Yo soy el esclavo que
liberó al amo, yo soy el que enseñó al maestro.
Yo soy el alma que
nació ayer y erigió el viejo mundo.
Yo soy la cera que
hizo al acero acero.
Yo he pintado de
brillo a muchos ciegos, yo he enseñado a muchos sin inteligencia.
Yo soy la nube negra
en la noche de dolor que alegró el día del festival.
Yo soy la asombrosa
tierra que desde el fuego del amor llenó con aire la mente del cielo.
Con alegría durmió
aquel rey anoche, pues yo, el esclavo, lo recordé.
No tengo culpa, pues
tú me embriagaste.
Silencio, pues el
espejo está oxidado, cuando soplé contra él, me acusó.
Rumi
Rumi enmascara la figura del cosmos divino
encarnado en los opuestos. La visión mística de la totalidad siempre ha
conciliado las dualidades, considerando la pugna una visión sesgada en las
partes. El propio espejo (reflejo de lo particular, la máscara) en el que se ve al decir “estoy borracho” (analogía
para expresar la experiencia de unión divina) lo acusa, porque al decir “tú me
embriagaste” (tú, Dios) olvida que él también, en verdad, es Dios.
Francesco
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