Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

martes, 1 de noviembre de 2011

Matrimonio Homosexual

Abrigo cierta cautela ante el pensamiento teleológico aristotélico-tomista con la que nuestros ilustres evitan discusión. Es una característica fundamental de la sociedad democrática que, para serlo, se intercambien opiniones sobre temas esenciales. La experiencia humana es una en que la comunicación aparece como interés universal, y una sociedad donde dicha dialéctica se confina a una clase social, estrato religioso, u origen de cualquier forma; más aun, donde no se otorgan los medios educativos adecuados necesarios para entablar un argumento entre variados orígenes, es una que escasamente merece el nombre “sociedad democrática”.

Una visión univoca sobre los fines institucionales, para contratos civiles seculares, corre el riesgo de interponerse con las libertades individuales de sus ciudadanos. Si es cierto que la justicia es “darle a cada cual lo que merece” y del mismo modo en que el liberalismo fue desafiado por el marxismo, con un margen de libertad mínima tan grande que bordaba en traer el cielo a la tierra – y así mismo era expresado el paraíso comunista, en su expresión más fanática – el margen en que “cada uno merece” algo por su función o particular rasgo ha sido constantemente asaltado en un esfuerzo, por parte de la modernidad, de buscar criterios universales, sin caer en idolatrías fundamentalistas. Así como Aristóteles creía posible justificar la esclavitud, en base a la necesidad de tiempo libre para hombres superiores, dedicados al rubro intelectual – a saber, su trabajo, palabra que, por supuesto, él despreciaba – y la base de naturaleza humana, hombres que, por nacimiento, están mejor hechos para la esclavitud.

Es así que una investigación sobre los fines (telos) entra en un desacuerdo irremediable ¿Involucra la comunicación con el dios judeo-cristiano una necesidad por casta sacerdotal? Este es la célebre disputa que Lutero planteó, y de la cual, entre otras de carácter más político, nace el protestantismo.

Cuando las tendencias religiosas particulares de una persona le prohíben el acto sexual previo al matrimonio, es propio de una sociedad democrática y libre que su opinión sea respetada. Como pago, el contrato social obliga a sus integrantes respetar las opiniones de otros. Expondré las posturas como argumentos, sin reconocer autoridad religiosa o civil, sino el poder de sus motivos.

Por lo pronto, al firmar un acuerdo sobre asociación civil, referido a bienes privados, nadie cuestionará que esto es justo, en tanto ambas partes consientan y firmen en completo conocimiento de las clausulas. ¿Por qué el matrimonio es distinto? Porque este contrato tiene un propósito afectivo, el de declarar amor mutuo frente a la sociedad, y que, por consiguiente, dicho reconocimiento sea ofrecido recíprocamente, a través de los multiples intercambios con las instituciones que el Estado abarca. El Estado, al reconocer amor entre sus partes, juzga una unión civil que traerá consecuencias futuras. Se argumenta que dos homosexuales no pueden tener hijos, y que la familia, como núcleo social de aprendizaje, tiene por fin la reproducción. Tal razonamiento necesariamente prevé la consideración correspondiente: ¿Y los estériles, las mujeres menopáusicas? ¿No es acaso, cierto, que cada vez menos se busca la reproducción como fin de las relaciones amorosas? ¿No pueden ellos casarse? En desacuerdo con los fines, la discusión deriva a los principios. 
Supondré que nadie disputa igualdad ontológica a los homosexuales. Hoy deben enunciar sus objeciones certificando observaciones biológicas elementales. “Los homosexuales no podrían reproducirse nunca” y “El telos de la sexualidad humana es la reproducción”. Por supuesto, hemos admitido que los avances de la ciencia hagan del acto sexual algo seguro, y aun no hemos aprobado ley en contra de la masturbación. Tuvimos que luchar por siglos para que se reconociese igualdad a la mujer, y continua ocurriendo dentro de los hogares, que el hombre, más fuerte por naturaleza, considera moralmente admisible abusar de ella. Juzgamos la violación como un acto inmoral, aun cuando nuestros cuerpos lo permiten. La conciencia humana se mueve lentamente a reconocer su desgraciada historia, y ya que la sexualidad de un hombre o mujer no se interpone con su capacidad afectiva, la sociedad los ha reconocido como iguales ante la ley. El matrimonio no es distinto. Los intentos por detener el progreso democrático vendrán de argumentos naturalistas, porque en su moral, han sido educados para cultivar la tradición. Pero la moral cambia. Lo que hay en ella es una larga búsqueda por alcanzar la felicidad humana en conjunto y armonía, una donde los intereses de homosexuales, mujeres, negros y pobres valgan por igual, y cuando los hombres estén listos para ello, esa es la moral que tendrán.

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