Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

viernes, 12 de agosto de 2011

Hermanos

Hoy amanecí contento. Ayer fue un gran día.
Entré a la sala del liceo sin ninguna expectativa, intentando ocultar el hermoso y feliz día que precedía a esta mañana de rutina. El recitar de los profesores, el sueño de mis compañeros, los chistes sexuales desinhibidos entre hombres, todo parecía normal.
En el final de la última clase, en la mitad del camino diario, el sol se encontraba en lo alto y el calor era alimentado por la creciente escala de fealdad de las viejas profesoras. Sin previo aviso, fui emboscado por la espalda y me ataron una bolsa negra a la cabeza.
No podía ver, pero parecían al menos cuatro hombres que me cargaban con violencia mientras subían las escaleras. Entramos en una habitación, el ruido y la contextura del aire apuntaba a que estaba repleta. Escuche la poderosa voz del líder “¡Silencio!” y todos los susurros callaron.
Desprendieron la máscara oscura y me encontré rodeado por cientos. Cada uno de los hombres en el salón llevaba, sobre el uniforme del liceo, una máscara negra puntiaguda, con agujeros en los ojos que desvelaban una mirada vengativa, desbordando furia. En el centro se encontraba el líder, sobre un podio, con un gran martillo, seguramente robado de la sala de tecnología, pues tenía manchas de pintura.
“Comienza la noble corte del tribunal inquisitorio. La sesión trata la culpabilidad de Alejandro Larraín Echeverría por los crímenes de hurto, saqueo, atento a la moral, conspiración para cometer indecencias y alta traición al género”
¿Cómo se declara el acusado?
Quise decir algo, pero en ese momento toda la habitación se puso de pie y gritó unánimemente: “¡Quémenlo!
Me coloraron la máscara otra vez. Perdí mi vista y me ataron de pies y manos. Fui cargado por la escalera abajo, por el número de pisos y la temperatura supuse que me encontraba en el patio central.
Me quitaron la máscara. Todos mis compañeros me rodeaban en un gran círculo. No podía distinguirlos, ni vislumbrar sus colores, pues se ocultaban en capucha y uniforme. A mi lado estaba el más alto, probablemente se trataba de Héctor, el de IIIº C, había jugado una vez a la pelota con él.
-          ¿Héctor? ¿Eres tú?
No hubo respuesta.
Héctor, bajo la misma máscara negra puntiaguda, cargaba un hacha.
-          ¿Se supone que seas mi verdugo? – dije con risa
Pero Héctor no me respondió.
Levanté la cabeza y supe que no era un chiste. Resignado, algo molesto, pregunté:
¿Qué fue lo que hice?
El líder dio un paso al frente y retiró su capucha. Era mi mejor amigo.
“Esa mujer te convidó de su colación. Ella te gusta. Tu le gustas a ella. Imperdonable.”

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