Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

domingo, 2 de octubre de 2011

La modernidad y el aburrimiento

¿Son dos siglos, dos mil años? ¿Cinco mil años quizás? ¡Cuánto progreso de la especie, cuánto tiempo libre hemos acumulado para conocer! ¿Y qué sabemos? ¿Sabemos vivir? ¿Se aprende a vivir? El último siglo está casi exclusivamente dedicado a saber cuánto no sabemos. Mientras disfrutamos de esta hermosa religión, “el gran proyecto”, la compleja realidad, la excesiva cantidad de información concluye sus máximas universales en los “proyectos de doce pasos”. El verdadero heredero de la modernidad es, no el científico, no el filosofo, no el atleta, sino el gurú esotérico. Solo él comprende lo que la gente quiere. Solo él sabe, que las personas no quieren conocimiento, no quieren sabiduría, porque de conocimiento se hace información y programas televisivos, y de sabiduría se construye la felicidad. Pero la gente no vive para la felicidad, porque ella está siempre demasiado lejos. La felicidad, como ese Dios cristiano, es demasiado ausente, demasiado atemporal para intervenir más que remotamente. Por su ausencia, duele. Duele como un fracaso que hay que olvidar. ¿Dinero? Asqueroso. ¿Sexo? Efímero. No, la vanguardia tiene por delante el estandarte del entretenimiento, con sus tambores, los medios, y sus maestros, los concejeros baratos y oscuros, los “tips” oligofrénicos, los cultos a Satanás, los fundamentalismos religiosos o científicos. Un programa de doce pasos repite hasta la nausea “la vida es simple”. Deje de fumar, deje de beber, deje de pensar, deje de comer, no se aburra ¡Por supuesto que sería simple! Esa no es la vida. Nada más que una frase insensata y cobarde. Quien disfruta al escuchar lo que debe hacer, teme a la vida. Está distraído. Lo han distraído. Perdido, en miles de años de avance, no sabe qué hacer. Su trabajo es fútil. Su rutina enfermiza. ¡El optimismo lo salva! ¡Piense positivo, miéntase leyendo libritos infantiles!
Para eso están los desiertos. Porque no es coincidencia que en el desierto se abstraiga la mente. Un libro de autoayuda, un cursillo sobre optimismo, un culto fanático, todas extensiones del desierto mental.
Si no saben poblar el desierto, empiecen a contemplar el suicidio. Cuando sepan de su inevitable muerte, sabrán lo poco que tiene de vida su vida. Tal vez entonces, sabrán del optimismo. Aun en la tragedia, el corazón bombea sangre, y el estomago quiere alimento. De la razón, palabras. De la sangre, vida. Es la mente que se pierde en el orden del caos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario