La historia
global constituye un fenómeno de considerable importancia en el desarrollo de
la disciplina. Aparte de algunos trabajos independientes (Toynbee, Spengler) su
novedad se inserta en el contexto de la globalización, en buena medida como
respuesta a ella. Surgió como un intento por responder a múltiples necesidades
de estudiantes, principalmente en EEUU, que crecientemente podían legítimamente
identificarse con una tradición distinta de la occidental y para quienes la
historia nacional o la historia occidental era insuficiente. Por tanto, el
origen de la disciplina no vino de la investigación, sino en buena medida de la
educación. El punto no es gratuito porque llama la atención sobre lo tardía de
la empresa y el grado de conservadurismo de los historiadores al respecto, al
tiempo que diverge de la historia desencantada con relatos ambiciosos que
siguió al posmodernismo y la crisis de las utopías a fines del siglo XX.
Algunos
cuestionan la novedad del proceso de globalización en la medida que ningún país
ni región es, como diría Toynbee, una entidad históricamente inteligible por sí
misma. Sin embargo y como apunto él mismo en A Study of History, a medida que nos acercamos a la edad más
reciente el aislamiento del territorio disminuye. Llegado el siglo XX la
globalización puede al menos comprobarse en el desarrollo tecnológico que
afecta la vida cotidiana de los individuos. Por otro lado, el contacto cultural
evidencia una hegemonía estadounidense en primer grado, anglosajona en segundo
y occidental en tercero. Ello no ha impedido una importante contribución a
disminuir el etnocentrismo tradicional y el vacío orwelliano en que se
encuentran los estudios históricos con respecto a cualquiera cultura distinta
de la propia. Por otro lado, nuestra deuda con la verdad sin duda ofenderá la
sensibilidad de tradicionalistas, como lo harán las omisiones necesarias del
caso. Si bien no se ha creado para traer a occidente al tribunal, sí vale la
pena considerar que la aproximación global tendrá menos independencia con
respecto al balance de poder internacional que el nacional.
Vemos aún
defensas hacia la propia civilización sobre lo
otro. Los historiadores usualmente se hallan reacios a la teoría (aunque no
la de las ciencias sociales). Aún sin intentos magnos de explicación total, resulta
visible que el marco nacional es pre-paradigmático y constituye simplemente “la
teoría más antigua” como diría Keynes. No obstante, que la nación sea una
"comunidad imaginada" nos da buena esperanza sobre extender la
comunidad, bien sabemos que los estados nación son una creación reciente y no
hay países que no contengan varias etnias dentro de sus fronteras políticas. Creo
que debemos decir aquí que la historia de cualquier tipo responde a una
necesidad cognitiva por los hechos y las causas, y emotiva por la identidad y
el recuerdo (para quienes viven toda su vida en un país, se mezcla con el
personal). La historia global entonces, provee una oportunidad para aumentar
nuestro conocimiento, pero sin duda también
y para mí, con mayor importancia, una ocasión empática hacia la construcción de
identidades armoniosas y de, no temo decirlo, la paz en el mundo. El rol
estrictamente útil que cumplen los intelectuales en la sociedad es mejorarla a
través del pensamiento. Sería a mi juicio un error permitir que nuestra
necesidad de empirismo con respecto a evitar discusión sobre el futuro nos
impida servir hacia la construcción de él. Por otro lado, el tamaño del mundo
hace que una historia global corra peligro de confundir causas eficientes con
causas finales, especialmente porque la disciplina ha nacido como respuesta a
la demanda de gente concreta con miedos y aspiraciones en contextos de
multiculturalidad pero en relaciones asimétricas tanto culturales como de
clase, que se agravan en varias sociedades del primer mundo (Harman, A people’s
history of the World).
Sin embargo, la
historia global no puede, por la dimensión de la tarea, estar falta de método.
Posibles aproximaciones incluyen estudiar el desarrollo de las civilizaciones y
establecer comparaciones entre ellas, los contactos y las fuerzas globales
históricas como enfermedades (McNeill) o nuevas formas de comercio.
Evidentemente, todas las aproximaciones están relacionadas y por tanto deben
ser usadas en conjunto.
Persiste cierta mala disposición general a hacer historia "demasiado grande". Al respecto hay un dicho,
hasta donde sé alemán, que dice “El bosque no deja ver el árbol” y otro coreano
“El árbol no deja ver el bosque”. Cierta broma al respecto va: “Si el árbol no
te deja ver el bosque, dale un par de hachazos.” Como queda claro, el motivo para tomar un marco más amplio no es meramente científico. El
universalismo cosmopolita no es, a mi juicio, un humanismo, pues nadie ama ni
conoce al hombre abstracto, sino a personas particulares. Por tanto lo que
queremos es hacer una historia global que incluya a los grupos de modo que el
encuentro con ellos sea como con un vecino con el cual se establece una
conversación y con el cual comparto un mismo barrio, aunque cada uno tenga su
propia vivienda (ver esquemas al final). Visto que la necesidad emocional por
identidades no va a decaer sino que, con toda probabilidad, aumentar con el
peligro de desarraigo que la globalización trae, mantener un sentido de lo
propio mientras se proyectan círculos concéntricos de comunidad es una buena
manera de intentar un diálogo entre el exceso de universalismo y el de
particularismo con sus propias deficiencias racionalistas o románticas.
Francesco Gissi
Los
modelos son muy simplificados y no toman en cuenta, entre otras cosas, que
la identidad es múltiple y su primacía varía dependiendo del contexto. Por
otro lado, la importancia de la identidad de grupo nación también ha
recibido una atención exagerada en la historiografía, en parte debido a la
concentración de poder en el Estado.
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