¿En la fe en qué? ¿En
el amor a qué? ¿En la esperanza de qué? ..Esos débiles .. alguna vez, en
efecto, quieren ser también ellos los fuertes, no hay duda, alguna vez
debe llegar también su reino .. nada menos que «el reino de Dios» lo llaman
entre ellos, como hemos dicho: ¡son, desde luego, tan humildes en todo! Para
presenciar esto se necesita vivir largo tiempo, más allá de la muerte,
.. en efecto, la vida eterna se necesita para poder resarcirse también eternamente,
en el «reino de Dios», de aquella vida terrena «en la fe, en el amor, en la esperanza».
¿Resarcirse de qué? Resarcirse con qué?... A mí me parece que Dante cometió un grosero error al
poner, con horrorosa ingenuidad, sobre la puerta de su infierno la inscripción
«también a mí me creó el amor eterno» 35: .. sobre la puerta del paraíso
cristiano y de su «bienaventuranza eterna» podría estar en todo caso, con mejor
derecho, li inscripción «también a mí me creó el odio eterno» ––,¡presuponiendo
que a una verdad le sea lícito estar colocada sobre la puerta que lleva a
una mentira! Pues ¿qué es la bienaventuranza de aquel paraíso?... Quizá ya
nosotros mismos lo adivinaríamos; pero mejor nos lo atestiguó expresamente una
autoridad muy relevante en estas cosas, Tomás de Aquino. «Beati in regno
coelesti», dice con la mansedumbre de un cordero, «videbunt poenas damnatorum, ut
beatitudo illis magis complaceat» [Los bienaventurados verán en el reino
celestial las penas de los condenados, para que su bienaventuranza les
satisfaga más] 36. ¿O se quiere escuchar esto mismo en un tono más fuerte, de
la boca, por ejemplo, de un triunfante padre de la Iglesia, el cual
desaconsejaba a sus cristianos las crueles voluptuosidades de los espectáculos
públicos ..por qué, en realidad? «La fe nos ofrece, en efecto, muchas más cosas
..dice, de spectac, c. 29 ss.––, algo mucho más fuerte; gracias a
la redención disponemos, en efecto, de alegrías completamente distintas; en
lugar de los atletas nosotros tenemos nuestros mártires; y si queremos sangre,
bien, tenemos la sangre de Cristo... Mas ¡qué cosas nos esperan el día de su
vuelta, de su triunfo!»
Nietzsche, Genealogía de la Moral, Sección 1, 15.
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