Francesco Gissi
En
este ensayo argumento que la imagen retratada por Miguel Littin en El Chacal de Nahueltoro perpetúa algunas
oposiciones binarias al excederse en aspectos de crítica política.
Según
Peirano el cine chileno ha presentado una imagen de cultura popular mestiza y
eminentemente pre-moderna (a veces anti-moderna) como el centro
de identidad nacional. Por otro lado, ha excluido lo indígena completamente a
no ser como curiosidad, exótico, o como recuerdo de un pasado histórico. En
ambos casos, sin embargo, la imagen representada no coincide con los
representantes, que constituyen una élite intelectual, a pesar de manifiestas
declaraciones por Littin en Cine Cubano: creemos que el más grande revolucionario es el pueblo y creemos que el
pueblo no tiene nada que aprender de nosotros, al contrario, nosotros tenemos
que aprender de ellos, y ésta es una cosa muy importante (1977: 21).
Pero
el pueblo es un concepto abstracto y
como tal su contenido concreto puede variar considerablemente. ¿Es el cineasta
parte del pueblo? ¿Estoy yo fuera del pueblo por tener buena situación
económica? Si el pueblo es constituido por, como diría Dostoievski, los humillados y ofendidos, ¿Qué significa
que no tengan nada que aprender y nosotros tengamos que aprender de ellos? La
frase tiene la apariencia de subvertir el orden económico-civilizatorio de la
élite, pero precisamente por ello, cae en otro error. Constituye un paradigma
de pobreza y pureza que evidentemente deja a los pobres efectivos, es decir, a
los sujetos reales, no abstracto pueblo,
en calidad de otro, posiblemente
idealizado, pero sin duda no visto en su calidad de legítimo sujeto, que sufre
por su pobreza y de la cual también pienso que deberíamos ocuparnos.
Igualmente
la observación sobre educación resulta sospechosa: ¿Por qué no tiene el pueblo
que aprender nada de nosotros?
¿Valemos tan poco? La frase, nuevamente, aparenta cierta humildad, pero en
realidad coloca una distancia tremenda entre la experiencia humana del
intercambio, es decir, aprendamos unos de
otros, comprendámonos unos a los otros y el proselitismo político, que en este
caso reemplaza la dinámica elite-urbe / pueblo-campo
o civilización/barbarie por pueblo-campo-conocimiento-pureza-bondad / élite-ciudad-barbarie-ignorancia-maldad.
Entre otras cosas, esta división, como es común de socialistas utópicos,
culpa a la élite o los ricos por la pobreza de los pobres, cuestión que
dudosamente puede ser justo, después de todo, la crítica de culpar completamente
a José por su grave crimen es que él no eligió donde nacer y por tanto fue
socializado de acuerdo a patrones por los cuales no se le puede hacer
completamente responsable, como su falta de educación. Pues bien, lo mismo
puede decirse de cualquiera que haya nacido en mejor situación económica,
primero, porque no veo nada intrínsecamente malo en el dinero y es demasiado
fácil – y elitista - criticar el consumismo al modo: Nosotros los intelectuales sabemos mejor que ustedes masa. Segundo,
porque, nuevamente, si es que fuera cierto que solo por poseer riqueza alguien
participa de algún mal o corrupción – cuestión que no creo – incluso entonces
no podría hacerse responsable completamente a la persona por haber nacido en
una situación que no eligió. En estas circunstancias hay que aplicar el mismo
relativismo cultural que aplicamos cuando vemos otras culturas. A mi juicio, Littin
– sin culpa suya, que participa de una cultura comunista-socialista común en la
época - no lo hace y en consecuencia, mantiene
la distinción nosotros-otros, si bien
en forma de clase.
En
el Chacal de Nahueltoro el sujeto concreto pobre es criminal como producto de
una sociedad que lo abandona. La educación e integración (la cárcel tiene
escrito redención en las murallas)
que recibe en prisión termina con su fusilamiento. La sociedad retratada en el
camino a la condena es distópica en el sentido que falta por completo cualquier
atisbo de misericordia. Cabe preguntarse si
el permiso artístico en este caso no ha generado nuevamente una imagen
caricaturesca. En cualquier caso, los testimonios son los siguientes:
Cuando
se le pregunta al capitán si siente remordimiento por ajusticiar a un hombre,
él responde que lo consultó con un sacerdote y obtuvo respuesta satisfactoria:
que su posición es como la de un médico que extirpa un brazo enfermo; como él,
debe extirpar la enfermedad de la sociedad para salvarla. Al preguntarle si es
su primera vez, responde: Yo tengo mucha
práctica en esto del fusilamiento y puedo decir que todos mis fusilamientos han
sido perfectos. Si bien es cierto que la policía chilena ha
tradicionalmente mantenido una cultura prusiana autoritaria, debo considerar
que esta imagen necesita el mismo punto anteriormente mencionado: el capitán
participa en un orden institucional y trabaja en él, participa, por tanto, de falsa consciencia. Por otro lado, en
este caso el castigo es excesivo, pero la policía es sin duda necesaria para
mantener algún orden en la sociedad, asunto que escasamente se menciona en la imagen
común de la izquierda juvenil que los demoniza. Por tanto, dentro de la policía
se enseña una dicotomía orden-caos donde prácticamente cualquier protesta puede
ser legítimamente aplacada con severidad. Aquí también nosotros tenemos parte
de la culpa.
El
sacerdote habla con la calma y templanza usual, en este caso mostrando una clara
ausencia de humanidad. En tal situación se muestra satisfecho con que el
condenado este arrepentido y no culpe a otros de su situación, pero no se
muestra en lo más mínimo inclinado a argüir para salvar su vida. La situación
nos recuerda de los argumentos explícitos de Jaime Guzmán sobre la pena de
muerte como un momento de gran potencial
redentor.
Por
la confusión sobre si su nombre es Jorge o José, el juez dice que el nombre
José ha sido usado mal por él, seguramente con mal propósito. En este caso la
justicia, en calidad de normalizarte y poseedora de papel y escritura, de ley,
conoce o cree conocer el nombre de Jorge mejor que él mismo. Visto que el
nombre de algo, incluido una persona, es una manera importante de acceder y
dominar los objetos, la justicia posee por completo a Jorge.
La
comunidad dentro de la prisión ha generado un lazo con José y lo despide en la
ronda de la mañana con gritos. Alguien grita para preguntar cómo va a morir, él
responde “Sin chiscar, porque sería feo” y cae a llorar. La primera frase es
una muestra de humor y fuerza divina que tranquiliza a sus compañeros, pero tal
fuerza sería propia solo de un dios si no apareciese luego el miedo y la
tragedia, que lo hace héroe, porque efectivamente morirá, y los seres humanos
temen la muerte. Mientras tanto el juez come en un banquete y comenta: Es un gañan de tercera categoría.
Las
autoridades se presentan frente a él y José mira una revista pornográfica, pero
a la vez baja la vista. Ello puede leerse nuevamente como una divinidad
burlesca, un arquelín arquetípico, o como un uso de las armas de los débiles que a la vez responde, ante la pregunta de
si necesita algo, ver a mi madre. Las
autoridades se van, muy satisfechas con el reo, comentando el buen trabajo que
ha hecho el padre.
En
la entrevista José declara estar totalmente arrepentido, culpa su crimen al
alcohol, pero más que eso, a que No tuve
naiden que diera enducación (nuevamente, podríamos atribuir este doble
error gramático a su inestabilidad emocional, pero parece mostrar cierto exceso
de Littin de tendencia proselitista que ha aumentado la popularidad del reo). José dice: ahora soy católico…Aquí he
aprendido a conocer la vida…y me he sentido católico, y chileno.
No
queda duda sobre la normalización por la que ha pasado en prisión. Sin embargo,
me siento ligeramente escéptico sobre que la sociedad pueda ser legítimamente
culpada de tal modo por el crimen que José cometió. Sin duda hay aquí una gran
oscuridad producto de las polarizadas posturas políticas en el asunto, pero me
parece que el grave crimen de José contra una mujer y seis niños es un ataque,
por así decirlo, dentro de su clase y contra la misma, motivo por el que el
discurso de la política no es completamente coherente con una valoración de lo
popular en calidad de sí mismo, pues lo que le faltó, como bien dijo él, fue
educación, especialmente moral.
En
consecuencia, creo que si bien el Chacal
de Nahueltoro es una gran obra artística, perpetua algunos errores de la
extrema izquierda y con ello divisiones binarias artificiales del mundo que,
como casi todas las divisiones binarias, pueden reducir nuestra comprensión de
él en lugar de mejorarla. No por ello niego la primera afirmación, pues en
efecto es una gran obra, que sin duda habrá contribuido a aumentar nuestra
empatía con los que viven en la ignominia y mueren con el rostro cubierto,
literal o metafóricamente.
Bibliografía
El chacal de Nahueltoro
Donoso, Catalina, ¿Espectador en acción?: Representación e
identificación del pueblo/masa en el Chacal de Nahueltoro. Revista Aisthesis,
Vol. 47, 2010, 100-114.
Peirano, María Paz, Nosotros, los otros. Boletín del Museo Chileno de
Arte Precolombino, Vol. 11, Nº1, 2006, pp. 55-66.
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