1.
Alguien me
contó que en viajes a Francia y Bolivia pudo comparar el precio de un kilo de
queso de cabra, y la diferencia era tal que causó gran desanimo – la persona
era aficionada al queso de cabra, y los supermercados en Chile oscilan hacia el
precio francés mas que al boliviano - . Económicamente hablando, podemos
consolarnos con ideas como “la especialización incrementa la eficiencia” y
“tenemos ventajas comparativas”, pero el actor individual no deja de lamentar
la ausencia de su alimento deseado.
Un
alemán comentó la enorme variedad de cervezas en sus supermercados – y lo mismo
ocurre con el queso en Francia, el jamón en algunas ciudades de España, la
pasta en Italia, etc -. “Por supuesto” – dije – “La variedad de los productos
no sólo depende del lugar geográfico, sino también del estrato socio-económico.
En Santiago de Chile, hay muchos tipos distintos de productos en un
supermercado de clase alta o una tienda especializada, pero en su mayoría somos
un país pobre”.
Esto no era para contradecir la verdad básica:
En todo lugar, las comidas y los precios son distintos. Pienso, al menos, que
podemos estar alegres por ello. En clases de chino mandarín nos mostraron un
mapa con nueve regiones simplificadas de acuerdo al tipo de cocina. La “cocina
china” no es homogénea. Creo con convicción que el día en que el precio de un
quilo de queso de cabra sea igual en Bolivia y en Francia, el mundo habrá
perdido una cosa más que lo hace
interesante.
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