Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

domingo, 13 de marzo de 2011

Dulce prisa

Corría masticando, fuerte y decididamente, aferrándose a la única manzana en su mano izquierda mientras la derecha buscaba frenéticamente su tarjeta bip en su bolsillo. Aquel blanco cielo poco bienvenido rechazaba la que de otro modo podría haber sido una mañana hermosa, cubriendo el sol con un manto implacable de húmedos presagios. Lo que aquellas nubes no sabían es que eran muy preferidas por la mayoría de la ciudad, hecho verdadero solo gracias a la época del año, un verano que todo el mundo decía indescriptible, más que nada por el desgaste que provocaban las vacaciones, hasta punto tal que describir unas gotas de sudor en la camisa resultaba demasiado agotador para pensarlo.
Este era el caso del personaje: Se encontraba en un momento vertiginoso, de manera que no podía encontrarse. La incertidumbre sobre el tiempo exacto que le tomaría al bus alcanzar su paradero medraba la mandíbula, que como una metralla arrasaba con la corteza de la fruta, con bien colocadas estocadas de blancos dientes. Si para algo tuvo tiempo esa mañana, fue para cepillarse los dientes.
Llego tarde, entró sin pedir permiso más que dentro de su mente. Ciertamente aquel “disculpen por interrumpir” fue demasiado silencioso para que alguien lo escuchara y, sin permitir ver la algo frustrada humildad de su rostro, subió las escaleras a zancadas, convocando toda su crudeza. A nadie le importó en absoluto, pero se sentó para descubrir que correr todo el trayecto había humedecido su frente, de manera que, aun en la última fila, ojeaba con recelo a la mujer sentada a su lado, quien prestando solamente atención a su café y con el cuaderno en un purísimo blanco empedernido, no se dio cuenta de las periódicas miradas inquisitivas que le ofrecía el hombre a su lado, controles derivados de su compulsiva preocupación por pasar inadvertido.
La clase termino sin alguna novedad. En el resto del día pasaron eventos infinitamente más interesantes, lo cual ningún lector sabrá, pues por alguna extraña razón se le ocurrió escribir sobre la mañana. Tiempo complejo, la mañana, quizá serian las pocas horas de sueño que extendían la imaginación hacia  exóticos estados de conciencia, caminando entre muerto viviente y rey de Roma, mientras comía una manzana que en la noche, escribiendo, le comenzó a saber bastante bien y dulce.

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