Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

lunes, 15 de agosto de 2011

Carta de un lector indignado

Llamadme de noche, cuando búhos acechan y las calles viven en calaveras, el tiempo cuenta de tu angustia, y recurres a mi oído, en la tortura de tu sueño, cuando el atento abrazo que en contrato ofrezco concede un fantástico consuelo; veo nuevamente tu voz, aquella que no he escuchado, la que anima estas palabras, presentes por la mente, en ausencia de luna que nos una.

¡Egoísta! Te llamo en propia prosa ¿buscar lo insensato en un grial de vano caldo? Si apetece al alma, mostraré mil citas de seco paraíso, de historias nunca vividas, que mueren cada día. Llámame cuando en el cielo no haya augurio que a buen día profetice, con el peso de tu labor encima ¡labore e labore! Que una historia he de contar. La noche, cuando acude el sueño, a tu oído he de albergar.  

Oh que dramático ruego presento, por un caro precio. Arrojar tiempo a persuadir quien ya ha subido la torre para rescatar la princesa ¿Por estas vías siguen los cuentos? ¡C’est maqnifique! ¡Todos al posmodernismo, a nunca oír una historia más antes de sufrir mil horas de queja!

Y yo no siento, me resigno. Espero dinero. Sentid el desprecio de mis armas a medida que prolongo el dialogo vago sin especial atención a diversión o estilo. Nos encontramos en el caos.

Suficiente, Ismael, he oído de tu holocausto. Si no te dignas a zarpar, la caza vendrá de la almohada. Tu ballena espera, tiempo de crear un arpón de dimensiones lúdicas.

Me rindo, sumiso.
Todo aquel que cuente la historia de su vida, ha de empezar por el principio. Así fue que nací en una ciudad de mala muerte, pues no he visto ninguna de otro tipo, que nada merece mencionar excepto encontrarse en el medio de la repetición infinita.  Nací, según dijeron, a la hora esperada, según lo que el mismo verbo apuntaba. En el principio estaba la palabra, y de la palabra nací yo. Una vez leída mi historia, he comenzado. 

¿Puede uno pagar tributo tardío a tan larga tarea? ¡Seguramente hubo una mujer involucrada!
En la última hora del día, escribí una vez un pasaje. En él me leía una historia, un libro, de algún olvidado árabe, que sabia con precisión cada momento que a mi existencia precedía. 

¿Insinúas que nada queda por decir?

En absoluto. Todo ha sido preparado. Falta únicamente el inicio.

Así comienza la historia de mi vida. 
Así comienza la historia de tu vida.
Así termina el cuento de la vida.
No con la vida, sino con la muerte.

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