El siglo XXI presenta cambios
tecnológicos que afectan la sociedad y la práctica del poder a un paso sin
precedentes. La realidad internacional, al mismo tiempo, ve cambios que en al
menos cinco siglos no eran imaginables, entre otros, el retorno de lo no
estatal y lo no occidental.
El primer desafío de la diplomacia en
este contexto es el de representar a un Estado, en cuanto la totalidad
tradicional de la soberanía recibe desafíos: de marcos legales internacionales,
del dinero y la tecnología.
En el plano de balance de poder, se debe
prestar atención a cambios relevantes en el esquema de ajedrez de varios
niveles (Nye 2013), en particular el ascenso del este de Asia, de India y la
entrada a la clase media mundial de américa latina, entre otros. El cambio del
centro económico mundial podría generar novedad en el estilo de hacer
diplomacia, práctica que se atiene decididamente a una tradición Europea. La
religión por ejemplo, que habría declinado desde Westfalia como factor, hoy
retorna al centro. En cualquier caso, el siglo se abre con una ligera
disolución de los márgenes entre identidad personal y generacional, tecnología,
cultura y política. ¿Es Turquía un país un europeo? ¿Cuál es el rol adecuado de
internet en la diplomacia? ¿Afectará el envejecimiento demográfico la
conducción de relaciones? ¿Cómo tratar con estados dictatoriales, o con grupos
armados no estatales, respondiendo simultáneamente a imperativos de necesidad
política y de legitimidad? ¿Pueden/deben resguardarse a toda costa los secretos
de Estado como antes? (Bjola, Corneliu, 2013)
Esto se combina con el declive comparativo
de la importancia hegemónica del Estado como actor, que comporta, entre otros, el
ascenso de identidades sub y supranacionales (regionalismos, hermandad de
ciudades, la UE) y la creciente importancia post-guerra fría de organizaciones
internacionales (Karns y Mingst, 2013), ONGs (Mekata, 2000), corporaciones
(Pigman, 2013) y de ciudadanos comunes, actuando en red e incluso en ocasiones
como individuos, por ejemplo, en diplomacia de celebridades. Al mismo tiempo,
la simultaneidad de comunicaciones modifica el rol del diplomático: con las
exigencias adicionales del “efecto CNN” se castiga el más mínimo error. En
comunicar, se requiere, además de transmisión y análisis de información, una
selección frente a las cantidades masivas de información disponible todos los
días.
Hemos visto, también, el aumento de las
cumbres entre jefes de Estado (Feinberg, 2013), donde los diplomáticos ceden su
rol protagónico en la negociación.
Estos factores posibilitan el
surgimiento de la multipolaridad en el plano político internacional. En la
práctica de la diplomacia cultural, igual que en la tradicional, se promueven
los países, se fomentan relaciones y se construyen vínculos de mutuo
conocimiento y confianza, pero en la medida que se haga un paréntesis sobre el
plano económico-político, no existe una jerarquía clara; este es el beneficio
del relativismo antropológico, si bien hay claras desigualdades (Hollywood es
mucho más visto que Bollywood), al momento de “intercambiar” cultura no existe
esa inmediata e innegable presencia del poder a la que acostumbramos atender
como gente políticamente informada. Por supuesto, dada la realidad del poder
suave, existen tanto problemas como oportunidades asociados a la globalización,
en particular a la cultura estadounidense y sus aliados, frente a países
tradicionales, multinacionales, con comunidades para quienes la expresión de su
cultura sí significa empoderamiento (ej: Bolivia).
La
necesidad de especialización para atender los diversos asuntos que atienen a
relaciones entre Estados promueve la burocracia Weberiana, con su virtud
principal, la eficiencia, pero también sus defectos, la insuficiencia
democrática y el impersonalismo. Paradójicamente eso va de la mano con una
disminución de la importancia de las órdenes directas desde la capital y con
una expansión de la libertad dados los tiempos de reacción. La extensión en el
tratamiento de asuntos es dual: vertical, en cuánto a la importancia de asuntos
a considerar y horizontal en cuanto a la diversidad de ellos. Esto significa
que en mediación y negociación una visión general de las relaciones puede aportar
algo que el especialista no tiene: la capacidad de identificar un “win-set”,
entender qué tengo (la aplicabilidad del poder) y qué quieren las partes, es decir, identificar oportunidades.
El rol tradicional se ve principalmente
modificado por el auge de la diplomacia pública, que requiere ante todo una
visibilidad en el país de la misión, del diplomático, como representante y en
ocasiones, como persona. El uso de medios sociales en particular es una
plataforma relevante para darse a conocer y presentar una imagen país
favorable. Por otro lado, ante temas políticamente sensibles ¿Es correcto el
silencio o debe uno expresar una opinión clara? Y ¿Qué sucede con la rendición
de cuentas en la era de wikileaks? El costo de hablar y el costo de callar no
se deducen con ninguna fórmula, pues dependen del tema y en cierto sentido
tomar acción requiere predecir su desarrollo, es decir, predecir el futuro. Como
en casi todas las cosas concernientes a la política, es probable que una mezcla
de secreto y transparencia, de silencio y ‘showmanship’
sea más apropiada. A mi parecer no sería adecuado exagerar la importancia de
los medios si no se responde con una presencia correspondiente. Los servicios
de inteligencia saben que normalmente hay un margen crítico de información no
disponible sumando y analizando toda la ‘inteligencia abierta’ disponible. Del
mismo modo, un embajador que sentara a escribir en twitter, pero que trabajara
en un edificio impenetrable podría ser tomado como una demostración de falta de
confianza, consecuentemente perdería oportunidades casuales, conversaciones
cercanas y eventos que abrieran amistades de importancia.
Por último, la creciente interdependencia de la
economía internacional e importancia del sector financiero presenta desafíos,
especialmente en respuesta a las periódicas crisis esperables ¿Cómo responder
diplomáticamente a actores que en teoría no son estatales, pero que con
frecuencia serán libres de actuar por la ausencia
de control de su Estado? En este aspecto las guerras mundiales nos proveyeron
con dos ejemplos: para la primera guerra mundial, el grado de interdependencia
económica (no superada hasta hace pocas décadas) no previno la guerra. La gran
depresión enterró el impulso de la alianza de las naciones y generó una ola de
proteccionismo y recelo parcialmente responsable de la segunda.
Bibliografía referenciada
Nye, Joseph. (2013). Hard, Soft,
and Smart Power. En Oxford Handbook of Modern Diplomacy. Oxford University
Press.
Bjola, Corneliu. (2013). The ethics of secret diplomacy: a contextual approach. En Journal
of Global Ethics, 10 (1), pp.85-100.
Karns, Margaret P. y Karen A. Mingst. (2013). International Organizations and Diplomacy. En Oxford Handbook of
Modern Diplomacy. Oxford University Press.
Motoko
Mekata. (2000). Building Partnerships
toward a Common Goal: Experiences of the International Campaign to Ban
Landmines. En Ann M. Florini, The Third Force: The Rise of Transnational Civil Society, pp.143-
176. Washington D.C.; Carnegie Endowment for International Peace. (33).
Pigman, Geoffrey Allen. (2013). The
Diplomacy of Global and Transnational Firms. En Oxford Handbook of Modern
Diplomacy. Oxford University Press.
Feinberg, Richard. (2013). Institutionalized Summitry. En Oxford
Handbook of Modern Diplomacy. Oxford University Press.
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