Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Cuentos Hindúes

Manu lavaba sus manos en una fuente, cuando dentro de ella se le apareció un pez. Nadando con dificultad, gritó desesperadamente con su minúscula voz, rogando ayuda:
“Sálvame, sálvame por favor”
Y Manu dejo al pequeño pez tranquilo. Viendo que necesitaba cuidado, por un tiempo se dedico a alimentarlo. Un día el pez le dijo:
“He crecido demasiado para esta pequeña fuente, por favor, quiero un nuevo hogar”
Entonces Manu tomó el pez y lo vertió en un pozo en la tierra. A medida que paso el tiempo, el pez creció y creció más.
“Manu, por favor, necesito un nuevo hogar” – dijo él - “Este es demasiado pequeño”
Entonces Manu tomó el gran pez y lo arrojo al rio. Pero pronto el pez fue demasiado grande para el rio; por lo que Manu tuvo que guiarlo en su camino hacia el océano.
Una vez en el océano, el enorme pez se acercó a Manu y dijo:
“Yo soy Visnú, he conocido tus virtudes. Manu, primero entre los hombres. Pronto vendrá un gran diluvio, y yo te salvare de él”
La gran lluvia comenzó. Los ríos tomaron la tierra, pronto los lagos se volvieron mares, y el agua devoró todo lo creado, y las vidas de los iluminados escaparon el gran círculo del samsara, uniéndose a brahmán; mientras las almas del resto de los hombres retornaban a la muerte, para vivir una vez más.
Manu montó al gran Visnú en su forma de pez, llevando con él  provisiones, junto a unos cuantos sabios.
El mundo había comenzado otra vez. Manu, el primer humano, comenzó una familia.
Un hijo de Manu trabajaba la tierra. Un día, en el granero, viendo el saco de arroz allí guardado, se imagino lo que podría obtener si lo vendía. Pensó en comprar con ese dinero una carreta. Luego vendería la carreta, y  compraría un buey. Al vender el buey, podría comprar una casa. Al vender la casa, podría comprar varios sacos de arroz.
Finalmente, el hijo de Manu se encontraba a sí mismo rodeado de riquezas y opulencia. Su hermosa esposa atendía a la comida, mientras él jugaba ajedrez. De pronto sintió necesidad de caminar, y se puso de pie; pero al tropezar con una piedra cayó sobre un saco de arroz que a su lado guardaba. El arroz cayó sobre la alcantarilla, perdiéndose en el agua. En su imaginación, lo había perdido todo. Meditó sobre esto. Entonces el hijo de Manu continúo trabajando en el granero de su padre. 
Su hermano menor, sin nunca sufrir la miseria de luchar con hambre o enfermedad, se hizo asceta, negando las ilusiones y deseos de este mundo para consagrarse a una vida de meditación. Alcanzando liberación del samsara, fue el primero entre los mortales en hablar con Krishna. Al ver su majestuosidad, el asceta se sintió dichoso. Le dijo “Krishna, he escapado el deseo mortal” y Krishna, viendo sus logros, se alegró.
Una tarde invernal, el asceta meditaba bajo un árbol, cuando comenzó a llover. El frio y el agua lo obligaron a pedir refugio en un hogar. Tocó la puerta de una casa, y de ella salió una amable mujer, con su esposo. “Por favor, entre, entre, maestro, es una grado tenerlo entre nosotros”
Dentro de la casa, el asceta vio a su hija: La mujer más hermosa que nunca hubiera visto. 
La lluvia cesó. El asceta agradeció a la solidaria familia, y se despidió. Los tres se negaron a dejarlo ir. “Por favor, maestro, sería un enorme honor para nosotros tener a la cena a un conocedor de Krishna
Y el maestro, ante su insistencia, accedió a su propuesta. Terminada la cena, agradeció nuevamente su gran solidaridad y la sabrosa comida. A punto de irse, comenzó una gran tormenta. “Bueno – dijo la bella hija – es una lástima, pero tendrá que quedarse, le tenemos una habitación, con una cama lista para usted, será un placer tenerlo bajo nuestro techo”
El asceta no tuvo opción. La tormenta se prolongo por semanas, y la lluvia nunca cesó de caer. Todas esas noches, contempló los encantos de la muchacha, hasta que finalmente cayó enamorado. 
 Finalmente, tuvo que confesar su amor, y pidió a los padres su mano en matrimonio.
“No habría mejor compañero para nuestra hija que usted, maestro”- dijeron ambos
“¿Pero la ama ella a usted también?”

La doncella, tímidamente, respondió: “Sí, lo amo”
La pareja consumó su amor entre los rayos de la tormenta. Un vendaval de gran poder, seguido por un maremoto, destruyó la casa, arrancándola desde sus raíces, y entre el caos, el asceta fue herido. 
Inconsciente, apenas capaz de moverse, despertó en una playa desconocida. Reconociendo su fortuna, comprobó su cuerpo. Viviría. Intentó ponerse de pie, con algún esfuerzo, lo consiguió. Frente a él apareció Krishna, que se acercaba.
Al detenerse, Krishna abrió sus brazos y dijo:
“Ah, tú, ¡tanto tiempo! ¡Pensé que te habías olvidado de mí”

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