Diré tu nombre en mi soledad,
sentado entre las sombras de mis callados pensamientos… Y lo diré sin palabras,
y sin razón, como un niño llama a su madre cien veces, contento solo con decir
madre.
Aunque tuviera yo el cielo con
todas sus estrellas, y el mundo con sus tesoros sin fin, pediría más. Pero me
contentaría yo con cualquier rinconcito de la tierra, solo con que ella fuera
mía.
Ella está cerca, como la flor de
un prado a la tierra; me es dulce, como el sueño a mis cansado cuerpo. El amor
que le tengo es mi vida fluyendo plena, como corre el río en las crecidas de
otoño, en sereno abandono.
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