Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

domingo, 16 de enero de 2011

Por una mirada, una canción

Aunque no solía rezar y no era propio de él caer en la desesperanza, últimamente una imagen recurrente le venía a la cabeza. Lo que primero aparecía en sueños ahora comprendía la totalidad de su imaginación, y es que no podía tocar una nota sin verse a sí mismo de rodillas, con las dos manos aferrándose fuertemente a sus puños, la cara hacia arriba y gritando con una expresión demoniaca. Había llegado a odiarse a sí mismo sin saber cuándo ni por qué.
Sentado en la esquina de su cama el cello posaba con descaro frente a él, sonaba para sus oídos mucho más fuerte que su errante esposa gritándole enfebrecida. Las curvas del instrumento, sensuales como eran antes, le provocaron asco. Pensó entonces en gritar con toda el alma, para que el mundo entero escuchara, luego se dio cuenta que eso no era posible.
Llegó un aviso sobre un importante concierto para la orquesta, lo recibió con descontento y lo trató con desprecio, dos meses después el mismo papel se encontraría enterrado debajo de las pilas de cuentas y revistas amontonadas en el mueble de la entrada. Coincidentemente era ese día y ya se veía malamente parado en la estación de micro a esta criatura que no movía ni siquiera los ojos. Extrañamente por dentro le parecía a él que se estuviera tambaleando.
De repente el viento trajo un silbido extraño, reconoció la melodía de “El bueno, el malo y el feo” y giró lentamente hasta ver la tienda de ropa detrás de él. Dentro de ella un anciano empleado limpiaba con fervor el piso mientras silbaba. Mirándolo detenidamente era un baile, el vetusto hombre estaba bailando con su trapeador.
Su cello escapó de su estuche y vino a dar a sus manos, el tiempo se había detenido cuando comenzó a tocar la melodía, aunque sonaba el estruendo de la locomoción su cello se escuchó entonces en el abismo más recóndito del universo. El hombre a través del escaparate lo vio y le dirigió una sonrisa, una poderosa mirada que arrancó una lágrima. Por su mejilla, una lágrima que lo sacó del mar deslizaba.

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