Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

domingo, 7 de agosto de 2011

Inconnus


Mientras salía del banco noté que estaba narrando un acontecimiento absolutamente normal. En mi mente nunca preveo extraños acontecimientos, pero suelo narrarlos. Mientras salía del banco, mi personaje tuvo una experiencia intelectual que lo despertó a una realidad espiritual de mayor felicidad. Era un tipo extremadamente normal. Moriría de un ataque al corazón a los ochenta y siete en su cama de hospital, su hijo mayor estaba trabajando en ese momento, el menor se encontraba fuera de la ciudad.
Salió del banco después de depositar su sueldo, era un sueldo mediocre, suficiente para pagar los gastos e ir al cine de vez en cuando. Tenía algunos gustos extraños, pero la mayoría del tiempo disfrutaba de ver películas con su no demasiado hermosa pareja y comer chocolate barato con bajo contenido de cacao y alto contenido calórico. Intentaba deshacerse de ese molestoso sobrepeso, pero nunca fue administrada suficiente disciplina durante su niñez, por lo que simplemente continuo siendo gordo, aunque dentro del balance normal para su edad.
Su niñez fue cristiana, lo bautizaron en contra de la voluntad de su padre, que no se opuso en base a lo tedioso que habría sido oponerse a su esposa. Se le enseño la tradición judeo cristiana, leyó la biblia. En una ocasión ganó en un concurso una edición de “La biblia para niños” Le provocó gran dicha. Durante el periodo de su adolescencia, por la influencia de la música y las ideas científicas, abandonó su escasamente profesa religión, aunque continuó siendo un tipo generalmente bueno. No era demasiado solidario, no estaba de acuerdo con la noción cristiana de sacrificio, pero le gustaba que otros fueran felices.
Tuvo algunas parejas antes de su esposa. Menos que sus amigos. Tendía a decirse a sí mismo que después de adorar a su primera novia y que su grupo favorito fuera Bon Jovi por tanto tiempo, necesitaba tomar una posición más madura. Probablemente era una manera de lidiar con el escaso afecto que lo rodeaba.
Trabajó la mayoría de su vida en empresas como empleado de penúltimo nivel, demasiado oscuro e invisible para que los altos cargos esperasen algo de él, o reprochasen sus deficientes resultados, causados principalmente por su rutina laboral; la costumbre de jugar videojuegos de hace muchos años que los niños ya no aprecian, juegos de estrategia, mientras escucha música con bajo volumen, y concluir el día sin cansancio, sin novedad.
Nunca encontró trágica su existencia. De hecho fue muy feliz. Probablemente más feliz que el asaltante de banco que entró luego de su depósito. Había visto la noticia, pero nunca asoció la sucursal con el asalto. Eran seiscientos millones de pesos. No lo encontraron, nunca fue a prisión, sin embargo, fue muy infeliz.
Sería un insulto hacia él decir que concluyo mi relato. En efecto, es probable que ni siquiera se trate de un relato. Nunca pensó en la suma de su vida mientras salía del banco. Nunca reflexionó sobre lo que la moral capitalista dictaba mientras jugaba sus videojuegos de estrategia en el trabajo. Sus hijos lo respetaron en un grado razonable. En cinco generaciones uno de sus descendientes tendría un alto cargo en el Estado. No lo habría conocido.

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