No pida yo nunca estar libre de
peligros, sino denuedo para afrontarlos.
No quiera yo que se apaguen mis
dolores, sino que sepa tratarlos en mi corazón.
No busque yo aliados para batallar
la vida, sino fuerza en mí para vivirla.
No anhelo yo, temeroso, ser
salvado, sino esperanza de conquistar mi libertad con paciencia.
¡No sea yo tan cobarde, Señor,
que quiera tu misericordia en mi triunfo, sino tu mano apretada en mi fracaso!
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