Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Canción del deber

Veo el maltrato contra una anónima mujer en la calle. Tres hombres la arrinconan, buscan dinero y placer. Escapa, se esconde tras nosotros. Mancillada, encuentra refugio en nuestras espaldas ¡Cuánto dolor y miedo!
Mi compañera, Ariadna, trae un arma blanca. Estudiante de esgrima, vuelve del entrenamiento. Sabe bien, que su sable podría detener esta violencia. Bastaría una estocada. Los tres hombres se acercan en posición desafiante. Demandan la entrega de nuestra protegida.
Su cuerpo duda. Su mente confundida; sostiene firmemente la carga del deber y el deseo de la paz. Protegerla sin herir gravemente es imposible.

Ariadna:
¿Qué puedo hacer? No veo ningún bien
¿Dañar o abandonarla a la desgracia?
¿Por qué,
nacemos para sufrir y morir,
por qué actuar?
Ellos la dejarán.  Ella se recuperará
Gran mal proviene de la compasión
François:
Con la desesperación no se gana
¿Por qué dudar ante la verdad?
¿Qué son estos hombres, ante el universo?
Lo eterno no causa muerte
La muerte es lo único eterno
El espíritu no hiere
Las armas y el fuego no queman
Álzate al deber
Esto es todo lo que hay

Los tres dan un paso al frente. Mi compañera extrae su sable y presenta su brillante filo. Amenazados, meditan el siguiente paso. No han desistido en su salvaje empresa.
Ariadna mantiene su sable alto y su temple sereno. La mirada hacia los tres enfrente; esquiva, se dirige a mí.

Ariadna:
Si hemos de buscar sabiduría
¿Por qué hacer la guerra?
Dime, con certeza
¿No es más horrible
darles muerte?

François:
No es abstenerse del actuar,
como se libera del deber
Retirarse, apartarse;
representar el corazón
Todo esto es un engaño.
Nos vemos libres
Impelidos sin remedio a la acción
Cumple tu tarea
Protege un mundo que valga la pena
Ariadna:
¿Qué hay en el futuro
Si lo hemos construido con sangre?
Mejor vivir mancillada y miserable
que alegre, sobre esqueletos
Si sus vidas no valen el dolor de esta mujer
¿Por qué peleamos?
François:

Nada efímero puede consolar
Rendirse, solo para huir,
Te llevará al caos y la angustia
 Si serás exitosa o recompensada;
No debe importarte
Concéntrate en tus esfuerzos
Si no lo intentas
No podrás perdonarte
Serás degrada al inferior,
A quien no se preocupa por nada
Ariadna:
He salvado y protegido
A compañeros en menores agresiones
Nunca, nunca he asesinado.
Encontrar satisfacción en matar,
¿No es esto lo que buscamos?
François:
                 ¿Sentiste alegría al proteger a alguien?
¿Cómo llamamos a esta satisfacción?
Esto es lo que las personas,
lo que los humanos llaman Justicia

Se lanzan sobre nosotros con ventura. Ariadna empuña firmemente su sable y clava su punta contra el estomago de uno de los hombres. Retira su arma y la sostiene, resoluta.
Nuestra protegida huye. Los tres se retiran, cargando a su compañero sangrante. Herido, quizá de muerte.


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