¡En la luz de este día, canta,
oh, poeta mio! De aquellos que pasan sin detenerse, que huyen riendo sin mirar
atrás, que florecen en una hora sin sentido de deleite y se mustian al
instante, sin pensar. No te sientas callado a
decir el rosario de tus pasadas lágrimas y sonrisas; no te detengas a
coger las hojas caídas, no corras tras lo esquivo, buscando el sentido de lo
oscuro. Deja los huecos de tu vida donde están, para que la música surja de tus
profundidades.
Acéptame, Señor; cógeme este rato; y que se lleve el olvido
los días huérfanos que pasé sin ti.
Tiende este momento
descansadamente, en tu falda, y tenlo bajo tu luz.
He vagado persiguiendo voces que
atraían, pero no me llevaron a ninguna parte.
¡Deja ahora que me siente, tranquilo, a escuchar tus palabras en el
corazón de mi silencio!
¡No apartes tu rostro de los
oscuros secretos de mi alma; enciéndelos hasta consumirlos en tu fuego!
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