Un café casi vacío a las 9:00 am; El día es invernal. Un hombre carga varios libros con su brazo mientras saluda alegremente el encuentro fortuito con un conocido. Se encuentra sentado, bebiendo café negro.
-¡Compadre! ¿Como esta?
-No muy bien, lamentablemente.
-¿Qué pasa? Cuénteme, tengo tiempo – El hombre deja sus libros sobre la mesa mientras se sienta.
- Es mi hijo, me tiene arto, siempre está molestando
-¿Cuántos años tiene?
-veintisiete
-¿Y qué hace que te molesta?
-Tiene la crisis de la mediana juventud
-¿Cómo es eso? – Se inclina hacia adelante interesado
- No sabe pasar a la adultez, no tiene trabajo, habla en exceso, en fin.
- eh bueno, todos tenemos miedo a envejecer, hay que ver lo que la gente hace para olvidarse de la tumba.
- ¿Tumba? ¿Quién dijo tumba?
- ¿No se trata la juventud de no aceptar la muerte? – dijo proclamando la verdad más absoluta
- Para nada. Se pasa todo el día hablando del sinsentido de la vida y viendo películas negras
Se quedó en silencio por un segundo, meditando. Trataba de encontrar algo que decir.
Interrumpe el Padre - ¿No sabe lo qué es vivir y se pasa preguntando por la muerte? Ese es el problema. Si quiere un sentido de la vida, no más tendría que conseguir trabajo. Si va a morir, más vale que aproveche el tiempo, no más gasta en alcohol y consuelos enfermizos ¡Si le hubiera enseñado, solo si hubiera aprendido a hacer algo con sus manos!
- Concuerdo, pero es que quizá tenga una sensibilidad especial, tú sabes, de esa gente que le importan cosas extrañas.
- ¿Cosas extrañas? ¡Porque le sobra tiempo, claro!
- Seguro que le preocupa rendirle honor a algún patrón o ideal abstracto, eso le lleva a hablar.
- Si no sabe rendirle honor a los que viven a un lado de él, ha de callarse sobre la pobreza, el espíritu, el cielo o la delincuencia. Para eso están los sueños y los cuentos; el mundo es el mundo, y no es todo suyo. No, esto no es sensibilidad, es distracción, él no está deprimido, él es simplemente un egocéntrico.
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