Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

miércoles, 6 de julio de 2011

Prefacio a la Reunión del Pabellón de Orquídeas

 Los nobles del sur de China - y en general todos sus habitantes - siempre tuvieron una actitud orgullosa, una sensación nerviosa hacia la cultura. Las regiones del norte, más antiguas, habían sido el lugar de la mayoría del progreso cultural, el comercio, así como el desarrollo de imperios y dinastías pasadas. En este contexto, un grupo de caballeros del sur se reúne en un campo de orquídeas a beber vino, mirar las estrellas y escribir poemas. Ojala no los espante mucho este prefacio al prefacio, que uno de esos caballeros - gran poeta - hizo, y juzgo absolutamente notable.

"En el noveno año de la era Yung-ho, al comienzo del último mes de la primavera, cuando el calendario señalaba kuei-chou, nos reunimos en el Pabellón de las Orquídeas en Kuan-ji, para celebrar la Festividad de la Inmersión. Fue una reunión de todos hombres honorables, los jóvenes junto a los viejos. Rodeados por altísimas montañas y empinadas colinas, espesos bosques y enormes bambúes, junto al arroyo de aguas cristalinas sobre el que se reflejaba todo el paisaje de alrededor, y que había sido reencausado para poder jugar al juego de las copas de vino flotantes, todo a lo largo de su curvado curso. Nos sentamos según fuimos llegando. Y aunque no estábamos acompañados por los magníficos sonidos de flautas y cuerdas, apenas unas copas de vino y luego un poema, fueron suficientes para remover nuestros más íntimos sentimientos. El cielo estaba despejado y puro el aire. Corría una brisa muy agradable. Al contemplar hacia arriba apreciamos la inmensidad del universo; hacia abajo la abundancia de seres vivos. Dejamos vagar la mirada, y nuestras emociones fueron emergiendo de modo que disfrutamos más aún de todo aquel entorno pleno de rincones y sonidos maravillosos. ¡Qué gran felicidad, ciertamente! Los hombres se reúnen en grupos de amigos durante lo que dura su vida. Algunos se contentan con liberar sus más íntimos sentimientos sólo en conversaciones privadas mantenidas en habitaciones. Otros, en cambio, no dudan en dar rienda suelta a sus deseos y viven alocada y salvajemente. Y aunque los temperamentos y preferencias sean tan distintos, ambos tratan de obtener placer de cada circunstancia, entregándose a ello felices, abstraídos por el momento y sin darse cuenta de cómo la vejez se aproxima. Y cuando la fiesta termina, dejan seguir curso a sus sentimientos y quedan inmersos en una profunda melancolía. Lo que tanto placer les brindó ha desaparecido en lo que dura un suspiro, ¿cómo sus corazones no van a sentirse destrozados? Más aún, la longevidad depende de la naturaleza y su constante transformación: y todo llega a un fin. Un viejo dicho asegura que “La vida y la muerte son las únicas cuestiones importantes”. ¿No es razón suficiente como para sentirse triste? Cada vez que leo en sus escritos cómo los antiguos se veían afectados por esta misma tristeza, siento que se reúnen dos mitades. Siempre me conmuevo al leerlos y no me doy bien cuenta de por qué. No me brinda mucho consuelo afirmar que vida y muerte son lo mismo; ni que tratar de alcanzar la longevidad de los inmortales es un disparate. Lectores del futuro volverán a estos días de hoy del mismo modo que nosotros ahora miramos al pasado. ¡Qué triste que es todo! Así pues, he recolectado lo que han escrito mis compañeros y lo he trascrito aquí. Aunque las circunstancias cambian, y los hombres habitan en mundos diferentes, lo que mueve a la melancolía y lleva a componer poemas, es lo mismo. Quizá los lectores del futuro también se sentirán conmovidos por estos escritos."
                                                               Wang Xi-chih (321-379)

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