Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

domingo, 20 de febrero de 2011

Elogio(I)

Había hace mucho, mucho tiempo, un lugar donde el sol brillaba siempre y los hombres no morían. En este lugar todos hablaban la misma lengua, nadie padecía enfermedad, nadie conocía un cementerio, todos tenían el mismo oficio y el mismo rostro, el rostro del sol invernal.
Un día una pareja encontró en la entrada de la ciudad, desnudo y riendo, a un bebe extraño. Lo acogieron, y sin demora se dieron cuenta de un defecto grave: el bebe era mudo
La gente confundida, no supo qué hacer, había otros pueblos, pero no solían intercambiar historias con ellos. En esa ignorancia pasaron tres años completos en los que el bebe fue criado como una planta. Tres años hasta que un comerciante ambulante pasó por aquel lugar y habló sobre gente que podría ayudarle.
Los padres embarcaron un viaje. Visitaron Grecia, Egipto, Mesopotamia, lo llevaron a médicos, chamanes y músicos, a templos y cementerios, hasta que finalmente se dieron por vencidos. Habían sido doce años de duro viaje, el bebe tenía ahora quince años de eterno silencio y un día, sin hacer ni un ruido, repentinamente desapareció, desvaneciéndose en plena vista de los hombres.
Los hombres le dieron un funeral, su madre lloraba, su padre aguantaba el sufrimiento con una postura patética. Ambos pensaban, nadie decía, en el consuelo que eso traía, aquel tipo que jamás conocieron había desaparecido llevándose un pedazo de alma que siempre le había pertenecido, pero que hasta entonces ellos creían, se había  perdido en el tiempo.
Pasaron los años y la gente se fue olvidando. Compraban pan, comían, se vestían bonito para ocasiones especiales, trabajaban, compraban un poco más. En esta rutina infinita se perdió por fin, el bebe que alguna vez hubiera nacido sin voz.
La población creció. Hubo que plantar más, que trabajar más por la tierra, que mandar a los antiguos habitantes a regiones sin explorar y los nuevos a cargo de lo conocido. Hijos de hijos de grandes cadenas vivían en la casa de barro que alguna vez engendró al olvidado, cuando un día, el sol bajo, y la luna se posó sobre sus cabezas. Todo el mundo estaba atónito. Nadie había visto jamás la oscuridad ni comprendía que ocurría, en ese momento sublime de rostros boquiabiertos apareció, sin previo aviso, un anciano en la casa.
El hombre se acerco lentamente a la madera apilada y en un gesto único, abrió su palma y la llevo hacia el cielo. El techo de la casa desapareció y dejo desnuda las estrellas. Luego, habiendo tomado la luz, se llevo la palma a los labios, donde exhalo con los ojos cerrados, finalmente su mano bajo y de rodillas toco la madera, que prendió en fuego y esplendor, era la primera luz de la noche.
Los hombres se acercaron a ver, el anciano se puso de pie ralentizado por la edad y al abrir su boca, desaparecieron los cuatro muros de barro que sostenían el hogar. Todos los hombres podían ver ahora a aquel hombre que por primera vez, emitía una tonada.
Comenzó su historia con una balada sabia y solemne: les hablo de su vida y sus dificultades, como de niño había aprendido otro idioma que nunca nadie supo escuchar, como nunca había entendido su propia familia y dedicando su vida, había aprendido al fin a cantar en el lenguaje de sus padres. Era aquel bebe que todos creyeron mudo, que entonaba ahora como un pájaro en una primavera sin sol.
En aquel idioma enseñó las nuevas palabras que de niño inventó. Desde ese momento creó la justicia, la libertad, la mentira, la verdad, la gracia y la belleza, el odio y la fealdad. Desde entonces se supo la palabra felicidad, y en ese mismo momento, el pueblo se vio condenado. Que en aquel día las alas del destino llegaron con la enfermedad y el sufrimiento. Todos los hombres eran ahora mudos, todos los hombres eran ahora mortales, todos podían ahora cantar bajo el dominio de la noche y la luna, y llorar y reír en la sombra de un fugaz sol sereno.

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