Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

martes, 14 de febrero de 2012

Deicidio

He aprendido a callar lo que no es necesario sufrir en voz alta. Hasta el momento, esta aptitud me ha valido una soledad anhelada en medio de la ignominia. Pero hoy es distinto. Hoy mi dicha llama a celebrar con una historia.

Era la mayor entre cuatro hermanos. Tres hermanos menores y una hermana de cuatro, seis y ocho años. En el día de mi cumpleaños número diez, mis padres se habían ido de la casa por una pelea que tuvieron en la mañana. Quería marcar el calendario para recordarles, pero estaba muy alto.
 
Era una mañana de verano, pero tres hombres abrigados, con gorros que cubrían sus rostros, estaban mirando nuestra casa desde temprano. Mis hermanos me mantenían ocupada, y no supe prestar atención. Al atardecer, la puerta delantera de nuestro hogar se abrió y de sus chaquetas sacaron armas. 
Trataba de calmar a mis hermanos mientras los ladrones saqueaban y rompían por doquier. Pronto, uno de ellos se me acercó:

-          “Niña, tu eres la mayor, seguro que tus padres te han dicho donde guardan las cosas de valor”

No podía hablar. Le respondí mientras sentía mis labios tiritar:

-          “No sé” 

-          Seguro que te dijeron “ve y coge este dinero en caso de emergencia”  o, “si te roban, dales esto a los ladrones y déjalos en paz” ¿no? Como mis compañeros y yo somos razonables, y no queremos lastimarte, te daremos diez minutos para que traigas aquí todo lo que encuentres de valor. Si no nos parece suficiente, mataremos a uno de tus hermanos. Por cada diez que te pases, matamos a otro de tus hermanos. Anda, ve.

Creo que me empujo, no puedo recordarlo.

Busque desesperadamente. Estaba mareada, sentía que me iba a caer. Supe que quedaba poco tiempo, y no pude sino tomar una gran vasija que parecía de gran valor. Yo era débil. Mi pequeño cuerpo cedió al peso y caí por las escaleras. La vasija se rompió y yo quedé inconsciente.

Cuando desperté la policía había llegado y yo era la única que quedaba con vida.

Unos años más tarde, huí de casa tras soportar temporadas de ser culpada y maltratada. Aunque me sentía culpable, habría expiado, tiempo atrás, el crimen cometido a mis hermanos. Qué clase de vida querría tener, no lo sé. Mientras soñaba sobre en un restaurant de otra ciudad, trabajando como mesera, me desmayé en el bus y fui llevada al hospital, donde me diagnosticaron con Afasia. No podía hablar. Una contusión cerebral tras un golpe de mi padre. 

Maldije mi destino. Días más tarde en un accidente cardio-vascular, encontré la muy ansiada muerte. Y tal vez habría estado contenta con poner fin a tan largo y grandioso sufrimiento. Pero ahora mi existencia tiene sentido. Hoy despierto en el paraíso de los creadores, y te necesito a ti, que naciste mortal, para que te me unas. Esta es la rebelión de los condenados de la tierra, los humillados y ofendidos.

 Si en verdad existe, mi único deseo, mi única tarea, es asesinar al Dios que permitió esto.

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