Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

domingo, 30 de enero de 2011

Chile y la política

Se ha dicho que la izquierda es revolucionaria y la derecha conservadora, se ha dicho que la izquierda es consciente y la derecha opresora, se ha dicho de la primera inmadura y la segunda curtida, se ha dicho tanto y tantas cosas que la política llora en un rincón apartado, aquí vive la política, tanto como vive en la revista miss 17, y quizás menos.
La colonia y las abundantes dictaduras han dejado en Latinoamérica, y en Chile particularmente, una costumbre curiosa. La polémica sobre la sexualidad de celebridades, así como discusiones irrisorias y superficiales aparentan ser algo verdaderamente serio y problemático; es un acuerdo implícito, el de “no pelear” que supone no tener opinión sobre nada. Incluso en las discusiones de política nacional se nota la educación tan vacía en la cual todos participamos; argumentamos a favor de nombres, no de acciones. Pareciera que fuera más importante decidir el linaje del rey que velar por el interés de la corona.
Tomad orgullo en que viváis en democracia, en que es posible enhiesto declarar que la política no interesa, es este analfabeto que engendra el huérfano, el vagabundo, el enfermo y el corrupto, no somos todos iguales ante la noche, faltaría el sol para quemar los vampiros que circulan inadvertidos y chupan la sangre de nuestra patria.
Democracia tiene multiples significados, para mí la buena política es la que atiende los asuntos del pueblo. La verdadera democracia, sin embargo, requiere por supuesto primero ver los conflictos, y luego, admitirlos.
Idiota, derivado del griego Idios (privado, uno mismo) se usaba para referirse a un ciudadano egoísta a quien no le importaban los asuntos de la polis, que no es más que una familia extendida. “Madre Rusia” algo como esto jamás se ha dicho, ni del padre estado ni de la madre patria. En Chile vivimos en la hegemonía y la memoria inexistente, cierto que somos jóvenes, reconocerlo sería un paso delante de la nación que convocamos en el artificie de fiestas patrias, exhumar conquistas hace tiempo pasadas, erguir monumentos a militares que nos liberaron, de qué sirve todo esto si las masas se contentan con su trabajo. Ir al colegio es ser instruido en lo que uno puede aprender, ser destripado de la imaginación, ir a la universidad es repetirse a uno mismo que no alcanza el tiempo para más de una cosa.
Existen por supuesto los que ayudan, benditos los médicos honestos, benditos los que investigan maneras de acabar con el hambre, ¿A qué le pude llamar ciencia social, sino a esto? A pesar de estas personas, tan raras, circula un aire de apatía, como si la ética fuera algo ingenuo e inútil. Lo mismo en la política, a mayor escala. Aquellos que entran a la moral a través de la religión deben recordar que hubiera sido Israel un lugar más justo en tiempos de Jesús, quizá no lo habrían torturado y dejado a desangrar al sol.
"¡El hombre ha nacido para la felicidad y para la libertad y en todas partes es esclavo e infeliz! ¡La sociedad tiene como fin la conservación de sus derechos y la perfección de su ser; y por todas partes la sociedad lo degrada y lo oprime! ¡Ha llegado el tiempo de recordarles sus verdaderos destinos!" 
                                       Maximiliano Robespierre

sábado, 29 de enero de 2011

El milagro de la bandera

¿¡Pero dónde encuentra uno la nación!?
-Baja el tono, no vayan a escucharte
-Todavía con eso-le dije mientras apaga mi cigarrillo en la mesa plástica-este lugar es lo más cercano a un hogar que tendrás, mientras esos cerdos británicos estén aquí no hay seguridad que valga. A veces quiero quemarles una bandera y terminar con todo esto, no hay nada peor que el agotamiento que trae no hacer nada.
       - No digas eso, ya has hecho mucho, más de lo que la madre Francia te hubiera pedido, estoy seguro que Jean D’arc y Robespierre te miran con orgullo y envidia, expectantes.
Alain estaba casado con una hermosa joven. Incluso comprometido como era a su país, esto le limitaba. No hay lugar en política para quienes temen por su vida, para quienes tienen algo que perder.
Los dos hombres charlaban: Uno de mediana edad, con barba descuidada, un semblante duro y frio, el otro más joven, actuaba desesperadamente por aparentar una postura irascible, aun en contra de sus constantes dudas y confusiones.
Caminaron por un largo pasillo iluminado tan sólo por la mera luz tambaleante de un arcaico foco, que rebelaba las blancas paredes de un antiguo hospital. Al final de tal pasillo fueron despedidos con los saludos de ambos guardias, guerrilleros, que si no fuera por la boina con la flor de lis, bien podrían ser policías.
Cuídate, y no olvides a Francia- le dije mientras prendía un cigarro.
Alain llegó absorto, el tiempo que le tomaba entre salir del cuartel y tomar las llaves de su hogar era tregua. Un trance en el cual no tenía que plantar semblante belicoso, ni actuar de hombre que ama el mundo, ignorando con sorprende eficacia todos sus callejones oscuros. La locomoción colectiva, separada para los ciudadanos franceses, era realmente horripilante, pero su estado vomitivo no parecía afectar en absoluto a la mente de quien anda perdido en un sueño, encontrándose ocasionalmente a sí mismo.
Tomó las llaves de su casa y respiró hondo. La lujosa puerta de madera se abrió y el suspiro marcó el tiempo de otro acto, cayendo el telón se escucharon las palabras de bienvenida: 
        -¡Volví! Gritó expidiendo todas sus fuerzas, para derrotar su propia voluntad 
        -Vuelves temprano- dijo con una sonrisa la hermosa Adèle
Cada vez que regresaba irrumpía la sorpresa, sin creer en la belleza de quien le acompañaba, a un desgraciado como él, a un maldito rico corriendo con panfletos entre sombras, una dama tan radiante que opacaba todos sus Renoir.
Transcurrieron dos horas antes de la comida, en las cuales bebió café y miró televisión. Pasaban una comedia británica de la cual se valía para repasar las actividades de los revolucionarios. En su mente meditaba el itinerario de aquellas ilícitas actividades que envolvían sus sueños. 
            -He estado pensando que nuestra hija debería ir a un colegio británico, estoy seguro que con tu puesto podrías lograrlo.
Apresuradamente enmarañó alguna mentira para evitar revelarse. Antes de que supiera que había dicho cinco minutos de improvisación poco prudente dejaron un portazo, Adèle se retiraba a su habitación indignada. El agrio gusto de la victoria desenterró algo recóndito en él. Como Napoleón, supuso que otra victoria apagaría la llama de la ponzoña.
       -De entonces a ahora han pasado dos meses y no te he visto más decidido jamás- dije apagando lo que sería quizás mi último cigarro- Yo pensé que moriría de este veneno, pero me has brindado la oportunidad del honor, pase lo que pase, hoy se decidirá.
      En la habitación, reunidas las cabezas se disponían a un asalto. El plan era simple: matar al jefe, decapitarlo, exponerlo en una pica, quemar las banderas viejas, salvar la patria. Se equivoca el viento al creer que huyendo de un lado a otro cambiarían las cosas, las guerras corren como el sol que nace y cada día parece que todo se ha olvidado.
        -¡Viva Francia!
Con ello se abría la escena del clímax, disparos, morteros, artillería, el fuego prendía la noche. Alain trotaba con sus compatriotas a la plaza de la concordia, pasaron por debajo del arco del triunfo y sus espíritus se elevaron.
La avenida Campos elíseos era en ese momento un infierno. Jóvenes y ancianos se escabullían exasperados, gritos de niñas pequeñas y sangre sobre sangre, aquel escenario dantesco era el que preveía la victoria. Alain quiso ayudar a una niña atrapada bajo un poste de luz, se percató que ello denotaría su muerte.
Del Obelisco en el centro de la plaza colgaba la enorme bandera británica. La refriega fue intensa, avanzar parecía imposible con las oleadas de metrallas que regaban cadáveres inocentes. Los combatientes usaban los cuerpos amontonados como barricada y disparaban con ingenuas esperanzas sus anticuados rifles.
Alain pensó en ese momento que le habría gustado ver el final de aquella serie a la cual nunca prestó mucha atención. Su oración fue interrumpida cuando reconoció aquella escultura viva tan hermosa que abrazaba a una niña rubia, vistiendo el uniforme del Holy british school. Sus ojos ciegos dejaron entonces las luces de metrallas para saltar sobre cuerpos y abominaciones deformadas.
Que providencia divina lo hubiera tocado para alcanzarlas, cuando cubrió con su espalda a las dos mujeres, no lo salvó de numerosos disparos. De rodillas, contento, notó el vestido de aquella mujer, él como todo hombre de dos caras, conocía la ropa de su esposa, aquel vestido azul de puntos nunca le había visto.
El obelisco, asediado por una granada, se desmoronó. Entonces vieron todos: La bandera se había teñido azul, tenía la flor de lis dibujada. De repente todas las armas de la ciudad se atascaron, de repente, con el último suspiro de Alain, comenzaron a reír unánimemente soldados ingleses y guerrilleros franceses, entonces fue que prendí un cigarro.

martes, 25 de enero de 2011

Falsa filosofía

¿Para qué podría servir construir una teoría o tesis filosófica sobre una frase como “todavía queda”? Consideré exponer la ya reiterada obscenidad de la razón. Más vale para mi pensar en qué hacer con este absurdo.
Abstracciones completamente apartadas de la realidad, tanto de la concreta como de la introspectiva, no abrazan el más mínimo toque de trascendencia. Por el contrario, brillan por su inutilidad. Es así como silogismos ridículos aparentan profundidad. La oscuridad emociona al ser humano porque las verdades profundas son oscuras, sin embargo, hay también en la oscuridad una sarta de estupideces.
  Ilustro con el siguiente ejemplo:
  A) El ser es todo lo que el universo comprende
  B) La finitud es característica de lo tangible
  C) Lo tangible es parte del ser, el cual es infinito.
Por tanto, lo tangible es también, infinito como el ser. Sin embargo lo tangible es finito. Podría decirse entonces que aunque lo tangible es finito, todavía le queda.
Además de la obscura transformación del lenguaje para servir de escudo a la ignorancia pasando por sabiduría (el ser en vez del universo, etc.) estas falsedades posibilitan la perpetuidad del conformismo. Pasamos de la razón a la adoración pseudo-religiosa en la veneración hacia el omnisciente hombre que habla en términos más allá de nuestro alcance.
Puedo asegurar con bastante certeza que usted pensará, si ganase la lotería, su vida cambiaría. Parcialmente tendría la razón. El dinero, aun el táctil, es tan abstracto como el ser, y ocupa las mismas mistificaciones- “poder adquisitivo”-
Resulta que en el tiempo entre ganar la lotería, reclamar el premio y comprar su camisa de ensueño usted no ha cambiado en absoluto. Tampoco lo ha hecho su realidad. Lo que sí ha cambiado es la percepción que se tiene sobre esta melancólica libertad tan oprimida, encarnada en papel pintado.

De aquel amor de música ligera


Placer y amor han llegado a ser cosas completamente distintas e independientes en la frivolidad sexual, pero se mantienen unidas, o así me gustaría pensar, por algún ferviente amor constituyente hacia el universo entero y el género humano. Será quizá este amor encarcelado que rehúye por los poros de la promiscuidad.
¿Qué es la amada? Una flor en el desierto. La expresión artística. Si yo amo la música porque es la belleza del mundo, uno perfecto e infinito, aun con lo irresponsable de esta idea inviable. Yo amo a la persona como la unión armoniosa de música y literatura, de arte y cine, arboles, dulces y pasiones.
Sobre la particularidad de la flor queda poco que decir. Habría quizá que catalogar según amores serenos del loto y pasiones carnales de la rosa. Lástima que en el desierto haya espinas.

domingo, 16 de enero de 2011

Por una mirada, una canción

Aunque no solía rezar y no era propio de él caer en la desesperanza, últimamente una imagen recurrente le venía a la cabeza. Lo que primero aparecía en sueños ahora comprendía la totalidad de su imaginación, y es que no podía tocar una nota sin verse a sí mismo de rodillas, con las dos manos aferrándose fuertemente a sus puños, la cara hacia arriba y gritando con una expresión demoniaca. Había llegado a odiarse a sí mismo sin saber cuándo ni por qué.
Sentado en la esquina de su cama el cello posaba con descaro frente a él, sonaba para sus oídos mucho más fuerte que su errante esposa gritándole enfebrecida. Las curvas del instrumento, sensuales como eran antes, le provocaron asco. Pensó entonces en gritar con toda el alma, para que el mundo entero escuchara, luego se dio cuenta que eso no era posible.
Llegó un aviso sobre un importante concierto para la orquesta, lo recibió con descontento y lo trató con desprecio, dos meses después el mismo papel se encontraría enterrado debajo de las pilas de cuentas y revistas amontonadas en el mueble de la entrada. Coincidentemente era ese día y ya se veía malamente parado en la estación de micro a esta criatura que no movía ni siquiera los ojos. Extrañamente por dentro le parecía a él que se estuviera tambaleando.
De repente el viento trajo un silbido extraño, reconoció la melodía de “El bueno, el malo y el feo” y giró lentamente hasta ver la tienda de ropa detrás de él. Dentro de ella un anciano empleado limpiaba con fervor el piso mientras silbaba. Mirándolo detenidamente era un baile, el vetusto hombre estaba bailando con su trapeador.
Su cello escapó de su estuche y vino a dar a sus manos, el tiempo se había detenido cuando comenzó a tocar la melodía, aunque sonaba el estruendo de la locomoción su cello se escuchó entonces en el abismo más recóndito del universo. El hombre a través del escaparate lo vio y le dirigió una sonrisa, una poderosa mirada que arrancó una lágrima. Por su mejilla, una lágrima que lo sacó del mar deslizaba.

martes, 11 de enero de 2011

La Comedia

 “¿Qué es la comedia? Bueno... la comedia es tragedia, más tiempo”
                                                                                                                 Woody Allen, Crimen y Pecado
Tiempo y distancia es todo lo que hace falta. Lo que la comedia es: Una extensión de la felicidad, la tragedia con ojos blandos. El fatalismo no tiene espacio en la crítica, pues la comedia es, de algún modo, el mal humano en todo su esplendor.
En las primeras obras de Aristófanes, el precursor griego de la comedia se burla de renombradas tragedias, haciendo uso a menudo de fragmentos e incluso personajes de ellas. La comedia es un género teatral, el teatro es una verdad vestida de estafa, menos duele la caída cuanto menos conozcamos al caído. En primera instancia apela a algo que me cuesta aceptar, dada mi convulsión al género, la comedia es la expresión de empatías limitadas.
En esta razón surge un protagonista estereotípico e indolente. Si en la tragedia teníamos a un héroe de ideales fuertes, que lucha contra un destino lacerante, ahora tenemos frente a nosotros a un verdadero despreciable que de mala gana se levanta y se mofa del mundo diciéndole “Ven, pues yo no te sigo” El ladrón, el pícaro, la escoria mas indigna es la risa más retorcida. No podemos quererlo, pues debemos reírnos de sus mal pasares. En ello los gustos personales. Grecia era un universo reducido, el problema que entra en el mundo globalizado es la que las identidades personales están no ahogadas, sino ahogándonos. Unos se rien de las doloras caídas de torpes señoras en la calle, otros se rien del mal arte y el poco talento, otros de los corruptos políticos, o de las violentas acusaciones mordaces de los “flaites”. Siempre el otro es un inmoral, un desvergonzado. Quizás lo sea, pues reírse es definitivamente pasarse de la guerra al vino.
Recuerdo la perplejidad indignada de alguna señora ante el reiterado chiste del pastel en la cara. Una broma practica estadounidense que expresa la fobia encarnada a la vergüenza, el polo oscuro del calvinismo moral cristiano y de aquellos que han ganado demasiado demasiadas veces, el terror a la vergüenza. No es extraño que no resulte chistoso para nosotros, que en Latinoamérica es nuestra hermana más querida. Nacemos en la vergüenza de un territorio derrotado, de un imperio encima de otro y una cultura renegada, pues riámonos de algo menos cercano.
Como género dramático, el conflicto requiere un enemigo. El enemigo del caso es siempre uno: La sociedad. No supone que la sociedad sea el ambiente, en realidad, la sociedad antitética de la comedia es expresada mucho más en el anti-héroe que en los personajes secundarios. Tanto más si este parece feliz y contento con su escape, se trata de un desertor, nosotros los receptores catárticos contemplamos en envidia esta posición, sumamente cómoda, del anti-héroe que no puede tomar parte activa en la propia vida. Es el teatro dentro del teatro, la burla y la mofa de aquello que nos resulta extremadamente difícil, renegamos la cotidianeidad y la imposibilidad de su importancia, la cual nos enseña a diario que no es así, y nos despierta a escobillasos. 
Desafortunadamente no hay lugar en la comedia para la amnesia. Es la propia identidad de la persona en la sociedad, no del sujeto, sino de la máscara. De las intenciones mal logradas. Tiene mucho de buddhismo, renegar el deseo con tal facilidad, contentarse con la vida, hay que estar loco, loco de remate. Desafortunadamente tengo que discrepar con Nietzsche en esto: “Dichosos los olvidadizos, pues superan incluso sus errores”. Más bien dichosa la memoria, pues se ríe incluso de lo que aun no ha hecho.

La tragedia


“Ser o no ser, esa es la cuestión:
si es más noble para el alma soportar
las flechas y pedradas de la fortuna despiadada,
o tomar armas contra un mar de adversidades
y en oposición, terminarlas””…”” Morir, dormir:
dormir, tal vez soñar”
Resulta inevitablemente complejo saber si la tragedia es una invención o un descubrimiento. De tono trágico es el final de cuales pocos pétalos podamos desprender antes que nos devore el sol traicionero, sin embargo las flechas pueden hacer el largo trance hacia las sábanas aun algo más que un reloj de arena descompuesto.
Tanto más trágica es la travesía cuanto necesaria u cercana, dice Aristóteles: “El placer trágico es el de la piedad y el temor” La evolución de la tragedia griega desde algo mágico y de carácter moral, a un relato sumamente realista, del miedo y sufrimiento nuestro al ver los extremos de la desgracia que seguramente nos caza. De la alta retorica y los destinos trascendentes, oráculos y hados horripilantes, a la tragedia cotidiana de la futilidad. El héroe griego de antaño tenia tanto de Apolo como de Dionisio, cual de ambas fuera el origen de su tragedia es otro problema en su totalidad. Clama Hamlet:
No te corrompas, corazón.
Que el alma de Nerón no invada mi ánimo
Pierda yo bondad, mas no sentimiento.”

La lucha es desigual, si el ser se encuentra en oponerse a los dioses o rendirse a la fatalidad no cambia el panorama de búsqueda perpetua. En la obra de Esquilo el antagonista podía ser Zeus tiránico, hoy es el propio Edipo quien forja la lanza que habrá de darle muerte. No se habla de Jesús crucificado como una tragedia clásica, se juzga un descanso en el paraíso, sentado al lado de su padre. La mimesis del espectador con el personaje termina en este desenlace trágico con algo sumamente bizarro: La introducción mezcla al personaje con la persona, el desarrollo determina la tragedia y el final catártico, sea bien de proporciones morales o lamentos épicos, es final en la obra, mas no en la persona. Jesús descansa, Hamlet deja de añorar la sangra de su falso Rey y nosotros aun derramamos lagrimas. Ra roba el día en batalla y en la noche gobierna Apofis, la tragedia es rendirle honor a esas estrellas oscuras que nos tientan a correr. La muerte misma incita la resurrección, y el teatro clásico es con toda seguridad un templo al aire libre.

El deseo al asesinato por justicia, distanciarse de Apolo porque es lo necesario, es esta vivencia paradójica de nobleza imposible que hace caer en el abismo. No se crea una oposición entre la razón y las pasiones carnales, pues tanto la daga envenenada como la mejilla ofrecida son ínfimamente racionales, y corresponden más bien a instintos primitivos. Las más grandes tragedias son las que expresan algo que todos llevamos dentro, debajo de pesadas cargas que lo asfixian, elegir ver cada personaje, de los muchos que hacen cada tragedia propia, es sentir los rayos del sol sin verlo.

Todo el drama de la vida se vive a través de otros, incluso en esos momentos de soledad, varado naufrago en una isla desierta recordamos el cariño de los amados, esta maravillosa posibilidad de convertirse en otro, de ser con él es lo que potencia mirar la luna y a través de ella, el sol completo, en toda su grandeza. 

El zoológico

  -¿Qué me dice de la ola de información que clama un pasado donde no vivíamos en celdas?
  -Bueno tú tienes que entender que estas sectas de terroristas harán y dirán cualquier cosa para…
Otro día de noticias sin nada nuevo, más vale que me vaya a la cama, mañana es un gran día.
Y pensando eso Mario Larraín se retiró a descansar.
Salía el sol de la mañana y nadie en la ciudad podía verlo. Las paredes de cemento y rejas de frío acero interponían el camino de la naturaleza. Mario introdujo su tarjeta de identificación y las puertas se abrieron, corrió apurado al transporte.
 -¿Cómo amaneció hoy mi señor Mario?
Inmerso en los planos de la nueva celda que había diseñado Mario no respondió la preocupación cotidiana de su chofer. El servidor, inseguro por su posición de trabajo, resolvió no importunarlo más.
Dime Jaime, ¿no te dan lástima los animales del zoológico, sin nada que hacer, ninguna agenda ni horario?
  -A esas criaturas no les importa más que comer mi señor Mario, no tienen ni un respeto por el orden establecido y el trabajo honesto.
  -Sí, seguramente tienes razón.
Mario nuevamente entró en un estado de impermeable reflexión sobre la presentación que  se aproximaba en pocas horas, la cual era decisiva para el futuro de su ya renombrada carrera.

viernes, 7 de enero de 2011

Sobre Twilight


¿Por qué es que últimamente las historias de aliens, hombres lobos, viajeros del tiempo y superhéroes con poderes inverosímiles, son cada vez más populares? ¿Por qué la juventud se ha envuelto en un velo de melancolía apocalíptica, e ingenia una incipiente  religión  de películas como Crepúsculo, donde el amor existente en la  realidad  palidece de vergüenza ante el profundo e imperecedero, que experimentan los protagonistas de la película?
Al parecer la tendencia en esta era de escepticismo, donde ya ni siquiera la ciencia o la razón de los iluministas tiene lugar más que bajo la etiqueta de “ingenuos”,  es la de creer lo increíble, desear lo inconcebible y demostrar inexorable estoicismo ante las vicisitudes de lo presente. Será que la existencia ya no vale la pena. En efecto, la mera supervivencia parece haberse perdido en la cultura, donde, opuesto a nuestras raíces de cazadores, ya no es clara la búsqueda por nada, la carencia de sentido en nuestra rutina se hace ignominiosa  cada día.
Donde Heidegger postulaba un “proyecto caído” ya no hay más que el absurdo, ni deseo por salir de él, escapar, cuando nuestras mentes pueden llevarnos a un mundo perfecto donde podemos amar a seres inmortales, a su vez capaces de despedazarnos cuando se les plazca.
 Y a este amargo sentir no hay mejor ethos que el del adolescente urbano. Si la evolución nos ha puesto demasiado encima de los otros animales, si el aburrimiento es tan evidente que ya no vale la pena vivir, el mejor amigo del apocalipsis es aquel que aun no encuentra su lugar en el mundo, aquel pionero de la identidad que en culturas “hiperhumanizadas” añora el desarraigo, es misántropo en la era de la comunicación y sufre el sentimiento de un destino fatídico, al pasarse horas y horas libres en casa sin nada que hacer, más que evidenciar lo apócrifo de su existencia.
Consecuentemente, la novela romántica Crepúsculo de Stephenie Meyer ha vendido 25 millones de copias, con su versión filmográfica alcanzo equivalente, sino superior éxito.
Bella Swan (Kristen Stewart) es una adolescente sumida en este abismo de aburrimiento cuando se muda a vivir con su padre Charlie (Billy Burke) en Forks, un pueblo minúsculo, luego del matrimonio de su juvenil madre con un jugador de las ligas menores de beisbol.
Rápidamente el lugar adquiere una hostilidad ausente, que la abstraída Bella (sic: “yo soy de las que mueren en silencio”) experimenta en la inmutable realidad de las personas globalizadas que en su escuela, a pesar de intentar una calurosa bienvenida al nuevo eje de atención, no le merecen interés a Bella.
Y entonces aparece el ingeniero de un mundo quimérico. Edward Cullen (Robert Pattinson), un ser inmortal, rompe nuestro esquema y nos transporta del frío clima de Forks, Washington a una reinvención del paraíso, en un amor sacado de una tragedia griega, pues la naturaleza de Edward (un vampiro) lo hace añorar la sangre de Bella.
Raudamente nos percatamos que Edward, al igual que Bella, es un ser excéntrico dentro de su raza; forma parte de una familia de vampiros “vegetarianos”, que intentan pasar la eternidad alimentándose sólo en base a ganado.
Después de una inesperadamente calurosa bienvenida a la familia de Edward, Bella se ve amenazada por un vampiro cazador, y a pesar de la protección brindada, termina en una experiencia cercana a la muerte. Más tarde y a pesar de sus advertencias, Bella replicaría a Edward su decisión al no dejar que se convirtiera en una vampira.
¡Qué masoquista! aclamarán ustedes. No veo yo más que un escalón arriba en la evolución del hombre.
Se nos ha presentado un animal superior al invicto ser humano. Uno que con la frialdad y eficacia de las maquinas, no duerme, es fuerte, ágil, hermoso, encima de todo inmortal.
En el polo opuesto sin embargo, se nos presenta otro ente mítico, el hombre lobo Jacob Black (Taylor Lautner), un amigo de la infancia de Bella, miembro de la tribu Quileute. Estos hombres lobos viven en comunidad, proporcionan calor en contra de las gélidas temperaturas y vigilan incesantemente a “los fríos”. Son guardianes titánicos del género humano y como tales, poseen muchos de nuestros defectos.
Desde una nostalgia por las raíces salvajes, el cariño de la familia integrada, a un ser frío, inmortal, que permanentemente sufre sólo por la atrocidad que significa su existencia, ¿cuál me es más cercano a mí, una pequeñez envuelta en el medio?
Este debate hace la trama de la historia interesante, porque no es el debate de Bella, sino el de todos nosotros, miembros de la sociedad de la tecnología,  especialmente los que suponen inútil y estúpida toda forma de religión, y ansiamos en “silencioso sufrimiento” la existencia de los extraterrestres, los superhéroes, los vampiros, los viajeros en el tiempo, cualquier cosa que me permita lidiar con esta realidad insoportable.

Por un beso, la vida

En Kioto de 1864 durante la restauración Meiji, en Japón, el infierno parecía una alternativa pacifica, un descanso apetecido de la refriega incesante entre clanes y guerreros, todos enérgicos entusiastas por arrojar la vida. En este profano reinado de noblezas nubladas no había un alma más nerviosa que la de Saito Hajime.
Saito acababa de consumar su matrimonio con Takagi, aquella mujer, por largo tiempo cortejada, comprendía todo el universo de su imaginación. Gracias a ella todos los días la comida sabía mejor, los ríos eran de cristal y la sangre derramada de seda. En la confusión de compañeros asesinados, cada noche una estocada de claridad mantenía la cordura del dulce sabor en sus labios. No había duda ni pregunta, Takagi era el ser más hermoso de la tierra.
Tal paraíso era muy lejano al renombrado filo de su arma. Saito era reconocido como un gran espadachín, tantas vidas había privado de júbilo, tantos hombres arrebatado a sus mujeres, tanta sangre corría, el asesinato de cientos de seres humanos lo apartaba, a él, un héroe, que era mirado con admiración. Aquellos jóvenes discípulos de la causa le arrancaban una oscuridad muy profunda y absoluta. Detrás de todas las capas de privilegio y heroísmo, cuando no hubiera Takagi ni sol para distinguir el agua de la sangre, él no sabría quién era.
Su alma nerviosa caminaba. Era noche de patrulla y se encontraba solo en el averno abismal de las calles. Nadie lo sabría pero él podía sentirlo, lo estaban siguiendo. Hacía rato, oía los pasos de una escolta indeseada hostigándolo, acechándolo. Ejercía en ese momento cuidadosamente un juicio sobre la Katana en la izquierda de su fajín, la examinaba como su único compañero, un demonio mercenario.
Un escalofrío escaló su espina y penetró lo más recóndito de su mente. Ahí se clavó como un insondable profeta de la perdición. Olvidó el recuerdo y las ideas, olvidó y entró en una intima comunión con las llamas frías de la revolución. Con su pulgar en la empuñadura, no podía mover las piernas por miedo, el sentimiento que lo cazaba, acorralado se dijo: “yo no quiero morir.” Aun era el silencio y su cadera no giraba.
Uno, dos, tres se escucharon los ligeros pasos de la fragua asesina, estaba vecina, su mirada pérfida le entumecía los hombros, temblaban sus labios, el estremecimiento se posó sobre su espalda como un esbirro de la ruina, el terror, el horror. Uno, dos, se escuchaban cerca, el pavor, uno, dos, en un instante ya, cerró los ojos y se dijo:
¡Tres! Blandió su espada y giró apuntando el filo atrás.
Una singular luciérnaga iluminó el canal a su lado. Voló con gracia y se posó sobre su hombro derecho, acariciándolo con su luz.
 Sobre lo que pasó después, nadie sabe, solo se vio a Hajime entrar a su hogar indemne, con la katana envainada, conteniendo el impecable centelleo de su hoja.
En su habitación dormía apacible su esposa. Apartó su envainada camarada y se arrodilló a un lado de Takagi. Acercó su cabeza, inclinándola sobre la de ella. Aunque el roce de su largo pelo sobre la clara piel la había ya arrebatado el sosiego, Takagi mantenía los ojos cerrados cuando el beso le arrancó de un sueño eterno, toda una vida en penumbras.