Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

jueves, 10 de febrero de 2011

Historias Puritanas: Ktrin C'thul

Del negro caballo la ballesta disparó una saeta bien dirigida, nadando el vendaval entre los árboles moribundos se clavó en la glándula abominable. La colosal araña comenzó a exhalar un cuajo líquido blanco, entre retorcijones cayó emitiendo un gemido vil.
“¡Gracias, gracias!”  Gritaban los campesinos al retorno del santo cazador.
De un rojo y justo camisón de seda, cuero negro en las esbeltas piernas y un par de pistolas se bajó del caballo a recibir el saco de monedas como recompensa. Abrió su chaqueta de la cual extrajo una peculiar daga curvada. Con ella rompió la cinta del contendor y chequeo una por una sus medallas. Al acabar la cuenta miró al tesorero y asintió, celebrando su honradez.
Cerca de la partida de la villa tropezó con nuevo cometido: “Muerto viviente tormenta el pueblo de Luz de luna”, decía la proclama.
Arribó con diligencia y presto correteó al animal, en menos de una tarde y sin dramáticos presagios amedrentó al vampiro desde el cementerio al corral. “Oh que necrópolis nostálgica” evocaba ante el espeluznante cuatrero.

En desesperación el derrotado depredador comenzó una obscura serenata. Coros de voces femeninas eclipsaron el extraño momento, tensando el lóbrego, el mismo aire perdía el temple. Un portal en el viento emergió súbitamente, del cual desvaneció el vampiro, embistió el cazador osadamente irrumpiendo a fuerza de hostigamiento. Esta vez trompetas y tambores adhirieron, radiando vigor. Acabado el vértigo se encontró en una plaza sin rastro del depredador ni de su música.

Inmediatamente se halló sitiada por toda clase de grotescos ruidos, aullidos y estruendos resonaban al susurro, ecos de la tierra crujir rota y mancillada. Luces por doquier emanaban del millar de personas transitando con prisa. En el centro de aquella premura cataclísmica la plaza exhibía una efigie de piedra roída.
Era ella; se encontraba a si misma tallada en la estatua. Ante una escéptica segunda mirada, y luego una tercera el inaudito comenzó a marearla, el cansancio le pesó y dejando de lado la meta se desplomó en el frio concreto. Desde el suelo leyó en acero la inscripción:   “Ktrin C’thul como fue escrita en Historias Puritanas”
En ese momento empezaba a oír un silbido constante dentro de su cabeza.

Mientras tanto, en otros follajes de aquella jungla, el vampiro en un bar cortejaba jovencitas vestidas de negro y pintadas decorosamente. No le costó asimilar su nueva situación y sacar provecho de ella. En menos de dos horas llevó a una bien parecida adolescente a un callejón, donde después de ser besado meticulosamente y tener su cuello rigurosamente pintado de labial negro, prosiguió a morderla y chuparle la sangre. La práctica se repitió por toda la noche con varias otras.

 Recuperada de la conmoción y aun doliente por el constante ruido se reincorporó, se aproximó con rápido paso a un anciano deambulando a quien inquirió sobre el paradero de su objetivo. El hombre de 110 años ni siquiera se inmutó por el par de antiguas pistolas que cargaba con soltura. En cambio miró con recelo su vestimenta y con mayor desconcierto recibió la pregunta. No alcanzó a cambiar la expresión de su rostro cuando dos policías se llevaron a la mujer por porte ilegal de armas. Luego descubrieron la falta de identificación, y más grave aún, lo que debían ser profundos problemas siquiátricos que la llevaban a pensarse en algún lugar del pasado, creyéndose en la caza de un monstruo mítico.

Devuelta en el bar, la mesera no tardó en percatarse de aquel hombre que cada noche se llevaba varias mujeres, regresando invariablemente solo. Después de una impecable escena en la cual pretendió insinuársele, se lo llevó a atrás, donde un generoso revolver bien puesto en su entrepierna precedió a una amenaza y la posterior interrogación. Consciente de su inmortalidad, pero apegado a sus antiguos órganos de reproducción, respondió honestamente que era un vampiro, que se estaba alimentando donde la comida era más fácil.

Podría escribir sobre las numerosas circunstancias que el azar dio al engendrar una pequeña niña, a quien nunca le faltó nada, ni fue violada o ultrajada en lo más mínimo,  jamás presenció un asesinato, y quien sin embargo no sentía el más mínimo aprecio por el género humano. Lo importante es lo siguiente: Ella comprendía lo que significa el hambre. Ganado, soya o carne, de cerdo o de joven, no importaba, fue con este pensamiento que dejó ir al desgraciado, que ahora enamorado fue su pretendiente por algunos años, antes que el tiempo se llevara su belleza.

Ktrin simuló una mejoría en el hospital psiquiátrico y tras mucho desdén y renuncia se presentó la ocasión de redención. Tomó un curso que aprobó summa cum laude y se convirtió en policía, así aprendió de nuevo el mundo.  Entre perplejidad y descontento, pudo sonreír gracias a un adquirido fanatismo por el cine, especialmente las comedias románticas y las aventuras épicas.

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