Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Sobre la religión

¿Qué es la religión? ¿Es el opio del pueblo? ¿Es la esperanza y el sentido? ¿El motivo, o la consecuencia?
El concepto es tan apabullante que demanda años de divagaciones. Conversaciones imaginarias con una deidad concebida e invocada a mi propia mente, a explicarme algo que muy bien no entiendo y que seguramente acabará convenciéndome de absoluta ignorancia en resignación, o bien sometiéndome a la atractiva idea de una verdad falsa. En efecto, sobre los grandes temas de la humanidad todas las verdades son también mentiras.
La religión no es una actividad ni una creencia. Es una vivencia. Un acto constante que se torna alrededor nuestro como otro sentido, una forma de percepción, como el olfato, de la cual nos percatamos ocasionalmente. Lo que todos huelen, aunque no acostumbren usar su nariz, es que en la religión hay dos factores de universalidad:
 La relación del sujeto con la divinidad, a la cual podríamos llamar religión vivenciada de manera introvertida. Lo divino, lo sagrado, Dios.
El rol de la religión en la moral y las relaciones sociales de los sujetos de acuerdo a -  y simultáneamente con -  ella.
Antes de continuar: está muy claro que la idea de Dios, Iahvé, Alá, Ganesh, incluso de Johnny Deep en los sueños recurrentes de mujeres jóvenes, ha estado presente desde tiempos inmemorables. Incluso antes que naciera Johnny. Sería peligroso, pero no imposible, suponer que la religión nace junto al ser humano. Lo paradójico es que actualmente se grita en los medios ateos y por los cientificistas encarnecidos al oído de jóvenes escépticos y furiosos que la religión, como Dios, es una tontería poco racional basada en patrañas, inventada para explicar fenómenos que no entendíamos antes que la buena ciencia - la ciencia empírica- llegara a enseñarnos de que se tratan las tormentas.
Los símbolos no son tonterías. Son símbolos. Son universos paralelos de interminable, inimaginable e  incomprensible dimensión,  al cual accedemos por un fragmento de realidad simpático, que instantáneamente convierte el viaje en algo natural y cotidiano. Si hablamos del primer ser humano, hablemos de quien primero hizo esta travesía. Se trata de un pasaje:  de un estado de conciencia primario-animal, a uno no de la razón, como suponían los ilustrados, sino de la conciencia con el mundo y a la vez distanciada de él.
La primera vez que un hombre enterró a su compañero de caza ¿Qué querría decir él con esto?     Era una mutación, una reforma en la cual el primero reconocía el mundo y se reconocía a sí mismo como agente activo de él. Lo que hizo al reconocer parte del mundo no fue lo que harían los capitalistas actuales, pensar en producción, en alterar este mundo para mi mejor juicio. No, este nuevo poder era sublimemente aplastado por otro poder mucho más grande y majestuoso. La imaginación. No solo la de soñar despierto con unicornios y ollas mágicas doradas- que no está mal- sino la imaginación del ser para vivir en el mundo y a la vez fuera de este. Esta religión me interesa. Es la religión que hace al hombre caer de rodillas y rezar. La figura de Dios y lo divino es tanto más omnipotente cuando no recitamos metalenguaje concreto instruido y alimentado desde la más tierna infancia, ni cuando imaginamos sentado un anciano en un enorme trono encima de las nubes. Dios es el mundo porque el mundo es absoluto. No es el mundo real. Es nuestro universo completo. El creador de la conciencia humana. No es sorpresa que vayamos a la iglesia a agradecerle, pues le debemos gran parte de la existencia.
Se ha comprendido que Dios no es un lugar, ni  un ente, y se encuentra dentro de nuestra alma misma. Luego de avocarse a esta veneración coincidió que el humano estableció sociedades. Ocurrió por algún momento que a algunos jefes se les sugirió tomar “cargo” de Dios. Se dieron cuenta, con cierta razón que no hay mejor rol para gobernar que el omnipotente. ¿Quién mejor para controlar las leyes que el omnipresente?    Aquí nace el control de la religión sobre el pueblo. Es el pueblo quien le da poder. Ocurre con la religión como ocurre con la injusticia. Los intercambios sociales de tipo moral-religioso siguen funcionando mucho mejor en el día de hoy cuando no se encuentran envueltos en un velo de desesperación engendrado por  el miedo, o de confusión sobre el discante faraón mortal que no puede hacer caer gotas del cielo.
El rol positivo de Dios en la vida del ser humano, es decir, el de un Dios moralmente bueno, supondría que la ética fuera algo definible u ostentable. En realidad, la mayoría del tiempo es algo dinámico y polémico. No culpemos a la religión, o a Dios por los asesinatos en su nombre. Los asesinatos los hacen las personas. A pesar de esto, la gente va a la iglesia. Constituye una separación tajante entre la inviable moral de los escribas y lo sagrado, que es, en definitiva, una expectativa constante y antiquísima del hombre por someterse al amor incontrolable  a la vida, y el odio naciente por  la frustración de lo que ella no le trae.

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