Michael
Collins y el análisis estratégico del terrorismo
Francesco
Gissi Díaz.
Introducción
Una consideración
sobre el terrorismo como estrategia nos lleva a observar rápidamente que la
importancia táctica u operacional de sus ataques es irrelevante. Su impacto
psicológico, por otro lado, tanto en su base de apoyo como en el enemigo, puede
ser enorme. Dados estos hechos,
movimientos como Al Qaeda pueden aprovechar y construir sobre la base de
terroristas que han sido efectivos estratégicamente. Si bien Mao es un caso
relevante, en general se difiere de Mao en tanto se comienza en una posición
débil, pero los terroristas no intentan desarrollar y concentrar fuerzas para
una confrontación directa. Por esto, y por qué es necesario tomar cierta
distancia en fin de ganar perspectiva, he optado por analizar y luego tomar
lecciones de uno de los terroristas del pasado más exitosos: Michael Collins,
líder de Sinn Féin y del ejército republicano irlandés (IRA) durante el
conflicto anglo-irlandés de 1919-1921. Michael y sus organizaciones
consiguieron sus objetivos políticos a través de una campaña de violencia
contra civiles irlandeses y el gobierno inglés.
En los dos años entre
la declaración de independencia irlandesa en 1919 y la firma del tratado
anglo-irlandés en diciembre de 1921, un pequeño y malamente armado grupo de
nacionalistas, tal vez 5.000, obligaron a Inglaterra, el país más poderoso del
planeta a la sazón, a otorgar independencia a Irlanda (menos actual Irlanda del
norte, más adelante). Tal meta habría sido inconcebible por medio de votación,
o de acción militar convencional.
Historia
Las rebeliones en
Irlanda tienen siglos, pero el conflicto que tratamos comienza tal vez en 1916
con el Alzamiento de Pascua (Easter Rising), una revuelta escasamente planeada,
con bajos recursos, en el centro de Dublin. Las acciones de los rebeldes
fracasaron en conseguir la respuesta deseada, causando horror en la mayoría de
sus constituyentes. Luego del alzamiento, sin embargo, los ingleses cometieron
un error posiblemente más grave: colocaron cientos de voluntarios jóvenes del
alzamiento en un enorme y auto-controlado (escasos gendarmes) campamento-prisión
en Frongoch, Gales. Esta fue la primera escuela militar del IRA, donde los
prisioneros daban clases y seminarios sobre la teoría y práctica de
insurgencia, y sus errores de 1916. Entre ellos estaba Michael Collins.
Collins tenía 26 el
momento del alzamiento, era brillante, pero impulsivo y descuidado. Venía de
una larga línea de nacionalistas irlandeses. Cuando tenía 16, se había mudado a
Inglaterra a trabajar en el servicio postal, lo que hizo por cerca de una
década. Esto lo acostumbró a tratar con números (luego sirvió como ministro de
finanzas de la república de Irlanda) y familiaridad con el gobierno y la
política inglesa.
Luego del alzamiento, fue a prisión por 6 meses y regresó a Irlanda a finales
de 1916. A finales de 1918, fue elegido para la House of Commons por Sinn Féin.
Collins y los otros candidatos de Sinn Féin que salieron victoriosos se negaron
a sentarse en el parlamento inglés, declarando una república y parlamento
irlandés y declarando guerra sobre Inglaterra. Los siguientes años Collins
sirvió como líder en finanzas, inteligencia y estrategia para la república.
Hacia el final del conflicto también fue jefe de negociación, frente a
Churchill.
Instintivamente
clausewitziano, Collins sabía que a finales de 1921 la IRA estaba en su punto
culminante del ataque, con poco más que podrían hacer militarmente. En su punto
culminante de victoria, presionar más a Londres por concesiones podría hacer a
los ingleses retirarse de la mesa, regresando a una guerra que los irlandeses
no podían ganar. Collins aceptó un acuerdo que dejaba 6 condados bajo control
británico, actual Irlanda del norte. Facciones de Sinn Féin despreciaron esta
acción, por lo que una guerra civil entre ellos y la facción pragmática estalló
(1922-1923), guerra más sangrienta que el conflicto anterior y donde Collins
murió, en Agosto de 1922.
Análisis
El terrorismo es una
negociación violenta. Para conseguir la victoria, hay que tener ideas sobre
cómo reaccionará el adversario. Collins sabía que Irlanda era políticamente
valiosa y Londres no la abandonaría fácilmente. Sus medios para mantenerla bajo
control eran el gobierno civil y la ocupación militar. El segundo sería
indeseable pues legitimaría a Sinn Féin. En el momento de declarar una
república independiente, Sinn Féin estaba reclamando una legitimidad
completamente fuera de proporciones a su poder real. Si Inglaterra hubiera dado
respuesta declarando guerra o militarizando la situación, habrían tácitamente
aceptado el reclamo de status estatal. Collins sabía por tanto que una
militarización era improbable y que la IRA no podría generar una victoria
militar. Sabía también que el medio más efectivo de contrainteligencia
británica era la policía: La Royal Irish Constabulary (RIC) y Dublin
Metropolitan Police (DMP). Estos cuerpos tenían recursos y personal y eran
altamente profesionales, con oficiales tanto irlandeses como ingleses. Tenían
conocimiento local y fuentes en Sinn Féin, por lo que poseían ventaja en la
batalla de inteligencia. Collins cambió ese balance y ‘atacó la estrategia’
inglesa declarando guerra contra la policía. En 1919 estableció “El escuadrón”,
también llamado “Los doce apóstoles”, cuyo trabajo era intimidar y asesinar los
miembros más efectivos de la DMP y RIC, además de asesinar civiles que
cooperaran con la policía. Esa
campaña de terror le dio espacio operacional en Dublin. Collins se jactaba de
poder pararse al lado de un policía en la vía publica y que él no haría nada
por miedo.
En noviembre de 1920
“el escuadrón” realizó un ataque atrevido contra varios oficiales de
inteligencia británica, cambiando el balance de inteligencia y afirmando su
poder. Collins cegó y reclutó dentro de la policía, buscando detectar
operaciones de contra-inteligencia y espías dentro de su organización. En abril
de 1919 Collins y un grupo de sus hombres entraron forzosamente al centro de
inteligencia de la policía en Dublin, donde pasaron horas leyendo los detalles
sobre lo que la policía sabía de la IRA y cómo lo sabían. Incapacitando el
servicio de inteligencia y comprometiendo la policía, Collins destruyó la fe
que tenía Londres en la policía, negando de paso soluciones con uso intensivo
de información al problema. Esto le dejaba a Londres solo opciones coercitivas
e indiscriminadas. Arguyendo que represión más grave era mejor para la causa de
la independencia, indujo algunos miembros de la policía a asesinato
contra-terrorista. Desde Noviembre de 1920, el RIC y el DMP fueron integrados
por auxiliares veteranos de la primera guerra mundial. Sin familiaridad con el
trabajo de policía y hostiles a los irlandeses, estos rápidamente se hicieron
célebres (por su ropa negra, bajo el nombre “Black and Tans”) por sus ataques
sobre inocentes. Con algunos cientos de armas, un par de miles de balas y algo
de dinamita Collins había atacado la estrategia británica, forzándolos a un ciclo
de violencia y la militarización del conflicto. También supo restringirse,
temprano en el conflicto estaba sobre la mesa el asesinato de políticos de alto
perfil en Londres, pero hacia el final era precavido, en una ocasión rechazando
un ataque con gas mostaza sobre el metro de Londres.
Collins buscaba el balance adecuado entre frustración y no una vendetta.
Calibrando la campaña
terrorista podría mantener a la población constituyente neutral o crítica del
gobierno. Conociendo la sociedad inglesa, sabía que la prensa publicaría en
detalle la violencia de la crisis. En el contexto de la post-primera guerra
mundial, la población inglesa estaba cansada de la guerra. No obstante, la
población de Ulstermen en
Irlanda era un problema, tenían su propio ejército privado y atacaban
descontroladamente la IRA y miembros de Sinn Féin. Sus excesivos terminaron
constituyendo una ventaja al acercar la opinión pública a Sinn Féin y deteriorar la imagen de gobierno británico.
En cuanto a los constituyentes, como es común, había una variedad de
identidades. A pesar de cierto afecto por la independencia, no había pasión
activa. En 1915-16 Sinn Féin era un partido marginal, pero para 1921 era el
único partido reconocido como la voz del nacionalismo irlandés. Este cambio no
fue espontáneo: Collins podía tolerar la neutralidad, pero intentó superarse
con una agresiva campaña de propaganda. Colaboradores con la causa británica
eran intimidados, algunos asesinados de modo público para causar temor en
cualquiera con simpatías pro-británicas. A las mujeres que salían con soldados
o policías ingleses las pelaban. En consecuencia, el miedo y respeto por la IRA
sobrepasó el del gobierno británico. Incluso cuando la policía capturó miembros
de “el escuadrón”, no aparecían testigos
dispuestos a testificar por la causa británica.
Dentro de la IRA,
Collins trabajó por mantener la moral alta publicitando los éxitos del
escuadrón. Los traidores eran detectados y juzgados veloz y públicamente. Con
respecto a la opinión internacional, la IRA poseía una ventaja relevante.
Producto de la migración, Sinn Féin tenía una gran base constituyente en
Estados Unidos. Éamon de Valera, presidente de la república, que había nacido
en New York, recolectó 5 millones de dólares para la causa, 500.000 dólares
regresaron por Sinn Féin en apoyo de ambos lados de la elección de 1920 en
EEUU. Con la llamada de Wilson a la autodeterminación nacional, el ambiente
internacional era favorable.
Consideraciones
retrospectivas
El adversario de
Collins, el gobierno británico, estaba distraído y agotado por una guerra
extremamente costosa y larga. El imperio británico estaba en su peak en 1919,
por lo que el ejército y la marina estaban ocupados en pequeñas guerras y
misiones policiales en Pakistán, Irak, India y Afganistán. La fuerza estaba
dividida. Irlanda tenía que sopesarse en contra de todas las otras necesidades.
La ciudadanía inglesa también estaba distraída y confusa sobre el asunto de
Irlanda. Los Ulstermen fueron un adversario altamente cooperativo, siguiendo el
guión de Collins. En la población de Irlanda, la IRA creó un objetivo político
(la república independiente) que apelaba a sus sensibilidades. La IRA estaba
bien informada y era resistente a penetración por inteligencia enemiga.
Finalmente, se contaba con el apoyo de un poder extranjero importante: EEUU.
Vemos paralelos vagos en el agotamiento de EEUU como potencia, pero distintos
en grado. De modo más relevante, Al Qaeda no posee comparable conocimiento de
su adversario: al responder fuertemente a ideologías extremas, no es capaz de
integrar miembros en la sociedad de EEUU. Dentro del islam, la inmensa mayoría
son abiertamente hostiles a su causa, y sus posibles constituyentes son
meramente un sub-grupo de un sub-grupo del sunismo (en Irak, fue atacada por
grupos suni). En Irlanda la correlación geográfica del movimiento
independentista era muy clara. Al Qaeda por el contrario tiene fantasías
territoriales fuera de proporción con sus capacidades e integrantes. Desde el
11 de Septiembre, no han mostrado talento impresionante, y cómo todo grupo son
susceptibles a conflicto interno. Por último, la opinión internacional en todos
los países poderosos es hostil.
Contraterrorismo
Si uno intenta buscar
el gran teórico del contraterrorismo hoy, se encuentra primero con una variedad
de ambiciosos objetivos políticos. Ello es comprensible dado el horror que
inspira el terrorismo, los líderes políticos deben responder con lenguaje
valórico y altos objetivos. Se encuentra también mucho sobre tácticas
anti-terroristas, tecnología y técnica. Por supuesto, todos quienes hemos
visitado EEUU los últimos 10 años hemos experimentado estas técnicas. No se
encuentra en abundancia, sin embargo, estrategia que vincule tácticas
anti-terroristas con objetivos políticos elevados.
El terrorismo parece
desafiar el análisis estratégico convencional. Es difícil argüir la relevancia
de Sun Tzu o Clausewitz ante la percibida novedad del problema, vistas las
emociones y debates que despierta. Es necesario pensar sobre los niveles
tácticos, operacionales y estratégicos contra estos movimientos. Pero pronto se
tiende a presentar un debate táctico entre los propios medios y los del
enemigo. Más aún, los objetivos políticos parecen dudosos ¿Qué quiere Al Qaeda?
¿Quiere EEUU eliminar el terrorismo mundial, o quiere eliminar a Al Qaeda? La declaración de una guerra mundial contra
el terrorismo ha sido asiduamente criticada como un sinsentido estratégico,
como declarar una guerra contra el uso de minas o contra el desembarco anfibio.
No sería inconcebible que la declaración de guerra de la superpotencia mundial
fuera exactamente lo que Al Qaeda buscaba para ganar rápidamente credibilidad.
Todo esto ha sido criticado como la “estrategia de tácticas” de la casa blanca,
substituyendo ataques estratégicos por una estrategia englobante contra el
terrorismo. Personalmente, no estoy del todo convencido por estas críticas,
pero es evidente que hay que prestar atención a la conexión entre medios y
objetivos políticos. Existe, afortunadamente, una tradición de pensamiento a la
cual se puede recurrir en esta búsqueda. En Argelia, el ya veterano Roger
Trinquier se acercó a la objetividad estratégica necesaria, si bien su frialdad
mental fue tal vez excesiva, siendo capaz de torturar prisioneros sin problema.
Trinquier estaba capturado por la burbuja operacional de la batalla en Algeria
contra el Frente de Liberación Nacional (FLN), pero el contexto
nacional-internacional no estaba entre sus preocupaciones.
El
espectro de acción
Independiente de si la
campaña contra el terrorismo pueda o deba llamarse guerra, es apropiada para
análisis estratégico clásico. Sir Nevil Macready, el general a cargo de fuerzas
inglesas en Irlanda durante el conflicto anglo-irlandés dijo “Lo que sea que
hagamos, seguramente nos equivocaremos” (Whatever
we do, we are sure to be wrong).
Esto resumía su evaluación de las condiciones en Irlanda. En el espectro de la
respuesta, desde no hacer nada hasta la movilización militar masiva, cualquier
medida tendrá repercusiones negativas. Si el gobierno ignora el problema
esperando evitar legitimarlo, cede la iniciativa a los terroristas. Si accede a
alguna demanda terrorista, hace concesiones probando la efectividad del enemigo
¿De qué modo afecta esto un posible ataque futuro?
En el uso de fuerzas
policiales, tenemos el problema de su tiempo de reacción, a menudo limitada a
actuar luego de que haya ocurrido un hecho. Adicionalmente, el liviano
armamento de la policía en países de orden político moderno (que responde a
este orden) hace relativamente fácil intimidarlos. En caso de que se luche en
una geografía complicada y/o con presencia de constituyentes leales al
terrorista, será difícil obtener información y aprehender a los criminales.
Tampoco se puede descartar que la policía local, por ser local, tenga
infiltrados y no sea controlable por el gobierno nacional (en particular en
Estados fallidos). En los 1950s y 60s se vio en EEUU que el KKK estaba aliado
con los policías locales en el sur, que permitían e incluso participaban en los
actos terroristas del KKK.
Supuesto que se
atrapen terroristas y se les lleve a cortes, se les presenta con una
oportunidad para hablar en pleno ojo público, posiblemente inspirando nuevos
integrantes. Igual que en la lucha contra el crimen organizado, es improbable y
difícil atrapar los líderes del movimiento. ¿Qué sucede si los líderes están en
otro país? En regiones donde el Estado de derecho es débil, la acción
respetándolo enfrenta desventajas considerables contra quienes operan con
indiferencia a la ley y fronteras.
Algo más coercitivo
sería armar a la policía, disminuir sus normas de trabajo y facilitar la
recopilación de inteligencia en civiles (inteligencia preventiva). Si las
cortes normales no funcionan, establecer cortes especiales. Todo esto puede
funcionar, pero implica un fracaso del proceso civil normal y abre acusaciones
de procedimiento inconstitucional.
El uso de
paramilitares y reclutas aliados locales tiene la desventaja de ser difícil de
controlar. Los Black and Tans y los Pied-Noirs proveen dos ejemplos sobre cuán
rápido pueden tomar la ley en sus manos.
Trinquier, en el caso
de militares profesionales, pensaba que declarar ley marcial era el primer paso
para ganar este tipo de conflicto. Pero como vimos en Irlanda, militarizar el
conflicto puede legitimar la causa terrorista. Más aún, la ley marcial está
admitiendo que las instituciones civiles han fracasado. Las técnicas militares
son más rupturistas de la vida cotidiana y pueden impresionar constituyentes,
causando animosidad en la opinión pública.
Una opción militar
masiva, con toques de queda, rejas en fronteras y controles, patrullas, ad libitum, es cara, a veces
indiscriminada y puede alienar no solo la opinión doméstica, sino también la
internacional.
Como en muchas cosas
en la política, tenemos una variedad de las opciones menos malas. Adicionalmente,
sabemos que el ambiente general de la población y el escenario internacional
pueden proveer ventajas o desventajas al terrorista. Como el terrorista, el
contra-terrorista debe actuar considerando su audiencia. Puede forzar al
comando y control del adversario a cometer errores estratégicos. Puede
incrementar el sentido de la seguridad en su población, aumentando su
legitimidad, compatibilizando acciones que prevengan ayuda material o moral al
terrorista. Luego en el caso de los leales al movimiento terrorista, se pueden
aislar psicológica y/o físicamente del movimiento. Buscando ayuda local, se
puede tomar una vía primordialmente política; al mismo tiempo, presentar el conflicto
como una opción “con o contra nosotros” depende del escenario: ¿Cuál es el
costo y beneficio esperado, dado lo que conozco de mi legitimidad actual, en
esta geografía particular de tener gran parte de la población neutral?
Para “dividir y
conquistar” la estrategia enemiga se puede combinar tácticas desmoralizantes
con salidas que quiebren su unidad. Así fue como se venció la piratería en la
república pirata de Nassau, combinando fuerza naval con un perdón real.
Todas estas acciones
deben calibrarse a la opinión pública internacional. ¿Qué combinación de
acciones otorga la mayor probabilidad de conseguir objetivos políticos con los
menores costos estratégicos? Por supuesto, para ello es necesario establecer un
objetivo político claro, que sumado a las dificultades mencionadas, en el caso
de democracias polarizadas políticamente puede ser incluso más difícil.
El trato policial o
militar del problema depende de capacidades y necesidades. Si la policía es
poco corrupta y posee capacidades amplias de inteligencia, las cortes funcionan
y tienen capacidad para tratar casos terroristas, se trata de un problema
policial. En New York, el
conocimiento de la ciudad y la gente de la policía, sumado al uso de expertos
sobre cómo y quiénes se radicalizan y unen a redes terroristas, más varios
cientos de lingüistas que leen la literatura, la web e interactúan con
comunidades migrantes y en la punta gente familiarizada con agencias de
inteligencia (el escenario internacional siempre entra de alguna manera) que comparten
y devoran inteligencia posibilita el trato de este problema. Por supuesto, es
un modelo difícil de copiar y no pueden responder con la misma eficiencia a
todos los niveles de terrorismo.
Si la red terrorista
opera en una geografía sin gobierno, donde la policía es corrupta y los
terroristas se reúnen en posiciones identificables, donde las consecuencias
negativas de operaciones militares son manejables – cuando actúan como
insurgencia – se puede tratar el problema como una guerra. Operaciones en Yemen,
Pakistán y Afganistán proveen ejemplos efectivos de la aproximación militar. En
Sri Lanka,
el 2009, el gobierno lanzó una campaña militar contra el grupo terrorista
Tigres de Tamil. El gobierno retrocedió en las políticas contra la minoría
Tamil, se trabajó para tener el gobierno, la gente y los militares a favor de
la campaña. Durante el conflicto, los tamiles fueron un adversario cooperativo,
luchando por bases y territorio. Finalmente, se contó con el apoyo
internacional de India y EEUU y apoyo militar de China y Pakistán. La oscuridad
en la que se mantuvo a la prensa aisló la posible condena internacional. Como
resultado, el movimiento fue derrotado implacablemente.
Por mucho que los
actos terroristas despierten horror moral, los más peligrosos entre ellos son
los que mantienen estos actos sometidos a mayores objetivos políticos. Esto
hace una respuesta estratégica clave.
Se puede, como
aconseja Sun Tzu, atacar su estrategia, rehusar ser un adversario cooperativo,
atacar sus alianzas. Para ello se requiere un alto grado de inteligencia, ¿Se
puede infiltrar agentes en Al Qaeda?
Si no se puede
depender de la inteligencia, tal vez apostar por un punto decisivo Jominiano
donde concentrar energías puede ser efectivo, como Afganistán el 2001, donde
los talibanes intentaron una batalla abierta y Sri Lanka proveen ejemplos.
¿Hay maneras de
construir instituciones y confianza en la fuente del conflicto? Si es demasiado
largo y costoso, se puede perseguir reclutas, dinero y fuente de recursos del
enemigo, como redes de narcotráfico. Atacar el comando y control del enemigo es
más directo, por ejemplo, la operación contra Bin Laden. Ello deja cientos de
miembros vivos y la población no ordenada, pero presenta una ventana de
oportunidad sobre la organización.
Corbett tal vez
aconsejaría usar movilidad estratégica, abrir un nuevo teatro donde estrangular
al enemigo esperando que cometa un error. Luchar el islam radical en Irak donde
EEUU posee ventajas militares y las reglas son menos estrictas, por mucho que
sea criticable, es definitivamente más fácil que pelear contra él en Europa o
Norteamérica, donde aplican reglas muy distintas. Por el momento no parece
fácil evaluar la decisión dado el golpe político desestabilizador sobre la
región.
Consideraciones
finales
Por supuesto, hay que mantenerse abierto a
adaptarse e interactuar con el escenario. Una estrategia que funciona en tiempo
0 recibirá respuesta en el tiempo 1 por un enemigo hábil. En Irlanda, los
ingleses no protegieron la policía, su fuente original de inteligencia, pero el
fracaso de la policía se debía a una campaña agresiva de Collins por el éxito
esperable que un sistema funcional proveía. Análogo a lo que Corbett decía de
la marina y el ejército es la policía y los militares: la coordinación y codependencia,
si bien generan desafíos culturales y comunicacionales, promete mucho. Macraedy
rechazó comandar conjuntamente la policía y los militares en Irlanda, negando
una ruta ventajosa.
En escenarios
altamente militarizados, a medida que se construye orden institucional se
requiere una migración de estrategia hacia el polo intensivo en inteligencia.
El general Stanley McChrystal análoga ISIS a un virus mortal que surge solo
porque el ambiente de la región tiene sida. Si
los militares son como antibióticos, el orden civil es como un sistema inmune
funcional: provee una legitimidad que destruye enfermedades normalmente
inconcebibles, como ISIS.
Los aliados locales
pueden proveer información e inteligencia, los internacionales además abren
teatros posibles de lucha. Pero como vimos con T.E. Lawrence, a veces también
intentarán atraparte en disputas entre clanes.
Independiente de cuán
ambiciosos los objetivos políticos, sea terminar completamente un movimiento, o
prevenir que haga daño significativo, hay que mantener un horizonte sobre el
fin del conflicto. Si ambas partes tienen objetivos máximos (la destrucción
completa del terrorismo o de la civilización occidental, etc.) el fin de la
lucha no llegará. Si comparamos la solución de Irlanda por Churchill con el
conflicto en Argelia y su repercusión sobre Francia, tenemos una idea sobre la
posible necesidad de negociar. Negociar puede parecer débil, pero si es para
concluir un conflicto puede restaurar confianza en las propias capacidades por
parte de la población.
Pensando nuevamente en
Clausewitz, el terrorismo y contra-terrorismo son medios para obligar a un
enemigo a efectuar la propia voluntad política. Con debida atención al estilo
de guerra, siguen siendo susceptibles a análisis estratégico.
Bibliografía
referenciada
James Mackay: Michael
Collins: A Life (2012).
T. Ryle
Dwyer: The Squad and the
Intelligence Operations of Michael Collins (2005).
Coogan, T.P: Michael
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Web
Gian
Gentile: A Strategy of Tactics:
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NYPD, Counterterrorist
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http://www.nyc.gov/html/nypd/html/administration/counterterrorism_units.shtml