Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Pensamiento Teísta



Si es el caso, que nuestra claridad epistemológica es positiva, aun con esta dudosa realidad empírica en mente no podríamos deshacernos de la firmeza con la que la ficción y la filosofía enmarcan nuestra existencia. No hay nada material en jugar el rol de estudiante, hijo  o  sacerdote. Ni con aprender e investigar sobre lo que creemos importantes. Se trata de mitos. Ya aprendido algo sobre la enorme dimensión que lo “irreal” tiene en la realidad humana, intento mantener una posición tolerante hacia las grandes religiones de la humanidad. Si bien sería imposible distinguir categóricamente en tan breve extensión, y no es el propósito de este ensayo, juzgo necesaria, al mismo nivel, la lectura de narrativa en este aspecto. Hay tres ojos para el conocimiento, el del reino empírico de los sentidos, el de la mente, los procesos de abstracción y razonamiento, y el de la contemplación e iluminación. Esto, con Wilber, también sostengo. No se obtiene sabiduría de Newton, sino de Dante. Si bien me declaro ateo por motivos político-liberales, es igual de cierto que mantengo una copia del Tao-te-King, los cuatro clásicos confucianos, la biblia, el Corán y el Bhagavad-Ghita junto a mi velador, todos los cuales estimo como una fuente de sabiduría y una guía para la vida.

Seguramente la experiencia y la relación con su divinidad varían tanto como sentidos encuentran los seres humanos. Nuestra especie es muy versátil, pero es probable que, en el proyecto cristiano, Jesús quisiera expresar un cambio en la visión de lo trascendente. El Dios de los cristianos que siguen a Jesús – que, a mi parecer, no son todos – no es el Dios abstracto de los tomistas clasicistas. No es un Dios del logos griego, de la razón, sino un Dios del amor; un Dios cariñoso. “En la razón, Dios (Alá) descansa, en la pasión, actúa”[1]. Pienso yo, un buen teísta sabe que “El reino de los cielos está dentro de vosotros[2]”. Más aun, es preciso comprender que: "Hacer milagros, hacer profecías, expulsar demonios, todo esto es nada ante la acción de Jesús[3]". El Dios cristiano no tiene cara, pues siendo Él absoluto, su cara se muestra en todas las cosas. Su voz no habla al corazón de los hombres, tanto como el corazón de los hombres encuentra voz en su corazón. Estas son mis impresiones sobre lo que un teísta piensa.

Mis ideas sobre la experiencia de lo trascendente se acercan al polo artístico, mas no conservo ninguna esperanza y mantengo mi convicción sobre la mortalidad del ser. Ninguna postura sobre la inmortalidad del alma o la existencia del paraíso se sostiene por lógica tradicional, y al ser una pregunta filosófica, no me ha bastado el “salto de fe”. Probablemente se trate de un consuelo. ¿Quién quiere vivir para siempre?

¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Para qué existimos? ¿Qué hay antes de la muerte y después de ella?

Habiendo considerado esta posibilidad, y con las conclusiones expuestas, el consuelo ante la inanidad de la muerte, y la certeza sobre su llegada, no ha tomado en mi un carácter existencial de autenticidad prometeica, ni el racionalismo cartesiano anteriormente desdeñado. Por el contrario, tanto más valiosa será mi vida en cuanto cada instante se construye como un momento situado e irrepetible. Un instante en la vida de un inmoral vale tanto como cualquier otro, su ventaja comparativa es nula, pues será repetido ad infinitum, ergo ad nauseam hasta el fin de las eras. Buda dijo en una ocasión que los hombres eran como monos, saltando de un árbol a otro en busca de alimento, riquezas y poder. Así mismo, Chuang-Tse, uno de los tres maestros del taoísmo, cuenta la historia de un hombre que persigue a su propia sombra. “Tal vez sea mejor que se siente bajo la sombra de un árbol, o se detenga, y así la alcance” es la respuesta del sabio. He expuesto estos argumentos, un tanto ajenos al marco cultural presente, porque me parece revelan muy bien que la ética Carpe Diem no es sino una aplicación con extensión limitada del sentido en la vida humana. Juzgo el fin de mi vida el ser feliz y traer a otros dicha, más así como el hedonista ve su muerte en la entrega dionisiaca tanática del impulso de muerte, es necesario considerar la felicidad como una construcción cotidiana, tanto como una meta futura. La felicidad está en el camino, y esto será evidente, pues para los humanos, no hay nada fuera –después - del camino. Ya sabíamos que el ser humano era un “proyecto caído”[4] porque nunca podría realizar sus deseos ante la posibilidad presente en todo camino de la muerte. Por otro lado, se nos pide pensar en nuestra vida como una creación artística inmortal. No veo en ello contradicción. Bien se presenta un problema de contradicción entre la visión de Dios que la tradición judeo-cristiana propone, y mi visión sobre el mundo y la vida, el vínculo favorable está en la raíz. Ahí, escondido entre las distintas doctrinas, “el espíritu de la palabra da vida, la letra de la palabra da muerte[5]
La pregunta por el sentido de la vida es la más fundamental, todas otras preguntas, si existe o no Dios, si hay uno, tres o veinte, son cuestiones, a mi juicio, secundarias. He expresado esto, que me gustaría ver puesto en práctica con rapidez, el único motivo por el cual podemos estar aquí, es para ser felices, y traer dicha a otros. Recuérdese ahora a Jesús, caminando entre los pobres, diciendo “Ámense los unos a los otros”. Cinco siglos antes, en China, Confucio respondía lo siguiente “Trata a los otros como quieres que te traten a ti”. Estas respuestas son universales; nadie, en el lapso de su vida, puede contemplar una existencia feliz sin ejercer su práctica.

¿Qué sabemos?

 Un desarrollo epistemológico a lo largo de la historia de la filosofía en occidente, desde la certeza del discurso del método cartesiano, el juicio sintético a priori kantiano, el sujeto cognoscente hegeliano, la síntesis fenomenológica de Husserl y la postura “existencia precede a esencia[6]” sartriana, demuestra que la filosofía, en general, no es un proyecto eterno de verdades absolutas; no se trata en fin, de construir una casa, sino de hacer el aseo. Esto, que sostiene Jacques Derrida, filosofo de la deconstrucción, también creo yo. No habrá últimos libros. ¿Cómo afecta mi visión de la religión esta postura? Comienza por un rechazo categórico a toda verdad que busque silenciar otras, como es visible en los polos fanáticos musulmanes, fundamentalistas Opus Dei cristianos, y otras posturas radicales. Su conclusión última es la siguiente: el conocimiento, ante los ojos de la eternidad, es efímero. Ante los ojos de la alegría, es vago, “y si el cielo y la tierra no han hecho nada eterno, ¿Cuánto podrá el hombre?[7]”. La religión, bien vivida, implica cordura cotidiana.

¿Qué es el bien y el mal? ¿Qué es la libertad? ¿Qué es el ser humano?

La expresión de un hombre libre es el actuar. La reflexión es, también, un tipo de acción. Se trata de buscar un cuento que contar en el lienzo que se nos ha entregado. Sin duda, este lienzo ha sido manchado, mancillado, incluso robado por las vicisitudes históricas particulares. Quien lea con atención a Marx llegará incluso a dudar si es posible la acción fuera de este marco socio-económico-cultural. Es que un ser humano no es sino quien actúa situado, y, según creo, no hay mayor límite a la libertad que vivir solo y sin ley. La tradición aristotélica ha llamado al ser humano “animal racional”. Scheler nos ha ofrecido una antropología filosófica donde el ser humano es el único – hasta ahora – animal que posee la capacidad de abstracción sobre la cual su conciencia ejerce la razón y el posicionamiento de significantes. Es decir, es capaz de comunicarse, de nombrar, y a través de esto, crear. Se ha comprendido que el ser humano es una entidad compleja. Ahora queda por decir lo contrario. La existencia del bien, el mal, y todo aquello que hemos nombrado o juzgado según nuestro entendimiento, es de por sí un ejercicio estrictamente restringido a la especie. Un volcán en erupción es un suceso de la naturaleza, pero si ese volcán esta cerca de Pompeya, es una tragedia de dimensiones astronómicas. Constantes esfuerzos por investigar el origen del denominado libre albedrío han resultado infructíferos, muchos de ellos sugieren la ausencia de este. Sin ahondar más en el asunto, consideró, junto con Sartre, y por esta misma línea, Agustín, que la libertad no es algo que se tiene, es algo que uno es. Reconciliar esta postura con una creencia religiosa resultaría completamente plausible. Del mismo modo ocurre con el sufrimiento. En efecto, el problema del mal no se resuelve con ejercicios de lógica formal, sino con la reflexión hacia las puertas del alma -entiéndase como un sentido metafórico de la conciencia – Este es el problema de Kierkegaard, Tolstoi y Dostoievski. Aunque no ha resultado para mí como una opción personal, todos estos pensadores cristianos merecen el profundo respeto de cualquiera en busca de respuestas.



[1] Gibrán, K. (2001) El profeta. Obras Completas: Edición Bibliográfica.
[2] Jesús de Nazaret. Evangelio de Lucas ,17:21.
[3] Nietzsche, F. (2007) El Anticristo. Buenos Aires: Gradifco.
[4] Heidegger, M. (2003) Ser y Tiempo. México D.F: Fondo de Cultura Económica
[5] Corintios, Capitulo 2, versículos 3-6.
[6] Sartre, J.P. (2010) El ser y la nada. Buenos Aires: Aguilar.
[7] Tse, Lao. (2008) Tao Te King. Santiago: Cuatro Vientos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario