Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

domingo, 5 de junio de 2011

La muerte

 Un sopló de arena traía ávida tormenta. Yo la vi, detrás de la niebla, en el infinito.
Se acercaba más a lo imperecedero. Sentado, con ambos ojos cerrados, no escapan mis lágrimas a mis palmas unidas. Sé que ya no puedo meditar, si aún ansió quedarme, sé que pronto debo marcharme. La flor rosada parecía un consuelo muy breve y sombrío, apaciguado en la imaginación, paz que escapa a la propia sombra. La vi fijarse en mi y pensar que ya no puedo, y que sucumbe el alma como un pasto seco, y a lo lejos no lo quiero, y escucho, aun, el pasado, y esa voz antigua me llama, a cuanto he vivido, a cuanto he querido.
No me seguía la vida cuando recordaba la voz de la infancia, la mirada de mi madre, los abrazos de mi padre, mi casa y mi alegría, no alcanzaba, no tocaba esa alegría, muy lejana, inalcanzable. La copa de sangre ya no me sigue, y no sé qué es lo que pasa y no sé qué es lo que me falta.
Ojala  la luna salga sin mí, que tú vivas y no se hagan cristales de hielo en el cielo estrellado, que tu sigas, por mí, sepas que a veces yo te quise aún cuando tu no me querías.
Duele como una llama dentro sufriente y cansada, persiste ¡Que me lleve! ¡Que me borre! ¡Venga la muerte para no ver ni sentir más, no oír tanto el silencio y la sorda noche que me quema! ¡Bebo la ausencia y el dolor horrendo hace temblar el universo!
Polvo será la historia, no habrá más de mí ni del pasado, remoto, insoportable.
No había ojos para decir lo triste que se veía, que no había piedras en la morada de la tierra, la ciudad de espinas, a medida que el viento lo abandonaba, crecía dejando detrás un susurro perpetuo y sigiloso.

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