Caminando por una senda de tierra húmeda te vi, y tú me encontraste en esta condición humillante. Pobre, enfermo y sobre todo viejo, mis canas eran ya un recuerdo del pasado. Mi piel arrugada, mi tos era mi amiga, reciente, fresca y putrefacta.
Intenté robarte con un brazo temblante y un cuchillo roído. Tú me preguntaste que buscaba.
Lo único que me queda es tiempo, tiempo para decidir donde morir. Si busco algo, es un lugar digno donde expirar. Los últimos corruptos alientos después de una larga vida maldita por los mismos demonios. Yo no busco confesar mis males, pues ya no hay mal alguno que pueda salvarme. He cometido el peor error, he envejecido. Nunca quise morir, y aquí me encuentro, viejo, enfermo, deseando quizá recordar esas viles noches de juventud en que saqueaba y violaba en destemplanza y sin desdén. Necesito solo un buen lugar donde morir.
Y tú me ves a mí, polvo que trae la lluvia, y pronto veras en el agua el reflejo de años pasados, el cristal de la decrepitud, y no querrás más que el descanso.
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