ejemplo todavía más triste es el Lebensraum, el “espacio vital” del superhombre ario que como lamentablemente tuvo que tratar Heidegger, tenía que salvar al mundo de la destrucción de la técnica y para eso necesitaba Alemania ser el centro de Europa.
Así aplastar la fundación de la cultura parece una necesidad en el camino hacia una fraternidad. Desaparecer la nación en un estado universal de desarrollo es una idea atractiva, pero en realidad, si alguien va a unificar el mundo, va a ser una conquista sangrienta y no un tratado civil.
Entonces, desde los casos particulares, ¿Qué podemos hacer para incrementar el rango de esta empatía que se ve limitada por la cultura, la religión, el lenguaje, las fronteras, la riqueza?
Otro termino muy usado es “países en vías de desarrollo”. No hay países desarrollados y países en vías de desarrollo, todos los países están en vía de desarrollo (o de subdesarrollo) y lamentablemente unos mucho más que otros. El estado de desarrollo es un Estado sartriano porque al igual que el ser-para sí, requiere la negación y la constante mutación. No hay que evolucionar en términos Darwinistas, el ser humano no puede sobrevivir como el más fuerte porque tiene una desventaja evolutiva, una desventaja hermosa, por la cual todos debemos estar agradecidos, que es la compasión por los débiles y los mancillados.
Entonces, la consolidación de la burguesía como el sujeto del Estado hace que el progreso sea para ella misma. Vemos en el estado occidental de la burguesía, en general, lo siguiente:
-          Ignorancia/sabiduría: El avance del conocimiento científico y la técnica que precede el porvenir de la ignorancia y hace cada vez más del lenguaje un medio por el cual se eleva a los sabios a la categoría de dioses de la química, la física, etc.
-          Eficacia/utilitarismo: El avance de la medicina, la biotecnología, la rapidez de las comunicaciones que permite salvar vidas, que permite la producción de alimento para muchos más de los que un feudo podría haber aguantado. La “inhumanización” del trabajador.
-          Universalismo/Ausencia presente: La manera correcta de hacer las cosas viaja de Alemania a Chile. Del mismo modo, el deseo hacia los objetos permite el comercio internacional y un niño quiere juguetes de nombre Inglés, con inversionistas japoneses hecho en Brasil. Contesto el celular en la mitad de una conversación.
-          Amorfía/Igualdad: Voto de la mujer, igualación de sueldos, masificación de una sexualidad libre, inocuidad de lo real, estoicismo radical, legitimización del desenfreno.
-          Libertad/Justicia: Trato expedito e igualitario de la ley, aproximación de la constitución a la justicia, horrible repartición del dinero, derecho a educación, “delincuencia heroica hollywoodense”, ingenuidad de los enamorados, amor al odio, cosificación del arte.
 Muchos han criticado este Estado capitalista globalizado, quizá uno de los más importantes  sea Michelle Foucault que se encarga de describir el poder. Más tarde Derrida, de la deconstrucción que termina en la incertidumbre postmoderna del no acontecer, el arte del silencio. ¿Es arte el silencio? La inacción describe muy bien el absurdo de un ser humano que vive en la mitad de la dimensión del tiempo, y su incapacidad por cambiar o controlar el universo. Este abandono a la conciencia del ser-ahí determina un drástico estado de guerra Hobbsiana donde el Estado no tiene ninguna capacidad para ser un leviatán, porque el leviatán ya está en todas partes, en el lenguaje y el dinero, por ejemplo.
Evidentemente esto acalla, en este postmodernismo el silencio y el ruido de mil voces tienen en común, que no se entiende nada. No hay nada que hacer, no hay una mutación constante del ser humano hacia un futuro esperanzado, o una libertad, o una Historia.
En la liberación de las Américas no ocurrió una serie de hechos caóticos y casuales, pero tampoco ocurrió una respuesta racional o una consecuencia a la dominación tortuosa de los ignorantes españoles. Más bien una mezcla de las dos. Una síntesis histórica, una dialéctica del caos, ocurre cuando una serie de hechos particulares se reúnen en algo que el pueblo, el hombre de la calle, no el “ser”, interpreta en una manera que la rebelión por su libertad explota en una manera tan apabullante y furibunda que desaparece el control de la estructura del poder. Es decir no hay ninguna manera, incluso con el lenguaje, la religión, el sistema económico medieval y la dominación militar que los españoles tenían sobre América latina, para lograr que el explotado aceptase su condición. La rebelión de un hombre es rebelión porque sabe que es un hombre, y para eso necesita vivir, expirar, sentir el aire, no sobrevivir, que significa trabajar obedientemente por metas completamente ajenas a mí.
Ahora el escenario apocalíptico de una guerra nuclear y la globalización son, del mismo modo, una síntesis histórica de todas las verdades del poder que precedían. En la revolución francesa la razón se traduce al poder, la corona tiene todo el dinero del pueblo y hay que arrebatárselo para ser libre, eso es una sociedad de la razón. “ilumina”, ordena, categoriza el mundo caótico de acuerdo a su razón, que hoy es la razón instrumental, es decir, el mundo racional es el mundo que entiendo y si lo entiendo, es porque es lógico y necesario, proviene de mi necesitad, su racionalidad proviene directamente de su utilidad.
En Chile no hubo revolución francesa. La “junta nacional” es junta, de unos pocos, no es “asamblea general” ni “convocatoria”. La independencia de América latina es una hecha por la aristocracia criolla ilustrada. Así en Chile no había tercer estado o proletariado, la clase media surge mucho más tarde en el 1900 con la cuestión social, y hasta hoy no hay industrialización. Chile permanece prácticamente un siglo en el feudalismo de los latifundistas y terratenientes, mirando como inmigrantes cuentas las historias de las guerras napoleónicas, la unificación de Alemania, la guerra franco-prusiana y toda la Historia que ocurre en Europa. Como si aquí no hubiera Historia, solo pasan cosas. Cierto, no un hay desencadenamiento lógico del deseo capitalista por la dominación. La economía, por su parte, viene a visitarnos en el puerto de Valparaíso por el país más avanzado del capitalismo industrial, que era Inglaterra. Hoy compramos a montones de lugares y así surge la impresión de una multiplicidad del libre mercado que caracteriza las economías avanzadas. No es así. La globalización es nada más que otra síntesis histórica, una respuesta al imperio belicoso de Estados Unidos que con “In God we trust” en sus dólares, invade con el mercado y donde no hay mercado, con las armas.
La supervivencia del más fuerte se disfraza en la cultura reemplazando el comer con el tener. Es la ilusión del dinero, creer que la civilización y ser “ganador” pueda significar algún tipo de superioridad evolutiva ante los pobres. Las relaciones de producción funcionan como la monarquía absoluta, el hombre puede ser rico por nacimiento y la sociedad sigue funcionando. Es que la moral se encuentra ya entregada a la moda, si ha Robín Hood le hubieran dicho que no podía robar porque robar era malo desde niño lo habrían condicionado para la práctica. Antes de la moral debe haber una pregunta ¿por qué hay gente que nace rica y otra pobre? ¿Por qué el ser humano sufre? Estamos tal vez por primera vez ante una sociedad donde la amoralidad es posible, cuando entre las luces de la metrópoli hayamos, por fin, caído en la oscuridad de no cuestionarnos nada.
¿Qué me lleva a hacerle mal a alguien? ¿Sirve para algo definir? Creo que sí y por eso me propongo, sino definir, al menos hacerme una idea.
El hombre, antes que nada, tiene necesidades. Esas necesidades, como el alimento, hacen que en la práctica desee una relación con el mundo de las cosas. El deseo es, entonces, un ansia sin respeto hacia la cosa. La conciencia del hombre que desea se encuentra en un estado de intercambio físico con la materia. No es una conciencia del ser que se cuestiona el ser, es la expresión de la dimensión real del ser en la cosa.
La necesidad física del hombre hace que las limitaciones del mundo en el que vive hagan del deseo un constante sufrimiento, a la vez que un placer  de la búsqueda, que se ve en los sueños. En los sueños yo tengo un deseo agarrado. Hay que deshacerse del deseo sufriente constante y vivir en el deseo a través de la dimensión extraterrenal del humano, que es el arte, la religión, los amigos.
Esta ansia sin respeto ni amor, no es moral, la moral son reglas y orden y el orden se ha prestado clásicamente al servicio de la depravación. No es mala ni buena, pero cuando la necesidad trasciende la conciencia, cuando la necesidad se sobrepone a la posibilidad, este deseo toma la forma del amor hacia la cosa, el apego.
El apego nace cuando una persona que desea la cosa somete su voluntad a lo ausente de la vida. Es comprensible que queramos comer, pero cuando comenzamos a devorar chocolate sin límites, cuando hacemos nuestra vida en función y fin de la materia el deseo deja de ser una expresión de necesidad para convertirse en un medio por el cual suprimir a la conciencia.
Desprenderse de este deseo se hace interminablemente necesario porque es el hambre por el hambre, que interminablemente destructiva. La manera en la cual se alcanza el desapego es a través del respeto, el aprecio y el amor. Opuesto al amor está el odio, el sentimiento de derrota encarnado en una antítesis abominable. Opuesto al querer, el afecto, está el desprecio, saltar por la vida de meta en meta suprimiendo la legítima búsqueda del otro. Opuesto al respeto es la desidia estoica de la ignorancia, dejarse al destino como ni nada importara, pasar en condición de torre inquebrantable por el universo, los conflictos sociales, esta ignorancia que permite decir “los pobres son pobres porque son flojos” y así vivir en la comodidad de un orden o una justicia, cuando claramente no la hay. Por último está el asco. El asco es el vislumbre de lo ajeno dentro de mí en la realidad cotidiana, es decir, a los nazis le daban asco los judíos porque los judíos eran más inteligentes, más ricos que el germano común y corriente y representaban un problema para ellos. Nuevamente, razón instrumental. Los bichos y las ratas dan asco porque a lo largo de la historia de la humanidad han cargado numerosas pestes y enfermedades, la supervivencia y la evolución se ha desarrollado para que los encontremos repulsivos.
El respeto consiste en el reconocimiento mediante el cual lo intrínsecamente sensorial da forma de admiración al universo sensible. En otras palabras, darse cuenta que hay un perro en mitad de la calle y ese perro convive conmigo, que resalta un sentimiento de comunión con la existencia de manera que no atropelle al perro. El respeto no es suficiente en el camino de la empatía, dos enemigos a muerte pueden respetarse, el respeto es meramente el reconocimiento, lo cual significa que cuando la necesidad es muy grande esta hará que lógicamente se llame a la destrucción.
Había dicho que el amor es querer darle la vida a una persona. Esto no es completamente cierto, pero lo desarrollo: El amor es el aliento de la vida, es aliento porque inevitablemente viene a expresarse fuera de mi entendimiento metafísico del universo. El amor a la música, por ejemplo, es algo extremadamente intangible,  que hace que cuando vea una guitarra, esa guitarra me guste. El gusto es la expresión del amor abstracto hacia una cosa concreta, es contrario al asco.
Si me junto con un grupo de músicos todas las semanas a tocar, a esas personas yo las quiero, si las quiero como una expresión de la comunidad musical, de la inscripción realista de la idea “música” este querer se llama arraigo. El arraigo es un apego a lo intangible en lo tangible, que expresa el amor. Si yo me siento arraigado en mi academia musical es porque el lugar físico contiene una cantidad de vivencias que, junto a personas, interpretan el amor a la música.
El amor como aliento de la vida funciona porque el ser humano es un ser que inevitablemente, en todas las decisiones y probabilidades, muere. El morir garantiza una trascendencia inimaginable al instante, porque tanto invaluable, vence a la muerte. La necesidad se encarga de luchar con la muerte, el amor es el estandarte de victoria que, en tregua, permite regalar el tiempo que no tenemos, pero que por no tenerlo, no palparlo, apenas rozarlo, es tanto más nuestro. Alguien que en el borde de la muerte le dice a su hijo que lo ama es alguien que entrega el infinito de la posibilidad de la supervivencia porque se da por vencido, le entrega a la necesidad la carta de renuncia, y conociendo su derrota encarga el futuro a su descendencia. Ese futuro, esa incertidumbre, es más que el futuro de la especie, es el futuro de la vida, es el infinito de la vida que termina en un presente inminente a todos nosotros. Es una flor el desierto, la vida en la muerte, el solitario vencedor al sol en el océano interminable que es morir.
Pero no podemos amar a todo el género humano. No podemos amar a gente que ni siquiera conocemos y reconocerlas no basta. Al estado medio entre el resto y el amor llamaré querer. Querer es resultado del reconocimiento de las mismas metas, la misma existencia dentro de un mundo común, a la cual se agrega el tacto de la misma angustia existencial por la muerte. Es, ante todo, un querer vivir que requiere la expresión del deseo a través de lo extraterrenal y niega del apego inmanente. Querer nace de ver en otro humano la misma meta (vivir) y la misma angustia (morir) Esto invita el sentimiento de camaradería. En japonés hay una palabra muy propia: Nakama es amigo, colega, camarada y compatriota. Compatriota de la patria interminable que significa la vida humana.
Eso que hace a un amigo un amigo, es el querer que encuentro entre el respeto y el amor. De mi amigo, amo su conciencia ideal. Respeto al ser humano de carne y hueso. El deseo es el ansia, el querer verle la cara, darle la mano, abrazarlo. Un hibrido armonioso.
Hay que despertar la conciencia del hombre material del capitalismo y la técnica para que viva con la muerte. El conquistador capitalista  no reconoce iguales porque es un inmortal apócrifo, inconsciente de su condición humana, esclavo de su deseo. El poder abandona la búsqueda y pierde al deseo por las cosas, ve el amor en su deseo y, por tanto, cae en la locura. Hay que desear como una expresión de la necesidad y después apagar el deseo para que se una al ansia por las cosas entre el amor de la conciencia. El deseo por la cosa que no proviene de la necesidad verdadera, el hambre por el hambre es una sumisión del aliento de la vida a la permanencia de la cosa.
La curiosidad de la pregunta por el ser es una expresión de querer, porque proviene del respeto y admiración, el reconocimiento por el mundo que me rodea y que, en efecto, está ahí. ¿Existe? Existe. Con un tinte de amor por la vida que transcurre dentro de él, el ser humano existencial le da la condición al mundo de existencia en tanto se reconozca dentro de él con la intencionalidad de la conciencia arrojada, no fuera y aparte del mundo.
El conocimiento “la verdad” es una respuesta al deseo, al ansia por objetivizar el objeto que destripa todo respeto por el universo. Los grandes científicos aman el universo, los grandes científicos tienen una curiosidad inagotable que nace de lo maravillosamente infinita que es la pregunta por el ser.
Es importante el universo porque una persona, cualquiera que sea, vive en el universo. Universo es unus (uno) y versus (contra), lo que se opone al uno es lo que lo rodea, o sea universo es uno y todo lo alrededor. De la misma forma una persona es Uno y la diversidad, uno (el hombre) y la diversidad (la persona) con esta fórmula amar al ser humano es amar a uno mismo, y en realidad, el amor no hay que hacerlo por otros, hay que hacerlo por uno, que tiene una vida y cada instante es infinitamente precioso.
¿Cómo hacer que el hombre quiera a su vecino?
Querer a todos los seres humanos es complicado. No es querer al hombre, es querer a un hombre y después quererlo 6 billones de veces más. Esta postura requiere de una mente despierta, una mente dispuesta, una mente valiente, que se aferré a la vida sabiendo sus rincones oscuros y sus callejones sangrientos.
Las revoluciones requieren crítica. La dialéctica histórica optimista tiempo ya lleva descartada y escupida por la sangre de los inocentes y por eso, hay que ver con cuidado, hay que esconder el fusil debajo de la bandera y la bandera en el sótano, porque valentía e ideales en el siglo XX ha sobrado.
Pero si la libertad supone critica, alguna vez, entre todas las opciones, todas las alternativas, todas las decisiones, alguna vez y más habrá que decir no, nunca, jamás, mentira, está mal, para erguir sobre ese horrendo lugar que detestamos una estatua nueva. Esta otra, con suerte, derribada por nuestros hijos. Puede traducirse a un problema de certeza matemática ¿Cuál es la probabilidad de que en el práctico infinito que significa la vida de un miserable humano se esté de acuerdo con todo? Entonces ¿Cómo es posible que de igual forma cientos de millones de personas piensen que una sola cosa funciona para todas ellas? ¿Cómo puede ser, que ese único fragmento de realidad del liberalismo económico, capitalismo o como quiera llamarse sirva para complacer a todo un mundo de personas?  Hay una estatua que levantar,  y esa estatua no se llama comunismo, ni marxismo, ni socialismo, esas son viejas estatuas. Hay otra, hay en alguna parte una revolución astronómica que rompa lo inamovible con la fuerza y convicción que solo los mortales pueden tener y eso yo, puedo asegurar con precisión matemática.
Hay que querer a la gente.

domingo, 13 de febrero de 2011

traduttore, traditore


Del italiano: Traductor, traidor
Macbeth:
To-morrow, and to-morrow, and to-morrow,
Creeps in this petty pace from day to day,
To the last syllable of recorded time;
And all our yesterdays have lighted fools
The way to dusty death. Out, out, brief candle!
Life's but a walking shadow, a poor player,
That struts and frets his hour upon the stage,
And then is heard no more. It is a tale
Told by an idiot, full of sound and fury,
Signifying nothing.

Mi traducción:
Mañana, mañana, mañana
Se arrastra a insignificante paso de día a día
Hasta la última silaba de tiempo grabado
Y todos nuestros ayer han develado idiotas
El regreso a polvorosa muerte ¡acaba, acaba, fugaz vela!
La vida es una sombra caminar, un pobre actuar
Exhibe e inquieta su hora en el escenario
Y luego no ser escuchado. Es una historia
Dicha por un necio, llena de sonido y furia
Expresando nada

Hay que pedir perdón a Shakespeare.