Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

miércoles, 9 de febrero de 2011

El duende en el microoscopio

El hombre es simple, honesto, trabajador, básico.
El hombre es complejo, mentiroso, flojo, abstracto.
La mujer en cambio, es completa, generosa, preocupada, terrenal.
Sin embargo le falta, es egoísta, egocéntrica, tonta.


Pero estas mismas definiciones, que curiosamente no distan de las realidades personales de mis lectores suponen en primer lugar que conociesen ello a lo que denomino “hombre y mujer”, suponen en fin, que ustedes sepan qué es un hombre o una mujer, y por ello quiero decir que relacionen la palabra escrita con un objeto real o imaginario. Pero si ustedes ya poseían una definición de hombre y mujer y yo les presento otras, la aceptasen o no, cambiaría su concepción de la definición anterior, la cambiaría incluso ante un claro ejemplo de lo que no es un hombre/mujer, si hubiera escrito una definición absurda.
“El tao llamado tao
No es el tao eterno
El nombre que pude ser nombrado
No es el verdadero nombre”
El problema de un concepto, imagen o idea “real” o “verdadero” es que llena el vacío, en el momento en que un signo, símbolo o idea se presenta ante nosotros y pasa a formar parte de nuestra “realidad” (en la cual incluyo el inconsciente)  “Todo es subjetivo” dijo alguien haciendo una mal resumen de Einstein, si acepto mi realidad como constantemente modificada por la síntesis de lo que constituía anteriormente, y le agrego a eso la subjetividad de mi conciencia y mi percepción, todo lo que no puedo conocer de la realidad es consecuencia de la misma. En otras palabras, todo lo que “vivo” lo vivo limitado (u potenciado) por lo que viví y continúo viviendo. Esto es evidente, el libro que leí hace diez años no es el mismo que leo hoy aun si tiene el mismo título, la misma historia y las mismas palabras.
¿Sucede esto con todas las cosas? La deconstrucción de Derrida sobre la falsedad del lenguaje, señalando arbitrariamente sonidos asociados a imágenes, que concluye finalmente en la falsedad más absoluta que es la perversión de la escritura. En efecto, usted me puede estar leyendo ahora mismo, y yo me encuentro ausente, no tengo modo de saber si me entiende o no, a pesar de lo cual con cada palabra introduzco algo de mí en el papel. Ahora bien usted entiende este “yo” en papel con su conocimiento del lenguaje y sus interpretaciones, determinadas por sus vivencias ¿curioso, no?
Cuanto más verdadero suponemos algo más evidente se hace nuestro apego a ello. En efecto la misma existencia de la palabra “vacio” supone un peligro que ataca constantemente nuestro conocimiento. Palabra sumamente peligrosa, en el momento que supongo la nada, confieso, surge un ansia vehemente por aferrarse a algo. En esta necesidad en la que baso la existencia baso mi siguiente afirmación: Deseo es opuesto de vacio
El anhelo por conocimiento al cual llamamos curiosidad científica con frecuencia garantiza un sentido central. La curiosidad misma se fundamenta en la ignorancia. Es esta suposición, la de creer que es posible “conocer” como medio de distanciarse del vacío que considero peligroso.
Ahora bien, si considero la ciencia como algo sumamente moderno, tecnocrático, construido sobre siglos de sucesos, muy terrenal, curiosamente ella permite hoy el distanciamiento con lo consuetudinario, la experiencia social, el contacto sensorial más básico con el mundo. “La materia no se crea ni se destruye” es una síntesis de una verdad universal que podemos aplicar a lo cotidiano, pero en esa frase, en esa oración, no hay ni materia, ni creación, ni realidad, ni universo, no hay nada más que una verdad cruda y muerta, muerta mientras no se transporte desde el abstracto mental a la naturaleza.
Si quemo una hoja de papel y contemplando las cenizas pienso en el producto de la combustión que produce CO2+ H2O dejo de pensar en “la materia no se crea ni se destruye”, aunque no por ello dejo de saberlo. Ambos conocimientos son necesarios, para lo cual debe existir el lenguaje, que es a su vez una mentira.
¿Hay realidad entonces?
¿Existió Jesús? Si la cuestión es si hubo un hombre de carne y hueso que nació y vivió en medio oriente llamado Jesús, la verdad es que difícilmente puedo llamar a eso existencia. Digamos por ejemplo sobre el inventor de la rueda. Yo supongo que alguien inventó la rueda, de otro modo no estaría en los autos, probablemente fue más de alguien, en más de algún lugar. Pero si la leyenda de un hombre con nombre y apellido que luchó contra adversidades y con su brillante mente le dio a la humanidad algo para el futuro resonara en las mentes de miles de millones de personas ¿No sería este hombre más real que yo, que apenas he aportado un granito?
El intercambio entre imagen, figura, símbolo e interpretación es el que posibilita la creación de un mundo dentro de cada uno. ¿Cómo sentir el arte entonces? Decidir que es bello es básicamente definir lo que puede, lo que es permitido, para que al encontrarse con eso en una pieza, en una obra de arte, lo etiquetemos con facilidad como bello.
Ciertamente el arte es amplio y requiere de mucho análisis. Tiene algo en común que lo determina como arte y no explicación: El arte es imágenes. Ahora bien, la inscripción de una imagen interior (aun si esta proviene de la traducción de un paisaje hermoso) hace del medio algo fundamental. La literatura requiere de significado, de palabras, de comprensión, orden, debo saber español para entender el Quijote; la música en cambio, puede hacerse con solo el canto más primitivo, no necesito saber que significa cuatro cuartos para que me guste un ritmo.
¿Pero qué es lo verdaderamente esencial y definible? Seguramente hay algo que permite el resto. Es en este momento donde a menudo comienza a resonar la palabra Dios, sin embargo con cariño por Nietzsche y respeto por los creyentes, diré, Dios y el numero 3547546768 son cosas muy parecidas. Ambas son ideas universales, abstractas, intangibles y completamente inimaginables.
 Por otro lado están la caperucita roja, el viejo pascuero, las sirenas, el quijote, pero dime ¿quién no sabe ahora cómo matar un vampiro? ¿Alguien se ha detenido a pensar lo extraño que es que sepamos matar algo que “no existe”, y afirmemos con firmeza que el hada de los dientes es una tontería infantil?

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