Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

sábado, 26 de marzo de 2011

Problemas del cristianismo


Ningún cristiano verdadero puede quedar impávido ante los dolores y pesares de la sociedad. Así mismo costaría, por lo menos la vida entera, juzgar que podría ser un cristiano verdadero. Si se trata de creer de ser “buena persona”, es decir, de guiarse por los códigos ético-morales que no se contradicen dentro de los 10 mandamientos (e ignorar todo el resto de las santas escrituras), entonces no hay ningún cristiano, ni ha habido jamás. Si se trata, por otro lado, de intentar cumplirlos a lo mejor de nuestras posibilidades, tampoco los ha habido en número. Si se trata de cumplirlos solo con los cristianos y para los cristianos, entonces cientos de Santos militares podrían ser nombrados como defensores de la religión frente a los herejes de sus respectivas épocas y lugares. Claro que si fuera por estándares actuales, probablemente serian dictadores en Libia.
Hoy la inmensa mayoría de los cristianos, como siempre ha ocurrido e igual que con toda religión, lo son porque se declaran, y lo declaran porque nacieron en un lugar especifico bajo ciertas reglas sociales o costumbres. Los españoles llegaron a América Latina, asesinaron a todos los indios que les molestaban y convirtieron al resto al catolicismo- no al cristianismo, pues en ese momento ya estaba vigente la contrarreforma- De tal modo evitamos, no a Dios gracias, las guerras por religión que han azotado y continúan azotando el resto del mundo, y hemos sufrido, en cambio, las de mitología política.
Si dejamos de lado a estos cristianos nominales, sin embargo, y nos quedamos con los pocos con fe real en su Dios, surge un nuevo tema. ¿Qué es la fe? Si es la creencia por creer, el no necesitar una razón o justificación, ni modo de percepción más que el discurso que la abuela o el cura nos haya hecho (que no viene del cielo esta idea, por cierto, en cual caso no habría biblia escrita) entonces nos vemos ante un verdadero dilema, pues la religión, por autoridad, requiere rechazar la mayoría de la ciencia.
Quien expone argumentos tales como “todo esto no puede ser todo una coincidencia” para argumentar en contra de hipótesis científicamente creadas está de hecho, abandonando el concepto de fe, que demanda imperativamente un abandono absoluto de todo cuestionamiento sobre las verdades escritas en la biblia y modificadas, aplicadas o convenientemente ignoradas a gusto por la Iglesia (siendo la católica la que más personas ha asesinado, más inocentes ultrajado y mas avances impedido en el progreso de toda la historia de la humanidad)
En este contexto surge la argumentación racional por la existencia de un padre creador, omnipresente y omnisapiente, a saber, Dios (pero no cualquier “Dios” con esas características, sino el Dios judeo-cristiano, el que, a pesar de ser absolutamente esencia, cambió radicalmente de un testamento al otro) Numerosas respuestas han surgido, la mayoría de tales silogismos pertenecen a vulgares falacias de fe de origen o de doble afirmación donde la conclusión está ya presente en las premisas, por ejemplo:
Todo tiene causa, el universo tiene, por tanto, una causa primera.
Dios es la causa primera
Se podría resumir el argumento en el modo “Dios porque Dios” o “Dios causa a Dios”, para llegar a todo tipo de razonamientos circulares tales como “dios es divino, lo divino es dios, lo divino es la causa, la causa es dios” pero no vale la pena mencionarlos.
Ahora, si se abandona la postura de la existencia física y definitoria de Dios, y se usa la figura como un nexo, una mitología, una historia inspiradora para explorar el aspecto espiritual el cual de otro modo permanece recluido, la iglesia es innecesaria. La exploración espiritual es espiritual porque es personal, no requiere mediación. Cierto que la experiencia grupal de una vivencia religiosa no autoritaria y arbitraria podría ser justificada como una exigencia social por expresarse, mas la historia es muy larga y dura para que la crueldad cruda con la que aquellos organismos, debidos en su raíz a la moral, puedan poseer algún tipo de respeto del mas mínimo tipo frente a todas las dimensiones de atrocidad humana en las que han reiteradamente aventurado y en que continúan enérgicamente participando. La iglesia no se trata de religión, se trata de reglas puestas por personas, de cargos y poderes, y dado su poder, incomparable a ningún otro, para poseer la voluntad misma de la gente, ha sido infestada y es hogar para la peor escoria jamás conocida.
Sucede que estas mismas metas metafísicas y trascendentes han sido momento para robar a los desgraciados mientras rezan. La cristiandad idealiza la pobreza, la hace deseable, vigorosamente desprecia el mundo palpable, convirtiéndolo así en un lugar temible, indeseable, y a todas aquellas conductas naturales para la especie, no provenientes de una visión abstracta del paraíso, en inmoralidades reprochables, “pecados”. La homofobia occidental y la miseria sexual reprimida son en su mayor parte explicadas por esto. Si Lévi-Strauss contempló impactado la sanidad con la que tribus africanas vivían su vida sexual, es porque aquellas religiones no habían decidido aun establecer una infinidad de patrones estáticos morales apegados a legalidades antiquísimas para toda la eternidad. Cierto egocentrismo intrínseco a la visión cristiana caracteriza los problemas con el asesinato de millones de indoamericanos, islámicos, judíos y varios, la estafa de las indulgencias y la confesión, el robo sistemático a las naciones y pueblos, la violación de los derechos humanos más fundamentales, este tipo de actitudes se encuentra en manos de cristianos desde el comienzo. La visión moralista hipócrita, misógina, llena de contradicciones, que tomó sus mitos centrales prestados de otras religiones para aceptar las maldades y problemas reales, resignarse y preocuparse de aquellos que no afectan a nadie, diablos imaginarios.
Si hay algo que rescatar, es la sabiduría de algunas grandes personas que aun envueltos en el velo de corrupción actuaron. Puedo afirmar con convicción que si Jesús viera en que se convirtió su iglesia pocos años después de muerto, habría echado todo abajo para volver a comenzar. La religión ha sido y sigue siendo uno de los principales problemas para el progreso moral en el mundo, porque separa a la gente, inventa diferencias que no están allí, moviéndolas a otro lugar, al paraíso, el infierno, el nombre del dios o el malvado. Ese egocentrismo vil que nos mantiene en la oscuridad, pálidas grandes verdades que se pierden, de modo que nadie conoce las enseñanzas de, por ejemplo, Buda, y se preocupan de saber el color de la estrella sobre Jesús De Nazaret.
El nombre Cristo, sin embargo, entrega y quita mucho de la persona de Jesús, puesto que Jesús fue una persona, un hombre que quiso enseñar amor al prójimo, decir que fue “el hijo de Dios”, elevarlo a la categoría divina ha destripado mucho de lo decente y humano que había en su historia para mezclarlo en una mixtura confusa de profetas y mesías más antiguos que él. El nacimiento del 25 de diciembre, la posición de las estrellas, el trono celestial, todo eso no tiene nada que ver con querer al prójimo, y es por eso mismo que en la cristiandad hay tanto de lo que “Cristo” no habría sido nunca capaz.
¿Es noble ser cristiano? Si es para rescatar lo poco que hay de universal en ello, vale la pena, para cualquier otra cosa, mejor vea televisión.

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