Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

jueves, 23 de diciembre de 2010

El imperio de al lado

Cayó en la atención de Gengis Kan que la tierra de los chinos era más verde, con mejor pasto, más prado y ganado más saludable. Decidió entonces, reunir a las dispersas tribus en pugna y llevarlas a la gran muralla:
 Knock knock-se escuchó cuando el dirigente tocaba las puertas
¿Qué desea?- Respondió el guardia a quien había interrumpido, pues estaba distraidamente pintando el Sol, que era particularmente bello esa tarde.
-Buenos días querido vecino, vengo con una horda de 150.000 hombres a caballo y quiero hablar con su jefe.
El guardia contempló la vasta tierra delante de la muralla, normalmente desértica y deshabitada estaba ahora expectante, sentía el aliento de los innumerables caballos adherirse a su prado, agitando el débil brote de yerba. Contestó con voz firme y clara:
-Inmediatamente señor
Se abrieron las monumentales puertas y entraron galopando interminables tonos de coloridas bestias, que acompañadas por la cacofonía de la estremecida tierra, sugerían sin sutileza un cataclismo.
-Soy el emperador Wanyan Yongji. ¿Qué lo trae a mis dominios señor?
- Mis compatriotas y yo nos hemos percatado recientemente que su imperio posee mucha mejor tierra y más terreno que nuestro hogar, vengo a solicitar la entrega de una región para que nuestro ganado se alimente de su rico pasto, que es lo más justo.
El emperador frunció el ceño mientras escuchaba. Habiendo terminado de dictar Kan su ultimátum, tornó la vista al frente, miró por algunos segundos en silencio y con semblante perturbado. Dirigió entonces la mirada nuevamente a Gengis Kan:
-Oh que pena, no sabía que nuestro imperio poseía más tierra y riqueza que otros. No la necesitamos ¿Por qué habríamos de tenerla? Por supuesto, quédese con toda la región norte.
Gengis Kan entonces cabalgó con sus 150.000 hombres. Establecieron una cultura en la región norte de China, dejando un legado inolvidable por sus pacificas costumbres, su buena música y la ocasional fiesta que compartían con sus vecinos, cuando la cosecha era buena y los árboles fértiles.

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