Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

domingo, 8 de julio de 2012

Sobre la Historia


“Todo gran hombre ejerce una fuerza retroactiva. Por ello se reconsidera toda la historia y miles de secretos del pasado salen deslizándose de sus escondites y quedan expuestos… al sol que los ilumina. No es posible prever todo lo que será, un día, la historia. ¡Puede que el pasado siga aun esencialmente velado! ¡Se precisan todavía tantas fuerzas retroactivas!”
                                                                                             
                                                           Nietzsche, Gaya Ciencia, Aforismo número 34.

“El realista Maquiavelo elaboró su Arte de la Guerra acudiendo al sistema de reclutamiento anterior a las guerras púnicas, imitando el corpus castrense grecorromano descrito en las crónicas de Curcio, Herodoto, Jenofonte, Josefa, Polibio, Salustio, Tito Livio y Tucídides. Basta esto para imaginar la metamorfosis del pensamiento estratégico a la fábula. Finalmente, el realista tampoco carece de fantasía.[1]
Lo dicotomía de la ciencia social y las ciencias naturales ha sido tema de largos tratados epistemológicos. Pero si la búsqueda de certezas es común, su trato con ellas es distinto. La ciencia social nunca tendrá la misma relación con sus “causas” que un sistema cerrado en física. No por ello es una superior a la otra, y, sin embargo, nuestra cuestión, nuestra problemática, tiene aún algo distinto a ambas. La complejidad, tamaño y número de causas no admiten certezas reduccionistas. Por ello, también, nos convoca la modestia de admitir cualquier tesis como un conjunto de conjeturas sobre los fragmentos de la historia propicios. No es arbitrario, pero tampoco carece de creatividad. La originalidad es a menudo creída como avidez de novedades, pero crear una obra maestra en arte significa expandir el universo de su lenguaje, y para ello es necesario, primero, conocer el límite del horizonte presente. Como la del arte, la creatividad de la historia consiste en imaginar y crear de manera original, por volver al origen; revisitarlo, y darle nuevos horizontes.
Cuentan que sus discípulos protestaron numerosas veces contra el arduo trabajo de Miguelangelo Buonarroti en la Capilla Sixtina. En su ya veterana senectud y consecuente deteriorado estado físico, subía a enormes andamios para trabajar todo el día con la cabeza arriba, pintando el techo. No era solo su compromiso que se juzgaba excesivo, pero con frecuencia le decían “Maestro, nunca podrá terminar esta obra antes de morir, ya ha hecho tantas cosas, ¿por qué no descansa?”. A lo que él respondía “Todos los hombres mueren, y continúan viviendo hasta el día de su muerte ¿Por qué he de detenerme antes de mi muerte? Ninguna obra de arte se termina. Solo se abandona.”
Se ha comprendido que Miguelangelo encarna el espíritu de un oficio comprometido. Nosotros, también, trabajaremos hasta el último de nuestros días en un oficio interminable. La historia también participa de lo bello. Su propósito es múltiple, y se requerirán largas disensiones antes de un consenso entre partícipes del mismo oficio. Del mismo modo, aunque pocos estarán de acuerdo en una misma definición de arte, parece universalmente reconocido que el camino es su fin, que hacerlo vale la pena. De Vico aprendemos la cercanía de los historiadores con los poetas. La diferencia no radica en los permisos del primero, tanto como las demandas especiales del segundo. No podemos trabajar solos. Incluso en el rincón más obscuro de un archivo recóndito, escribiendo en altas torres, relatos abandonados por los hombres, el esfuerzo y su intención lo unen a las personas que rescata. Aquel recuerdo lo une con sus personajes. En adelante, su arte, su trozo de ficción, lo hace hermano de los muertos.
Se necesita, por tanto, el ejercicio asiduo de la imaginación, tanto en descubrir y conocer – alimentado por la curiosidad – como en trabajar y establecer relaciones – el ejercicio crítico de la memoria – Sin embargo, es sensato admitir que el paradigma de la disciplina, como todo lo valioso en este mundo, ha sido sujeto a cambio con las épocas. Recordemos las protestas de Ranke en contra del método deductivo en la historia. Si bien podemos presentar numerosas objeciones a las teorías y determinaciones, preconcepciones que ciegan antes de admitir la vista, las ideas de Hegel y Marx son nada más que la exaltación de una parte natural que nos mueve a establecer relaciones. Escribir lo que ha ocurrido no amonta a las obras de reyes y records del Estado – si fuera así, dedicaríamos años al estudio minucioso de impuestos – sino en comprender el hecho, la vida, la época, con todas sus manifestaciones, en necesaria relación no-determinada con el pasado efectivo, el pasado percibido, el presente como lo vieron, el futuro que esperaban y los juicios que hacemos hoy al respecto. Una manzana cayendo puede describirse meticulosamente sin conseguir más que una nimiedad. Pero una manzana que cae sobre la cabeza de Newton, es pronto sujeta a la misma ley general que el movimiento de los astros. Su relación conecta el cosmos con lo inmediato. En efecto, la inteligencia trata de poco más.
Pero si la deducción encuentra un camino en los grandes procesos y conjeturas omni abarcantes, ello destripa el oficio de su necesaria modestia. Decir “la historia son las relaciones económicas” o “la historia es el Geist”, “la historia es el eterno retorno” o “la historia es lo fragmentario” sin admitir los propios límites, a la vez que reconocer las virtudes de otras interpretaciones, conduce la vida de los hombres al epitafio de un raciocinio delirante. Cualquier intento por reducir la historia a un monismo de explicación progresiva o dialéctica, de encontrar en ella fuerzas ocultas, invisibles razones o voluntades cuasi divinas; debe necesariamente lidiar con la masa damnata de sus horrores. Las guerras mundiales pueden ser explicadas, pero hablar con comodidad de la muerte, en un siglo, de doscientos millones de personas, es ya un acto inadmisible. Por tanto, existe un rol ético inevitable, pues se trata con la vida de personas que, si bien muertas, son en verdad, nuestra familia. Considérese un viejo refrán egipcio: “Nombrar a los muertos, es hacerlos vivir de nuevo.” Recordamos sus experiencias, porque son también nuestros recuerdos.
Narrar es contar, y si pasamos largas noches leyendo a nuestros niños, es porque creemos que los cuentos los edifican como personas. La historia, y las historias, revelan la libertad fundamental de los hombres. La cultura pone límites normativos al comportamiento y rol dentro de ella, pero los individuos hacen de ellos un camino. No es menos libre quien cumple con reglas morales estrictas, sino quien, sin compromiso, olvida todo aquello que es valioso. El hombre verdaderamente encadenado es quien carece de memoria. El camino de la vida es también el camino de los tiempos, y si “un recuerdo no es más que una imagen”[2], nos basta esa afición, ese amor al relato de la infancia para vencer la condena del puro intelecto. Cierto, debemos elegir nuestros caminos. Qué historia haremos será cerrada por qué pensamos o definimos a priori como ella. Que la teoría preceda a la historia (Marrou) no es distinto en esencia a la cultura que nos mueve y permite el ejercicio de nuestra libertad. Las profecías de Marx determinan un camino para la historia. Con todo su genio, el hombre vio el inmenso poder de la economía sobre los hombres. El materialismo histórico, como Freud, o los entusiastas estructuralistas, se apresuran a condenar un Prometeo que nunca perdió por completo su amor. Fue amarrado al Cáucaso por revelar a los hombres los secretos divinos, y los dioses mandaron águilas a devorar su hígado, perpetuamente renovado. Pero, como Sísifo, comprendemos que la condena más grande no puede quitarle lo más importante que tiene. Sísifo fue condenado a rodar eternamente una piedra hasta la cima de una montaña, desde donde cayera por su propio peso. Ve entonces como la piedra cae en algunos instantes hacia ese mundo inferior desde el que habrá de volverla a subir hasta las cimas, y baja de nuevo a la llanura. La historia se escribirá sobre el mismo relato, las mismas experiencias, una y otra vez, revisitando el pasado de hombres que han muerto, por nosotros, hombres que han de morir. Aprendemos que la tarea nunca será agotada. Sísifo es dueño de su piedra, su destino le pertenece. “Este universo sin amo no le parece estéril ni fútil. El esfuerzo mismo para llegar las cimas basta para llenar el corazón de un hombre. Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.[3]” Por el contrario, cuando, desde hoy, se ve el pasado y decimos “Yo sé”. Ese momento es el de la roca, la victoria de la efigie taciturna, de los hombres condenados para siempre en el bronce. Incipit el ingenio tiránico en el uso y abuso de la historia. Hegel y el Geist encarnaba en la dialéctica progresiva histórica un devenir racional teleológico y con ello justificaba el imperialismo europeo. Hegel, cuya originalidad, nos dice Nietzsche, consistió en “inventar un panteísmo en el cual el mal, el error y el sufrimiento no pueden ya servir de argumento contra la divinidad”. “Pero el Estado, las potencias establecidas, han utilizado inmediatamente esta iniciativa grandiosa.[4]” Si el pasado selectivo rige el presente, las guerras serán inevitables. La venganza será el motor de la historia. Tenemos que a la vez juzgar, comprender y recordar, jamás renunciando a la tarea de proteger la vida de las personas. ¿Qué es humanidad exactamente, dónde esta el contexto necesario para usar esa palabra? Un judío marginal hace dos mil años decía: “Ustedes han oído que se dijo: "Ojo por ojo y diente por diente." Pero yo les digo: No resistan al que les haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Si alguien te pone pleito para quitarte la capa, déjale también la camisa. Si alguien te obliga a llevarle la carga un kilómetro, llévasela dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda.[5]
Tal vez la más importante consideración sea esta. La de tratar con la vida. Nos exige un trabajo profundo e incesante. Por ello, nos otorga una libertad incomparable. Prometeo vive libre a través del fuego que otorga a los hombres con su sacrificio, y no existe mayor libertad que esa.


[1] Abraham, T. Del Arte de la Guerra, Buenos Aires: Aguilar (2010)
[2] Seignobos, C. (Citado por Prost) p.175
[3] Camus, A. El mito de Sísifo. Buenos Aires: Losada (2007) p. 138
[4] Idem, p.174
[5] Mateo 5:38.

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