Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

viernes, 10 de junio de 2011

La vida

En la mitad de año, esperaba un llamado de mi mejor amigo, cuando por casualidad topé con una hermosa mujer en camino a su hogar. Normalmente habría renunciado las coqueterías, pero esta mujer estaba demasiado atada al hilo de casualidades que llamamos destino. Seguramente fue voluntad de algún gran diseño que en ese mismo momento ella haya sacado un cigarro y yo haya estado en el vórtice de abstinencia. Muy misericordiosa, concedió mi deseo, el regalo disfrute en su compañía, comandado por la deuda a no dejarla, impulsado por el hermoso paisaje que eran sus dedos y el venenoso aliento que expiraba. Intercambiamos palabras triviales, ella se rio.  Pedí su teléfono, ella me lo dio. Valentina, un nombre excesivamente vulgar para tan escasa fineza.
De caminó recibí el llamado esperado y me encontré con Félix. Empezábamos marcha a nuestro proyecto, un grupo musical, planeando los financiamientos necesarios para los instrumentos. Finalmente acordamos pagar cada uno su parte. Así fue que me encontraba unas lunas más tarde esperando en mitad de la tarde, entre ajetreados papeleos, un préstamo del banco para comprarme una batería. Allí se encontraba ella, en fila, con una serena postura, leyendo el mismo libro que descansa apenas ojeado hace meses en mi velador, y no sé por qué comencé a rimar con sus versos de polvo, y ella otra vez dio su risa.
Seis meses de ello y lo que entre Valentina y mí ocurrió fue hace tiempo borrado. Fértiles recuerdos que permanecen no en escritura, sino en el cuerpo. Es el cuerpo mío que se siente ansioso hoy. Desde el principio del mes, ha estado escrita en mi calendario la fecha de cumpleaños de Félix, fecha de júbilo, más que por su envejecimiento, por la primera serenata pública que hemos de dar.
Comenzando las primeras pruebas de sonido llaman a mi celular, escucho que he sido despedido. Mi trabajo ha terminado,  he sido demandado por fraude, sin la menor idea de cómo robar. Supiera yo robar, no trabajaría pagando prestamos.
La furia de mi puño encestó un golpe mortal contra la batería, que ahora rota, era inútil. Mi puño comenzó a sangrar. Corrí al baño, puse una toalla alrededor, sin embargo estaba sucia, había sido usada para limpiar el horrendo líquido que cubría el piso del baño. Corrí a la cocina buscando un paño. Ahí se encontraba el bajista en evidente ebriedad, que enterándose del problema comenzó a gritarme soeces comentarios sobre mi ineptitud. Luego de una apresurada respuesta, teniendo que ver con su lamentable situación personal, rompió su botella y la apuntó a mí amenazante. Corrí hacia el patio interior, donde me esperaba el resto del grupo.
Félix y el guitarrista detuvieron al frenético borracho que me perseguía. La botella rota cayó al piso, donde frescas manchas de mi sangre se mezclaban con cigarros agotados. Di un paso atrás, comenzaba a buscar mi celular en el bolsillo izquierdo cuando de mi espalda, repentinamente, apareció ella. Su cara, mas redonda, su vientre cargaba infante. En ese momento Félix, entre forcejeos dijo: “Quiero que la conozcan, es mi novia, Valentina”
Y ella me miraba. Sin voltear, su dulce voz, carente del humo que yo había conocido dijo: “Es tuyo”
Los brazos de Félix rindieron su batalla y los otros dos cayeron al piso impulsados por su propia fuerza.  
“¿Así que fuiste tú quien la abandonó sin decir nada?”
Con mi mano en el bolsillo saqué el primer objeto que apareció. No recordaba haber cargado chocolate. Con una sola mano, saqué el resto del papel de aluminio y mastiqué mientras a la sangre se unía el envoltorio. Dulce al disolverse en mi boca, saboreé y pensé que me gustaría tener más.

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