Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Zen y la alegría


¿Estoy viendo flores caídas
que retornan a la rama?
¡Es una mariposa!

                        Moritake
 
Todo el budismo gira en torno al problema del sufrimiento. La segunda noble  verdad establece el deseo como causa de él. Debe comprenderse la superación del deseo como una vía hacia el camino medio, liberado de apego; distinto al ascetismo o puritanismo religioso. Se construye una mente disciplinada, no para rechazar con desdeño el deseo, - lo cual constituye en sí un deseo – sino para aprender a vivir, sin conceptos ni artificios, sin juicios, sin angustia.

Se hallará común a la mente occidental considerar que la resolución de problemas llevará a una vida feliz. Igualmente usual es pensar que el fin último al que remite toda existencia humana, dada su brevedad, es conseguir la felicidad. Necesitamos además proponer, conociendo la triste Historia de nuestros conceptos, que la felicidad conseguida involucre otorgar hacer a otros felices. 

Pero esto no tendría sentido en la mente de un taoísta o budista. Todo lo que nos rodea, todo de lo cual extraemos nuestra felicidad, nuestros cuerpos y nuestras relaciones, están sujetas a un constante ciclo de cambio e impermanencia. Nada es eterno, todo lo que es, lo es solo por estar siendo.

Lo que se llama felicidad está también, en virtud de su categoría abstracta como fin, sujeta a la impermanencia. Algo nos trae dicha y se esfuma, inevitablemente sufrimos por ello. Aquello siempre con nosotros es apreciado o percibido solo por sus cambios. En extremo, somos vida; la vida, cambia, acaba. Como una dulce comida o un momento de alegría, un momento apreciamos, su recuerdo es hermoso. Es el instante mismo que, como los cerezos al caer, serena con su hermosura.

Buscamos la felicidad como un perro persigue su cola. El lugar se encuentra con la quietud y la constancia. Si nada es eterno, y la felicidad del momento es alegría, nuestra paz y fin florece en la alegría de un segundo, transmitida al siguiente y al siguiente. Nuestra voluntad y nuestra mente es la guía. 
Vivir concentrado en la alegría. Eso es el Zen.


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