Pregunta: ¿Cómo se
propone Ud. justificar su pretensión de ser el Instructor del Mundo?
Krishnamurti: En realidad no me
interesa justificar tal cosa. El rótulo no es lo que importa, señores. El
grado, el título, no tiene importancia; lo que importa es lo que sois. Echad,
pues, el título a la Basura; tiradlo al canasto, quemadlo, destruidlo,
despojaos de él. Vivimos de palabras, no de la realidad de lo que es. ¿Qué
importa lo que yo pueda o no llamarme? Lo que importa es si lo que digo es
verdad; y si es verdad, descubrid vosotros mismos la verdad y vividla. Señores:
los títulos, ya sean espirituales o del mundo, son un medio de explotar a la gente.
Y nos gusta que nos exploten. Tanto el explotador como el explotado disfrutan
la explotación. (Risas) ¡Ya veis que reís! Y eso es todo lo que haréis,
porque no veis que vosotros mismos sois explotados y por lo tanto creáis el
explotador, ya se trate del explotador capitalista o del explotador comunista.
Vivimos de títulos, de palabras, de frases, que carecen de sentido; por eso es
que interiormente somos vacíos, y por eso es que sufrimos. Examinad de veras,
señores, lo que se dice o lo que yo digo, y no viváis simplemente en el nivel
verbal, pues en ese nivel no puede haber experiencia alguna. Podréis leer todos
los libros del mundo, todos los libros sagrados y los libros psicológicos, pero
el vivir en ese solo nivel no os satisfará; y me temo que sea eso lo que
ocurre. En nosotros mismos somos vacíos, y es por eso que estamos de acuerdo
con las ideas de otros, con las experiencias, estados de ánimo y lemas ajenos,
y por tal causa nos estancamos; y eso es lo que sucede a través del mundo. Todo
lo esperamos de la autoridad, del “gurú”, del instructor, y todo eso está en el
nivel verbal. Para experimentar vosotros mismos la verdad, para comprender y no
para seguir la comprensión de alguna otra persona, debéis abandonar el nivel
verbal. Para comprender la verdad por vosotros mismos, tenéis que estar libres
de toda autoridad, del culto de otro ser, por grande que sea; pues la autoridad
es el más pernicioso veneno que impide la experiencia directa. Sin experiencia
directa, sin comprensión, no puede haber realización de la verdad. De suerte
que yo no presento nuevas ideas, porque las ideas no transforman radicalmente
al género humano. Podrán traer revoluciones superficiales pero lo que nosotros
tratamos de hacer es algo del todo diferente. En todas estas pláticas y
discusiones, si os interesa asistir a ellas, procuramos comprender lo que es el
mirar las cosas tal cuales son; y en el hecho de comprender las cosas tal
cuales son, hay una transformación. Saber que soy codicioso y no encontrarle a
ello excusas ni condenarlo; saberlo sin idealizar su opuesto, diciendo “no debo
ser codicioso”; saber simplemente que soy codicioso, es ya comienzo de la
transformación. Observad, empero, que no deseáis saber lo que vosotros sois,
sino lo que es el “gurú”, el instructor. Adoráis a otros porque ello os brinda
satisfacción. Es mucho más fácil evadirse estudiando a alguna otra persona, que
miraros a vosotros mismos tal cuales sois. Señores, Dios o la verdad está
dentro de uno mismo, no en las ilusiones. Pero el comprender aquello que es
resulta muy difícil; porque aquello que es no es estático, cambia y sufre
modificaciones constantemente. Para comprender lo que es, necesitáis una mente
veloz, una mente que no esté anclada a una creencia, a una conclusión o a un
partido. Y para seguir lo que es, tenéis que comprender el proceso de la
autoridad, por qué os aferráis a la autoridad; no basta descartar la autoridad.
No podéis descartar la autoridad sin comprender todo su proceso, porque
entonces crearéis una nueva autoridad para que os liberte de
la antigua. Esta cuestión, pues, carece de sentido si no consideráis más que el rótulo,
porque a mí no me interesan los rótulos. Pero si tenéis interés en ello,
podemos emprender un
viaje juntos para descubrir lo que es; y al conocernos a nosotros mismos podremos crear
un mundo nuevo un mundo feliz.
Julio 11 de 1948
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