Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

domingo, 4 de septiembre de 2011

La banalidad de la verdad

  “…En cuanto a Caperucita y su abuela, no sufrieron más que un gran susto, pero Caperucita Roja había aprendido la lección. Prometió a su Abuelita no hablar con ningún desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en adelante, seguiría las juiciosas recomendaciones de su Abuelita y de su Mamá.”

-         Pero papi, esa historia, ¿es verdad?
-         Bueno, no hijito, es una historia
-         ¿Y para qué sirve?
-         ¿No te entretuvo?
-         Pero, ¿es mentira no? ¿no es malo mentir?
-         Dime, hijito, ¿tú sabes qué quieres ser cuando grande?
-         Quiero ser médico como tú, papi
-         Qué bueno, pero sabes, yo quise ser médico para salvar vidas, tu, hijito ¿quieres ayudar a la gente?
-        
-         Bien, pues, aunque tú no seas médico ahora, tú eres médico en corazón. Entonces, hijito, ¿tu dirías que te miento cuando digo que eres médico, aunque no lo seas ahora?
-         Hmmm…No sé
-         Bueno, tal vez no, tal vez sí. Pero si te digo que yo algunos días ayudo a la gente, y algunos días no, porque te cuido a ti, y a tu hermanita, ¿soy médico todos los días?
-         Hmmm… parece que no
-         Pero si tú y tu hermanita son también personas, ¿no los ayudo, cuando me quedo en casa, los llevo a jugar, o les cuento una historia?
-         No entiendo papi
-         Querido hijo, ninguna historia es realmente una mentira
-         Ah, ¿entonces caperucita, de verdad existió?
-         No hijo, caperucita existe ahora mismo ¿Cómo, sino, hemos oído de ella?
Jesús cerró con cuidado la puerta de la habitación, dejando al pequeño en sus sueños. Se cepilló los dientes, miró algunos papeles. Sentado en su cama, se quitó su reloj de plata, situándolo a un lado de la lámpara india en el velador. Se quitó sus zapatos de cuero. Su celular sonó. Era un paciente. En rara ocasión los oncólogos reciben llamados en mitad de la noche, pues la gente con cáncer no suele morir inesperadamente. Este era uno de esos casos. María, activista de causas humanitarias para el desarrollo en África, con tan solo treinta y seis inviernos, había muerto en un accidente automovilístico tras estrellarse en un cruce con una pareja borracha, que sobrevivió el accidente. Dejó como legado a dos hijas pequeñas. Su pareja hace tiempo ya, había huido, incapaz de lidiar con la ignominia y la decadencia de su cáncer. Jesús, médico, fue al hospital para enterarse de su derrota y firmar el certificado de defunción. Esta es la verdad. Un engaño sin sosiego.

“Mientras tanto, el lobo se fue a casa de María, llamó suavemente a la puerta y una pequeñita le abrió, pensando que era su madre.”
    La niña se acercó al lobo y vio el brillante reloj en su varonil muñeca. Era primera vez que veía un hombre adulto sola. Sabía que no debía hablar con extraños, pero no puedo contener la ansiedad tras la prolongada ausencia de su madre.
      
                 -  Señor, ¡que muñeca más grande tiene!
                 -  Sí, querida, es para abrazar con más fuerza.

Entonces el lobo agarro por la barriga a las dos niñas y se las llevó a su cueva. Tras alguna riña con el cazador de la ley, que siempre busca timbres y papeles, las niñas serían suyas para cuidar.
Diez años después, escribo iluminada por la lámpara india de mi padre, en una cama aún demasiado grande para mis catorce primaveras. Cuido la casa mientras mi hermano mayor va a la universidad, él estudia ingeniería. Mis hermanas salieron al cine con mi padre, fueron  a ver una película fantástica.

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