Yo vivía en el lado más sombrío
del camino, y me pasaba la vida mirando los jardines desde el otro lado,
embriagándome en el sol.
Me sentía pobre, y andaba de
puerta en puerta con mi necesidad; y mientras más me daban los otros, más
pesaba mi abundancia.
Una mañana me despertó el repentino abrirse de mi puerta, y
entraste tú, y me pediste limosna.
Rompí desesperado la tapa de mi
arca, y mi sobresalto hizo que hallara por primera vez mi propia riqueza.
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