Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

viernes, 1 de julio de 2011

Llegada a la frontera


Llegada la frontera, cargando fastuosa armadura y escabroso adiestramiento, confiaba en la alta fortaleza de elevados montes o fuertes, pero nada visible dividía las remotas tierras ajenas. No había coraje emancipado, ni dos leones de oro guardando la entrada. El frente era claro y la lluvia caía en el norte, el oponente  y yo, cargando la misma arma, sintiendo la misma lluvia, veíamos la misma línea de sueños que un pasado discante había ingeniado entre quimeras. El mal estaba frente a mí, y su tierra era de exacto color, de exacto equivalente.
Entre desgana y hastío flotaban los días con el peso del trago y las historias perversas. La guardia rotaba, se escuchaban cuentos de prostitutas remotas y amores añejos. De frente al calor y el frio mis compatriotas mostraban sus piezas orinando hacia el frente a través del etéreo muro ventoso.
Extenuado el sosiego, la concilia se clausuraba finalmente, al recibir noticias del sur. Pronto el ímpetu guerrero precipitaba encarnizado las animosidades aprendidas. Resonaban historias del pasado, de siglos míticos, que en incorpóreo hervía la sangre, repleta de alcohol y sedienta de venganza.
Las descargas fueron súbitas, como una estampida de truenos. Con diligencia respondió la refriega de bombardeo, primero la artillería, luego los gritos, cada vez más cerca, cada vez más grandes.
La galopa de audacia atropelló el nervio con una impaciencia irreflexiva. Asiendo la serpiente de fuego en mis manos, invadimos. Desconozco el momento en que inmiscuimos tierra foránea, no pude ver más que el fuego de mortero.
Nadie te cuenta lo insignificante de los pequeños seres peleando, entre dragones, con sus breves metrallas. Es una nimiedad.
Las historias no escriben lo distinto de las historias de heroísmo, como la grandeza del poderoso comanda la muerte con telefonía distante. Los semejantes corren en pavor, el sudor invade  las medallas del sargento antes de ver las caras del antagonista.
Nadie te cuenta del hombre con rifle en mano, del hombre con cuchillo al cuello, de quien clava su arma en la espalda, y no busca honor. De quien ve los intestinos de su compañero reunidos con la sangre del degollado enemigo, ves sus ojos, lo conoces, como su madre jamás lo conocerá, y te pide, incapaz de pronunciar una palabra, te ruega.
Corren hacia adelante en sollozos, no buscan gloria. Gritan y lloran entre una lluvia de destrucción, detrás de las balas y las bombas.
El general ve el mapa retroceder con semblante amargo, carga un sable antiguo que jamás ha visto adversario.
Advierto que el arma se ha trabado con sangre, me han herido en la pierna. Extraño como atañe el olor de pólvora, como ya no interesa curar, pues sé lo que pronto viene.
Y veo hombres sin tierra, que no quieren poder ni riqueza, que no quieren, siquiera, amor ni dicha. Ellos quieren la miseria, quieren vivir en la deshonra. No pueden pensar ni lamentar, pues saben lo que viene.
Bebo el agua ardiente como un hombre en el desierto, el agua ardiente robada al desfigurado sin nombre que yace a un lado. Las canciones no narran, como los valientes corren adelante con rostros enfurecidos y son derribados uno a uno como gotas de lluvia.
Y la sangre del fuego no distingue héroes, como amigos de siempre abandonan agonizantes a sus camaradas en horror. En el apogeo de pavor, todos lo saben. Nadie lo entiende
Aun en ese momento en que intuyen que el mañana ya no llega, que la vejez no los espera, morirán sin gloria, por un fantasma de frontera. Saben, y no comprenden.
Ninguna historia de horror, entrenamiento o historia los ha preparado para morir, y nadie puede morir por ellos. Sus vidas se perdieron en el mar de fuego rojo, para nunca contar, para nunca sufrir ni llorar.
Ellos nunca verán el mar.

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