Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Apatía e Impudicia



Hoy, mientras esperaba la micro en un paradero lleno de gente, a las seis y media, vi a un mendigo acercarse desde el otro lado de la calle y exclamar con simultánea fuerza y dolor: “Tengo hambre.”

“ALGUIEN PORFAVOR DEME UNA MONEA PA COMER”

Nadie siquiera se dio vuelta a mirarlo. Pero si era posible evitar su apariencia, el tono de su voz nos arrancaba del estado apático que todo hombre urbano convoca cuando la ignominia aparece descarnada enfrente y resulta una molestia.

“¿ME IGNORAN? MIREN COMO ME IGNORAN, MIREN COMO HUYEN DE MI”

Todos miraban en la dirección contraria. “TENGO HAMBRE” dijo más fuerte. Sentí un escalofrío y quise darle algo, pero no traía conmigo una sola moneda (estaba intentando ahorrar).
La micro paró y la masa de gente peleó por subirse. El vagabundo dijo, con voz fuerte: “que se vaya a la cresta” (o alguna variación de ello) y entró al bus. Había un fiscalizador que inmediatamente lo paró.

-              Usted no puede entrar señor. 

¿No es aquí la palabra "señor" más que un eufemismo que simula respeto cuando es irrespetuoso? ¿Qué significa “señor”? ¿Puede uno echar a un “señor” de la micro con solo identificar su ropa mugrienta, su piel seca y su cabello sin cortar? ¿Puede uno dejar a un señor padecer hambre?

El mendigo se enfureció y arguyó que, ante tantos jóvenes que no lo hacían, nada importaba si el no pagaba, luego le preguntó al fiscalizador en qué consistía su trabajo, para qué lo hacía. Tras ser expulsado varias veces gritó:

“Lo único que le’ importa e’ el dinero” 

Un terrible escalofríos pasó por todo mi cuerpo. Estaba inmerso, mirando la entrada de la micro, cuando en el siguiente paradero subieron tres adolescentes. El primero acercó la tarjeta, que marcó roja tres veces seguidas. Luego pasó de largo y sus dos amigos se le unieron. Ninguno pagó el pasaje.
¿y qué derecho tendría yo a hacer un discurso ahora? ¿hice yo algo?

                                                                              Francesco

No hay comentarios:

Publicar un comentario