Como decía Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el nobel, la ficción de la literatura y otras artes son un escape, a la vez que un reconocimiento: Que la realidad no es suficientemente buena.
Pongo este blog con algunos cuentos y ensayos modestos escritos por mí, para entrener a quién le interesen, aburrir a quién le afliga, aborrecer a algún desdichado perdido y con suerte, quizás, si Dios me lo permite, emocionar algún alma sensible.
Si cree encontrar errores ortográficos o de redacción, tenga con toda seguridad la certeza que es con intenciones artísticas o educativas, para que al darse cuenta de mi error se sintiese bien de su amplio conocimiento.

domingo, 4 de octubre de 2015

La diplomacia en el siglo XXI



El siglo XXI presenta cambios tecnológicos que afectan la sociedad y la práctica del poder a un paso sin precedentes. La realidad internacional, al mismo tiempo, ve cambios que en al menos cinco siglos no eran imaginables, entre otros, el retorno de lo no estatal y lo no occidental.
El primer desafío de la diplomacia en este contexto es el de representar a un Estado, en cuanto la totalidad tradicional de la soberanía recibe desafíos: de marcos legales internacionales, del dinero y la tecnología.
En el plano de balance de poder, se debe prestar atención a cambios relevantes en el esquema de ajedrez de varios niveles (Nye 2013), en particular el ascenso del este de Asia, de India y la entrada a la clase media mundial de américa latina, entre otros. El cambio del centro económico mundial podría generar novedad en el estilo de hacer diplomacia, práctica que se atiene decididamente a una tradición Europea. La religión por ejemplo, que habría declinado desde Westfalia como factor, hoy retorna al centro. En cualquier caso, el siglo se abre con una ligera disolución de los márgenes entre identidad personal y generacional, tecnología, cultura y política. ¿Es Turquía un país un europeo? ¿Cuál es el rol adecuado de internet en la diplomacia? ¿Afectará el envejecimiento demográfico la conducción de relaciones? ¿Cómo tratar con estados dictatoriales, o con grupos armados no estatales, respondiendo simultáneamente a imperativos de necesidad política y de legitimidad? ¿Pueden/deben resguardarse a toda costa los secretos de Estado como antes? (Bjola, Corneliu, 2013)
Esto se combina con el declive comparativo de la importancia hegemónica del Estado como actor, que comporta, entre otros, el ascenso de identidades sub y supranacionales (regionalismos, hermandad de ciudades, la UE) y la creciente importancia post-guerra fría de organizaciones internacionales (Karns y Mingst, 2013), ONGs (Mekata, 2000), corporaciones (Pigman, 2013) y de ciudadanos comunes, actuando en red e incluso en ocasiones como individuos, por ejemplo, en diplomacia de celebridades. Al mismo tiempo, la simultaneidad de comunicaciones modifica el rol del diplomático: con las exigencias adicionales del “efecto CNN” se castiga el más mínimo error. En comunicar, se requiere, además de transmisión y análisis de información, una selección frente a las cantidades masivas de información disponible todos los días.
Hemos visto, también, el aumento de las cumbres entre jefes de Estado (Feinberg, 2013), donde los diplomáticos ceden su rol protagónico en la negociación.
 Estos factores posibilitan el surgimiento de la multipolaridad en el plano político internacional. En la práctica de la diplomacia cultural, igual que en la tradicional, se promueven los países, se fomentan relaciones y se construyen vínculos de mutuo conocimiento y confianza, pero en la medida que se haga un paréntesis sobre el plano económico-político, no existe una jerarquía clara; este es el beneficio del relativismo antropológico, si bien hay claras desigualdades (Hollywood es mucho más visto que Bollywood), al momento de “intercambiar” cultura no existe esa inmediata e innegable presencia del poder a la que acostumbramos atender como gente políticamente informada. Por supuesto, dada la realidad del poder suave, existen tanto problemas como oportunidades asociados a la globalización, en particular a la cultura estadounidense y sus aliados, frente a países tradicionales, multinacionales, con comunidades para quienes la expresión de su cultura sí significa empoderamiento (ej: Bolivia).
  La necesidad de especialización para atender los diversos asuntos que atienen a relaciones entre Estados promueve la burocracia Weberiana, con su virtud principal, la eficiencia, pero también sus defectos, la insuficiencia democrática y el impersonalismo. Paradójicamente eso va de la mano con una disminución de la importancia de las órdenes directas desde la capital y con una expansión de la libertad dados los tiempos de reacción. La extensión en el tratamiento de asuntos es dual: vertical, en cuánto a la importancia de asuntos a considerar y horizontal en cuanto a la diversidad de ellos. Esto significa que en mediación y negociación una visión general de las relaciones puede aportar algo que el especialista no tiene: la capacidad de identificar un “win-set”, entender qué tengo (la aplicabilidad del poder) y qué quieren las partes, es decir, identificar oportunidades.
 El rol tradicional se ve principalmente modificado por el auge de la diplomacia pública, que requiere ante todo una visibilidad en el país de la misión, del diplomático, como representante y en ocasiones, como persona. El uso de medios sociales en particular es una plataforma relevante para darse a conocer y presentar una imagen país favorable. Por otro lado, ante temas políticamente sensibles ¿Es correcto el silencio o debe uno expresar una opinión clara? Y ¿Qué sucede con la rendición de cuentas en la era de wikileaks? El costo de hablar y el costo de callar no se deducen con ninguna fórmula, pues dependen del tema y en cierto sentido tomar acción requiere predecir su desarrollo, es decir, predecir el futuro. Como en casi todas las cosas concernientes a la política, es probable que una mezcla de secreto y transparencia, de silencio y ‘showmanship’ sea más apropiada. A mi parecer no sería adecuado exagerar la importancia de los medios si no se responde con una presencia correspondiente. Los servicios de inteligencia saben que normalmente hay un margen crítico de información no disponible sumando y analizando toda la ‘inteligencia abierta’ disponible. Del mismo modo, un embajador que sentara a escribir en twitter, pero que trabajara en un edificio impenetrable podría ser tomado como una demostración de falta de confianza, consecuentemente perdería oportunidades casuales, conversaciones cercanas y eventos que abrieran amistades de importancia. 

Por último, la creciente interdependencia de la economía internacional e importancia del sector financiero presenta desafíos, especialmente en respuesta a las periódicas crisis esperables ¿Cómo responder diplomáticamente a actores que en teoría no son estatales, pero que con frecuencia serán libres de actuar por la ausencia de control de su Estado? En este aspecto las guerras mundiales nos proveyeron con dos ejemplos: para la primera guerra mundial, el grado de interdependencia económica (no superada hasta hace pocas décadas) no previno la guerra. La gran depresión enterró el impulso de la alianza de las naciones y generó una ola de proteccionismo y recelo parcialmente responsable de la segunda.

Bibliografía referenciada
Nye, Joseph. (2013). Hard, Soft, and Smart Power. En Oxford Handbook of Modern Diplomacy. Oxford University Press.
Bjola, Corneliu. (2013). The ethics of secret diplomacy: a contextual approach. En Journal of Global Ethics, 10 (1), pp.85-100.
Karns, Margaret P. y Karen A. Mingst. (2013). International Organizations and Diplomacy. En Oxford Handbook of Modern Diplomacy. Oxford University Press.
Motoko Mekata. (2000). Building Partnerships toward a Common Goal: Experiences of the International Campaign to Ban Landmines. En Ann M. Florini, The Third Force: The Rise of Transnational Civil Society, pp.143- 176. Washington D.C.; Carnegie Endowment for International Peace. (33).

Pigman, Geoffrey Allen. (2013). The Diplomacy of Global and Transnational Firms. En Oxford Handbook of Modern Diplomacy. Oxford University Press.
 Feinberg, Richard. (2013). Institutionalized Summitry. En Oxford Handbook of Modern Diplomacy. Oxford University Press.

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