Levanté en sueños un gran pilar que me aplastaba. En pie, veía el majestuoso templo que me rodeaba, sus eternas paredes y pinturas, su blanco infinito, su altar, lleno de dinero, sus escaleras cubiertas de alimento pudriéndose. Subí, subí por ellas y no parecía avanzar, el exterior era una escalera continua al templo, en ese cielo no aparecía ningún sol, pensé, entonces, que no podía verlo, que esa luz me llegaba y yo no conseguía ver su fuente. Templo y templo no aparecían más que grandes pasillos de un remoto pasado, desconocido, atractivo, misterioso.
Entonces supe que estaba soñando. El pilar cayó y con él se llevó mi ropaje y desnudo, apartaba el templo completo, las paredes, las pinturas, los dioses y las figuras, todo parecía alejarse, en el despertar era nuevamente mañana, el sol era nuevamente visible.
Los rayos de luz en mi cara no han conseguido iluminarme. Recuerdo, vagamente, escribo sobre lo que se ha hecho, presiento que no he sido yo ese que ha dormido, me siento lejos, extranjero de esos enormes pilares, y no sé qué hacer con ellos, y no sé como ofrecer, qué palabras cantar, no conozco el sol sobre ellos.
Notaste lo metaliterario del último párrafo, me recuerda a Borges hablando
ResponderEliminartremendo elogio, pero mi intención era más mitológica que literaria
ResponderEliminar